D.E.P. Diodoro Santana Suárez |
Como dice la canción de
Alberto Cortéz: "cuando un amigo se va deja un espacio vacío...". Y
este cuento es para vos... y para todas las personas que se quedan con algo
especial de ti.
EL DUENDE SOÑADOR
Cuentan que en la Biblioteca de Agüimes,
vive un duende soñador. Por las noches, cuando el lugar está cerrado,
comienza hacer sus travesuras sin que nadie pueda verlo.
Se detiene sobre cualquier
sección, la sección de literatura infantil de doce a trece años o la de 3 a 5 años, toca cualquier
libro con sus manos, da un bostezo enorme y ¡¡¡¡zassssss!!!!,
convierte a los libros en libros soñadores.
Estos, como por arte de magia,
comienzan a soñar. Algunos sufren verdaderos ataques de risa, otros luchan con
piratas o se internan en el mundo de las hadas o se sienten perseguidos
por monstruos o brujas y comienzan a deambular desesperados por
toda la biblioteca. Otros libros no paran de gritar o de bailar. Cada librito,
sueña su sueño preferido.
Cuando el duende soñador
bosteza sobre los libros olvidados, éstos sueñan que alguien acaricia sus
lomos, los coge, los abre, los lee, los escucha y los hace sentir vivos.
El duende soñador se mata de
la risa al oírlos soñar en voz alta y al verlos volando de aquí para allá, como
verdaderos sonámbulos por toda la biblioteca, les hace vivir sueños muy
extraños, que desaparecen de inmediato cuando llega el día.
Esta situación no podía
acabar de otra manera: ¡las queja de los vecinos al bibliotecario! ,
porque ellos no pueden dormir por las noches a causa de los ruidos extraños que
escuchan y están seguros y afirman que tanto bochinche llega desde
la biblioteca.
Los vecinos describen lo que
escuchan y enumeran: ronquidos, voces, música, gritos, risas y todo tipo de
sonidos que perturban y provocan insomnio en toda la vecindad.
El bibliotecario se extrañó de
esta insólita situación y puso cara de preocupado.
La mascota de la biblioteca,
un lagarto llamado Agüileo, escuchó la conversación y no le resultó
nada rara, por eso pudo dar su opinión:
-Yo creo en lo que dicen los
vecinos, afirmó.
-¿Cómo?, preguntó sorprendido
el bibliotecario.
-La mascota, le contó lo que
le sucedió en el laberinto de las cuevas del Barranco de Guayadeque, un lugar
que está lleno de estanterías con libros de todos los tamaños y de todos los
colores donde hay una sección de libros soñadores. Allí se oyen todo
tipos de ronquidos, de voces, de gritos y de sueños, durante el día y la
noche.
Contó que por ser muy
curioso, una mañana cogió uno de los libros y lo abrió, y… ¿saben lo que
pasó? ¡Se llevó un susto tremendo al ver que de las páginas del libro salía un
par de ojos que lo miraban! Y como si eso fuera poco, apareció una boca que le
dijo: ¡Hola...! Y bostezó.
La mascota relató que se
llevó un gran susto, dio un grito, revoleó el libro por los aires y huyó
corriendo, porque nunca había visto un libro con ojos y con boca.
Ese sí era un verdadero libro
soñador, recalcó, pero aquí la culpa la debe tener el Duende
Soñador, que es diferente. Seguramente, aclaró, se ha salido de uno
de los cuentos, se siente solo y está haciendo de las suyas.
Buscaré la
solución para que todo vuelva a la normalidad, dijo el lagarto Agüileo.
Y como Agüileo conocía de sueños y soñadores, todos siguieron sus indicaciones y entre los vecinos, los usuarios y el bibliotecario, buscaron todos los libros de cuentos donde habitaban los duendes soñadores y comenzaron a leerlos en voz alta. De esta manera, el duende sería atrapado por la historia donde él era protagonista. Y así fue que, despacito, muy despacito, se metió en su cuento preferido y se puso a dormir y a soñar.
Mónica Beatriz Priotti Carpi (Playa de Arinaga).
tallerdecuentosparati.blogspot.com
Y como Agüileo conocía de sueños y soñadores, todos siguieron sus indicaciones y entre los vecinos, los usuarios y el bibliotecario, buscaron todos los libros de cuentos donde habitaban los duendes soñadores y comenzaron a leerlos en voz alta. De esta manera, el duende sería atrapado por la historia donde él era protagonista. Y así fue que, despacito, muy despacito, se metió en su cuento preferido y se puso a dormir y a soñar.
Mónica Beatriz Priotti Carpi (Playa de Arinaga).
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