Jesús Vega*
Francisco González es el cura de
Agüimes. Lo será ya sólo por algo más de un mes, porque Miguel Lantigua,
actualmente párroco de Puerto del Rosario, será el que le sustituya. Cristóbal
Déniz, el párroco de Tamaraceite, dejará su puesto a Jorge Martín de la Coba. Y
José Benito, hasta ahora formador del Seminario Menor en la capital
grancanaria, se irá de párroco a Teguise para sustituir a Alejandro Santana que
marchará destinado a Valleseco.
Podría seguir con una larga lista de
curas que cambiarán de lugar a partir del mes de septiembre. Todos los años se
repite la misma liturgia de curas que se trasladan de un lugar a otro. Si es
cierto que desde la prehistoria existen las tribus nómadas, los curas canarios,
seguro, pertenecen a la tribu que más han practicado la trashumancia. Algunos
hacen traslados largos, como Juan Carlos Medina que desde Siete Palmas marcha a
Fuerteventura y otros se mueven apenas un par de kilómetros, como Benjamín
Ramírez que deja San Fernando de Maspalomas y se acerca un poco más a la playa
para sustituir a Jesús Marques en el Templo Ecuménico. O Ambrosio, que desde
Arguineguín se marcha a La Aldea a ocupar el puesto de Francisco García.
¿Tienen sentido todos estos cambios?
Los feligreses de cada parroquia lo interpretan de diferentes formas. Los que
están contentos con su cura porque es acogedor, amable, simpático y trabajador,
dicen que es injusto y muchos aseguran que nunca más van a tomarle cariño a su
párroco porque después sufren con la despedida. En cambio, los que están hartos
de su cura cascarrabias e intransigente darán saltos de alegría cuando sepan
que lo han destinado al Amazonas, por poner un lugar cercano. Lo que está claro
es que, en la Iglesia como en cualquier institución, nunca llueve a gusto de
todos. Personalmente estoy de acuerdo en que haya movilidad en el clero.
Resulta doloroso para los que se quedan y para el que se va. Pero aporta otros
muchos valores que invitan a renovarse, a dejar la monotonía o la comodidad. Sí
que son discutibles algunos cambios que se hacen… y mucho más otros que no se
hacen. Que tampoco es justo castigar a una parroquia con un cambio cada año, ni
lo contrario.
De todos modos, lo importante no es
cambiar geográficamente de lugar sino saber alejar las actitudes inmovilistas.
Y esto vale para los curas y para todas las tribus que pueblan la tierra. Lo
cómodo y fácil es mantenerse siempre donde uno está y no sólo geográficamente.
Es más preocupante la inmovilidad de ideas y actitudes. Por eso, una vez más recurro
al poeta León Felipe que ya dijo todo esto, pero con palabras y expresiones más
bellas:
“Ser en la vida romero, que no hagan
callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo…Pasar por todo una vez, una vez
sólo y ligero. Ligero, siempre ligero. Que no se acostumbre el pie a pisar el
mismo suelo, para que nunca recemos como el sacristán los rezos; sensibles a
todo viento y bajo todos los cielos. Poetas, nunca cantemos la vida de un mismo
pueblo, ni la flor de un solo huerto… Que sean todos los pueblos y todos los
huertos nuestros.”
Los curas que estos meses trasladan
todos sus bártulos a otro lugar podrán cantar a nuevos pueblos y recordar con
cariño los huertos que han dejado. Ojalá lo vivan así Domingo Muñoz, Daniel,
Jesús Manuel, Roberto y todo los que, al menos en el nuevo curso, van a
convertirse en los curas nómadas de Canarias. Mucha suerte y mucha alegría,
compañeros.
*Jesús Vega es párroco de Cruce de Arinaga y Playa de Arinaga. (www.parroquiasdearinaga.com)