13 de noviembre de 2012

Colaboración: "Sobre la Huelga General 14N (III)"

Martes, 13 de noviembre.

Roque Aguayro
No nos quedan muchas alternativas. Cuando un partido se hace con la mayoría absoluta, y pone en marcha un ataque frontal a los derechos ciudadanos y a la Democracia, incumpliendo su programa electoral, los ciudadanos no podemos quedarnos con los brazos cruzados.
El día 14 tenemos la oportunidad de mostrar nuestro rechazo a estas políticas neoliberales de acoso y derribo a las clases medias y a los trabajadores. A este ataque frontal a la Democracia y al Estado de bienestar. Porque nos cercan. Porque van a por nosotros y no hay tregua, es necesario que pasemos a la acción y no permitamos que sometan nuestra voluntad y nuestra libertad. Aurelio Arteta ("Mal consentido. la complicidad del espectador indiferente". Alianza Editorial) lo analiza en profundidad y lo resume nuestro compañero Antonio Morales en un artículo, con el mismo título, del que extraemos una parte.
"Para el autor, la pasividad tiene como producto el crecimiento del mal social y el poderoso comete actos injustos ante el, y gracias al, silencio o el apocamiento de muchos y cita a J. Roth: 'la indiferencia es el enemigo de los pueblos', y a Gramsci: 'la indiferencia es el peso muerto de la historia.. pero nadie o muy pocos se preguntan: si hubiera tratado de hacer mi voluntad, ¿habría pasado lo que ha pasado?'
La ignorancia voluntaria (no me saquen de la rutina), lu sujeción al grupo (difuminación de la responsabilidad), la insensibilidad moral (ni comprensión ni indignación) y la obediencia ciega a la autoridad (dice Adorno: 'lo corderil es ello probablemente tan sólo una forma de lo bárbaro, en la medida en que está dispuesto a contemplar meramente lo abominable y a inclinar la cabeza en el momento decisivo'), hace que, afirma, seamos actores en una parcela social cada vez más reducida y espectadores de lo que ocurra en el resto de las parcelas. Lógico es que, también desde un punto de vista moral, seamos espectadores conformistas y pasivos. Chesterton lo definió como 'el respeto cobarde de los hechos' y 'el fanatismo de los indiferentes'. El mal de muchos, dice, no parece sólo consuelo de tontos, sino sobre todo de pusilánimes.
Para el profesor vasco, nuestra rendición no hace más que reforzar la conducta contraria y aduce que para ello muchas veces recurrimos a emociones tramposas (nos conformamos con un 'no hay derecho' o 'tenemos que hacer algo'), a alegatos de puro espectador que nos hace comprometer las propias convicciones con vistas a obtener algunos fines políticos más deseables o principios de justificación de la abstención ('mi contribución no sirve de nada' o 'el asunto es mucho más complejo de lo que parece').
Arteta nos dice que vivimos en una extendida 'tentación de la inocencia', en una especie de limbo en el que nada nos puede ser exigido. El individuo contemporáneo, reflexiona, rechaza que se le acuse de defraudar una solidaridad a la que no se siente obligado y, además, desde los medios de masa se nos imbuye de una culpa genérica haciéndonos ver día tras día calamidades contra las que nada podemos hacer. Esa culpabilidad general sirve para inhibir la responsabilidad personal: 'desoigamos la manida réplica de que todo ya todo da igual, que se trata de un quehacer inútil porque los acontecimientos ya no tienen vuelta atrás. No es inútil si aprendemos y nos disponemos a preparar un futuro que en lo posible acoja lo mejor de lo que pudo y debió ser'. Realmente, el conocimiento es un deber social de primer orden: 'debemos saber para impedir el daño que puede estar gestándose'.
El filósofo hace una llamada a dejar de lado la 'ciudadanía de omisión', la más extendida en las sociedades liberales democráticas: 'en una sociedad amenazada en su justicia política misma estas posturas abstencionistas contribuyen al desastre público'. El ciudadano desentendido de toda participación de palabra y obra en política se equivoca, apunta, cuando, desde ese desentendimiento, se cree exonerado de cualquier responsabilidad en lo que pueda hacer un gobierno y cita a Jaspers, que habla de la culpa de la pasividad que 'sabe de su culpa moral por cada fracaso que reside en la negligencia, por no haber emprendido todas las acciones posibles para proteger a los amenazados, para aliviar la injusticia, para oponerse.
Hay omisiones que conducen al daño con tanta certeza como las acciones: por ejemplo, cuando se deja proseguir un proceso social que, sin el menor margen de sorpresa, desembocará en el sufrimiento de muchos. No podemos seguir consintiéndolo'.
Lo dicho. No podemos seguir consintiéndolo. El día 14, Huelga General.