Fernando T. Romero*
La pertinaz crisis económica,
que no cesa, está sometiendo a nuestro país a un progresivo e imparable
empobrecimiento social. Los datos del desempleo, según la EPA (Encuesta de
Población Activa), publicados el pasado 25 de abril (como ya es conocido), indican
más de seis millones de personas desempleadas en el conjunto del Estado (27% de
la población activa); pero en Canarias alcanzamos ya la cifra de 385.600
parados (34,27%) y, por provincias, en Las Palmas se supera ya el 35%. Y si
hablamos de las cifras del desempleo juvenil, a nivel del Estado la media es
del 57%, pero en nuestra Comunidad Autónoma alcanzamos ya el 69,18%. Estos
datos son insostenibles, además de dramáticos.
Por otra parte,
actualizando datos sobre el paro registrado en los servicios públicos de empleo
durante el pasado mes de abril, tenemos que a nivel del Estado, disminuyó en
46.050 personas. Pero en Canarias, ese mismo registro, indica un crecimiento
del desempleo en 4.152 personas. En este momento, más de 130.000 desempleados
canarios (45%) no perciben ningún tipo de prestación económica.
Recordemos que,
frecuentemente, organizaciones como Cruz Roja, Cáritas, Banco de Alimentos y
otras ONGs, confirman la gravedad de nuestra situación socioeconómica. Lo mismo
ocurre con muchos ayuntamientos, a través de sus concejalías de Servicios
Sociales.
Sin embargo, no olvidemos
nunca que detrás de esas escalofriantes cifras, hay rostros humanos, están
personas de carne y hueso (como nosotros), con nombres y apellidos. Y todas
ellas, con aspiraciones, ideales y proyectos de vida. Sin embargo, algunas
personas ya empiezan a perderse, buscando, sin éxito, la salida de ese
laberinto social en el que viven. Todas, desde luego, agradecen las ayudas y la
solidaridad ciudadana, pero el desgarro interno producido es muy difícil de
superar y de sanar.
Y los gobiernos de turno,
tanto del PSOE como del PP, no han hecho otra cosa en los últimos años que
arrodillarse ante poderosos representantes e influyentes organismos y/o entes
multinacionales (FMI, BCE, Sr. Rehn, Sra. Merkel…) a los que sólo les unen una
cosa: el dinero. Y se han olvidado de los ciudadanos nada más llegar al poder.
Nuestros políticos
gobernantes del PP lo justifican todo, mintiendo descaradamente, cuando afirman
que a ellos (gobiernos) tampoco les gusta las decisiones que toman, pero que no
hay alternativas y que no se puede aplicar ninguna otra política económica. ¡Falso!
¿Por qué no aprenden algo y aplican algunas de las medidas que están llevando a
cabo países como Estados Unidos o Japón, nada sospechosos de veleidades
extremistas? Políticas de recortes, sí; pero también políticas de crecimiento.
Aquí, no. Aquí, sólo
recortes y más recortes. No se obtienen resultados positivos, pero no se
rectifica. Prefieren persistir en el error y, además, se pavonean de ello. Los
gobiernos, conscientemente, se aprovechan de la poca conciencia política y de
la limitada actitud de movilización de los ciudadanos. Y así nos va…
El Sr. Rajoy estando en la
oposición, cuando nuestro país, según la EPA, alcanzó la cifra de cinco
millones de personas desempleadas, calificaba al Sr. Zapatero de inútil. Después
de 15 meses gobernando el PP, se han superado los seis millones de parados.
Siendo ecuánimes, tendríamos que calificar al Sr. Rajoy de igual de inútil,
pero ahora multiplicado por tres.
Además de no cumplir su
programa electoral, tampoco se cumplen sus propias previsiones económicas a
corto plazo. Recordemos que aprobaron el pasado mes de diciembre los
presupuestos del estado para 2013 y, llegado el mes de abril, ya han quedado
desfasados. Algo nunca visto en la etapa democrática. Desde luego, el actual
gobierno está superando (en negativo) todos los récords de gobiernos
anteriores.
Si son incompetentes,
ineptos e incapaces de sacar al país adelante, ¡que se vayan! ¡Que den por
finalizada la legislatura y convoquen nuevas elecciones! Y ya vendrán otros…
Pero es, entonces, cuando
surge otro importante problema al que tenemos que hacer frente: el rechazo de
muchos ciudadanos a la actividad política y a todo lo político, debido a los
comportamientos nada ejemplares de muchos cargos públicos y por las
perjudiciales decisiones tomadas por los distintos gobiernos del PSOE y del PP.
Todos sabemos que,
aprovechando el malestar ciudadano, han surgido en algunos países (Grecia,
Italia) organizaciones y partidos políticos, que rechazamos, caracterizados
por su demagogia y populismo (el ultraderechista Amanecer Dorado o el
Movimiento Cinco Estrellas, reflejo de la antipolítica). No debemos dejarnos
llevar por sus “cantos de sirena”, ya que tenemos que aprender de la historia
reciente para no repetirla.
Y ante este panorama
general, es triste que movimientos y organizaciones sociales como “El 15M”, “Democracia
real ya”, PDH (Plataforma de Afectados por las Hipotecas) y otros colectivos
con gran raigambre y apoyo social en nuestro país, no decidan coordinarse,
elaborar un programa de mínimos y crear una plataforma político-electoral capaz
de presentarse a las elecciones y, de esta manera, encauzar todos esos apoyos y
energías sociales hacia un auténtico y verdadero cambio político.
Estamos convencidos de que
realizar otra política económica que favorezca a los ciudadanos (y no tan
brutalmente a los bancos y a las grandes fortunas), sólo se puede hacer con
eficacia desde la política, estando dentro del Parlamento. “Sí se puede”, dicen
ellos, y uno lo comparte; pero hay que coordinarse y “mojarse”.
De no ser así, podrían
surgir, también en nuestro país, organizaciones y partidos con la demagogia y
el populismo por bandera. Desde luego, si eso ocurriera, estos movimientos con
amplios apoyos sociales, tendrían una parte de responsabilidad ética por no
atreverse a dar el paso.
La alternancia en el poder
de los mismos (PSOE y PP) se ha demostrado que no aporta ninguna solución al país,
pues aplican, globalmente, la misma política económica.
Por tanto, en este momento,
es necesario que surja con fuerza en el Estado, en la Comunidad Autónoma o en
la propia isla de Gran Canaria, coaliciones de determinados partidos
minoritarios, nuevas organizaciones y/o plataformas políticas a partir de
colectivos locales que, sumando, puedan constituirse en seria alternativa al
asfixiante y agotado bipartidismo actual. ¿Se puede o no se puede? ¡Sí se
puede! Pues a ver… ¡Que lo veamos!
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.