Gregorio González
Año 62 antes de Cristo.
Catilina, prototipo de personaje sin escrúpulos donde los haya, no dudó en
sobornar a todo lo sobornable con el fin de obtener el cargo de cónsul. Cicerón
critica duramente esta conducta en sus “Catilinarias” que comienza con un “Quousque
tandem abutere, Catilina, patientia nostra?" (Hasta cuando, Catilina, abusarás
de nuestra paciencia).
Desgraciadamente, hoy Cicerón
tendría mucho trabajo. Poco han cambiado las cosas en estos dos mil y pico de años.
Se negocia prebendas y privilegios, se trafica con prerrogativas y ventajas
económicas. Se pone a prueba el quebradizo honor de algunos dignatarios
deshonestos. Los adinerados usan cualquier estrategia para aumentar sus
fortunas y muchos cargos públicos se mecen entre viles susurros áuricos
repitiendo con Quevedo aquello de “… yo al oro me humillo / él es mi amante y
mi amado”.
Y lo peor de todo es la
cara de esta gente. Parece fabricada con hormigón armado. En este escenario
grotesco y desatinado, insolentes personajillos de la más variada ralea se
atreven a marcar las tareas que los ciudadanos tenemos que afrontar para
levantar la economía de este país. “Desgraciadamente, hay que trabajar más y
cobrar menos”, nos decía el lóbrego Díaz Ferrán, del que con el tiempo sabemos
que se declaró en ruina para evitar el pago a sus acreedores y trabajadores,
mientras ponía a salvo riquezas propias por un valor de muchos millones de
euros.
Pero no sólo Díaz Ferrán.
La lista de personajes que ha pasado por los juzgados por no cumplir con la
Seguridad Social, por comprar favores al amigo del gobierno o al alcalde “untado”,
por cometer actos presuntamente ilegales es muy extensa. Urdangarín, Bárcenas,
Campeón, EREs, Malaya, Palou, Pallerols, Pretoria, Gürtel, Trajes, Corbatas… Un
espanto.
Decía Maquiavelo que los
que desean congraciarse con un príncipe le ofrece caballos, armas, telas de
oro, piedras preciosas, etc. Hoy hay muchos “príncipes" seducidos. Son
miembros de PP, PSOE, UPN, CC, GIL, PAR, UM… Personajes vinculados a entidades
que viven entre nosotros, algunos muy cercanos. Telde, Mogán, Teresitas, Pájara,
Yaiza o Teguise han sido escenarios de actividades delictivas de mucho calado:
favores personales, negocietes prósperos y corruptelas varias. Visto así,
parece que los partidos han renunciado a canalizar la expresión del pluralismo
político y la participación ciudadana para dedicarse a encarrilar canonjías,
momios y arbitrariedades de todo tipo.
Afortunadamente hay
excepciones. Hasta la fecha, Agüimes ha sido un modelo de buena gestión y
probidad moral. Han intentado por todos los medios encontrar algún resquicio,
algún rastro de corruptela, y no ha sido posible. Si nada han encontrado es que
nada hay. Esperamos que siga así. Y en el supuesto de que se descubra algún
desvarío, sin paliativos, sin excusa, castigo riguroso al infractor.
Y ante esto…, ¿qué puede
hacer un pueblo resignado, sufrido y apaleado por los cuatro costados?
Ante todo no asumir esta
situación como algo inevitable. Tenemos que salir a la calle a protestar, a
hacer oír nuestra voz, a denunciar estos abusos. Salir a la calle para exigir
decoro en la vida pública, vergüenza a nuestros políticos y honor a nuestras
instituciones; a requerir medidas legales para que las conductas irregulares
sean castigadas con prontitud y firmeza.
Y esas medidas legales
deben contemplar, entre otras, la actualización de la ley de financiación de
los partidos, creando un organismo independiente (no vale el Tribunal de
Cuentas), que vigile su contabilidad, que vele por la legalidad de las
donaciones que reciben las organizaciones políticas y que denuncie cualquier
incumplimiento o abusos. Además, aunque sabemos que la mayoría de los cargos públicos
tienen vocación de servicio a la comunidad, a nadie se esconde que algunos “sujetos”
vienen a la política en busca de prosperidad personal y notoriedad social. Es
por tanto imprescindible fijar las retribuciones de los gobernantes, precisando
topes salariales máximos en función de la responsabilidad que el cargo
conlleva, para evitar que cuatro caraduras, con capacidad para fijar su propia
remuneración, se enriquezcan a costa de los ciudadanos. Por último, entendemos,
sería aconsejable regular la permanencia de las personas en los cargos, y fijar
las condiciones, siempre excepcionales, en la que se pueda ejercer
responsabilidades de gestión en distintas administraciones al mismo tiempo.
Los ciudadanos tenemos la
posibilidad de elegir a los mejores, a los garantes de la honorabilidad y vergüenza
política que el cargo público conlleva. Hagámoslo y no nos convirtamos en cómplices
indirectos de truhanes y granujas.
Terminamos con un
llamamiento a nuestros representantes institucionales. Es urgente encontrar fórmulas
encaminadas a mitigar el hartazgo ciudadano, a enmendar el abatimiento
colectivo. Los poderes públicos tienen que prevenir la arribada de cualquier
iluminado que, aprovechando con fines bastardos la desesperanza de los
desheredados, sojuzgue a una caterva de incautos y ponga en jaque a todo
nuestro sistema democrático. No es un tema baladí. El riesgo existe. Unámonos,
pues, en una sola voz para gritar “Quousque tandem …” antes de que sea
demasiado tarde.
*Gregorio González es vocal de la Mesa de Roque Aguayro y colaborador en las tertulias políticas de Radio Agüimes Onda Libre.