Antonio Morales*
La sangre
de mi espíritu es mi lengua.
Miguel de Unamuno
No pretendo con este artículo
criticar el aprendizaje de un idioma. El conocimiento de una lengua, o de
varias, distintas a la materna es muy importante en este mundo globalizado. Es
esencial para encontrar un trabajo y no lo es menos para comunicarnos mejor con
otras culturas, para ejercitar el cerebro, para abrir espacios al conocimiento
y la formación… Otra cosa es el afán cesarista de imponernos a toda costa un
determinado idioma, el inglés, para reafirmar y reforzar el papel preponderante
de un modelo económico, tecnológico, político y cultural que habla inglés y que
lo utiliza como un elemento más de colonización sobre el resto de los pueblos
del planeta.
Escribo esta reflexión al hilo de la
intervención de la alcaldesa de Madrid ante el COI para defender la candidatura
olímpica de Madrid para el año 2020. El discurso de Ana Botella elogiando las
bondades de la capital de España rayó la estulticia, tal y como unos años antes
lo hiciera su esposo Aznar cuando contestó a las preguntas de un periodista en
un español con genuino acento norteamericano. Pudiéndolo hacer en español, que
es su idioma, y tal como lo hacen los franceses, por ejemplo, cada vez que intervienen
en un foro internacional, la regidora madrileña recurrió a la lengua de
Shakespeare para hacer el mayor de los ridículos y convertirse en la diana de
las bromas y el cachondeo. Presa de un provincianismo rampante que se traduce
en un sometimiento de la política y de la economía al mundo anglosajón, la
delegación española se convirtió en una caricatura burlesca de un país y de su
dignidad.
Pero este complejo de inferioridad no
es nuevo. No son pocas las veces que escuchamos a periodistas, analistas
políticos y a otros opinadores criticar que Suárez, González y Aznar en su día
y después Zapatero y ahora Rajoy no supieran hablar inglés. Afirman que no se
puede ser presidente de un país sin dominarlo. De la misma manera se va
extendiendo el mensaje de que no puedes acceder a determinados espacios de
prestigio social si no sabes expresarte en esa lengua. Al tiempo que Francia es
el país que más medios emplea para defender su idioma e impedir que se
incorporen palabras extranjeras y que ha cuestionado en la ONU la primacía del
inglés (“cierta dejadez lingüística ha favorecido una tendencia a hablar
primero en inglés”, llegó a expresar Boutros-Ghali), por aquí poco a poco va
perdiendo peso el orgullo y la obligación de defender un idioma que hoy hablan casi
500 millones de personas; que tras el chino mandarín es la lengua más hablada
del mundo y el segundo en comunicación, detrás del inglés; que es uno de los
seis idiomas oficiales de la ONU; que lo es también de numerosas organizaciones
político-económicas internacionales; que es el segundo idioma más estudiado del
mundo; que es el tercer idioma más empleado en la red (después de crecer un
800%); que es el segundo en Twitter…
Mientras cada día se habla un español
cada vez más zarrapastroso, según Víctor García de la Concha, vamos dando paso
a expresiones inglesas que nos van invadiendo sin que hagamos absolutamente
nada. Así, un conocido programa de televisión designa a un “coach” para hacer
seguimiento a los artistas noveles, en vez de ponerlos en manos de un
preparador, un asesor, un supervisor, un instructor, un entrenador, un monitor,
un tutor o muchas más acepciones; para conocer lo que se encuentra detrás del
escenario o entre bastidores tenemos que ir al “backestage”; en noviembre
pasado, el Cabildo grancanario nos presentaba la Gran Canaria Fashion &
Friends que estaba plagada de “show cooking”, pasarelas “workshops”, un espacio
“the living room”, y contaba además con un “spray-on-fabric” y un “happy
market”…; el actor Jorge Sanz inauguraba el otro día en Las Palmas de Gran
Canaria un “coworking”, en vez de unos espacios compartidos; los mecenazgos o
los patrocinios culturales ahora se llaman “crowfunding”; la hija del Jefe de
la Casa Real se casaba en estos días con un entrenador que era su “personal trainer”;
otra vez el Cabildo esta semana anunciaba la puesta en marcha del programa
“Living Lab”, que incluye la formación de vendedores (“personal shopper”) y una
plataforma “social shopping”; hace unos días un periódico local hacía una
crónica de la visita de los reyes de Holanda, diciéndonos que “Doña Letizia
completó su 'look' con salones 'nude' y 'clutch' de 'print' serpiente”; incluso
Rubalcaba lució camiseta para decirnos que podía conseguir ganar con un “We Can
Do It”… Y podría seguir aportando innumerables ejemplos… Y menos mal que aún
cantamos en español en Eurovisión y no hemos claudicado como muchos países
europeos que han renunciado incluso a su lengua oficial para sustituirla por el
inglés.
Pero no solo sucede con el idioma. En
los colegios, en las academias, en internet, en el mundo mediático, a medida
que se enseña el idioma, se nos va impregnando también de la cultura
anglosajona y vamos viendo como la celebración de los “Finaos”, que honra a
nuestros difuntos, se va sustituyendo por una especie de carnaval consumista
que tiene a nuestros niños ahora de puerta en puerta pidiendo trucos o tratos
sin sentido para imitar al mejor Halloween americano o vemos como un Papá Noel,
inventado por la Coca-Cola, va ocupando un lugar en nuestras casas, a veces en
detrimento de los Reyes Magos. Y vemos su primacía en la música, en el cine, en
la televisión…
Ponía antes el ejemplo de Francia y
la defensa de su lengua. Alemania está en estos momentos elaborando una
propuesta para impedir el acceso a puestos de trabajo en su país a quién no
conozca su idioma y el mismo Senado norteamericano, ante el auge del
castellano, elaboró varias enmiendas y legisló para frenar su avance y porque,
como declaró George Bush, el sueño americano solo se puede alcanzar hablando inglés.
Y por lo que parece, también el sueño español
Paradójicamente, a la vez que nos
plegamos al dominio del inglés y renunciamos a nuestra lengua en los foros
internacionales, en Latinoamérica la protección al idioma de Cervantes es digna
de encomio. Celebran como nadie el Día del Idioma Español y expanden la lengua
con ilusión, cariño y respeto. Resulta un contrasentido que el crecimiento del
español y su defensa dependa fundamentalmente de los países del otro lado del
Atlántico y de su gente. Aunque por aquí también se crean plataformas de
intelectuales para defenderlo. Sí, pero del catalán. Y ni una palabra sobre la
imposición y el acoso del inglés. Y no parece que un país sometido a los
mercados y que ha cedido su soberanía política vaya a ser capaz de ir más allá.
En su día cité un texto de Manuel
Vicent que quiero volver a compartir. Decía así: “A la hora de firmar un
contrato internacional y de acceder a las últimas conquistas del cerebro
humano, la lengua de Cervantes no sirve para nada. Hay que saber inglés. En
este sentido conviene inculcar a nuestros escolares una idea básica: El
castellano sirve para soñar, para rezar, para escribir bellas historias, para
rememorar grandes hazañas del pasado, pero no interviene en absoluto en la
economía mundial ni en el pensamiento científico. Su zona de máxima influencia
está en los sótanos del Imperio, donde se friegan los platos y se cargan los
paquetes”.
Ese es el reto, prestigiar el idioma
que une a una comunidad de quinientos millones de personas y que es valorado
solo por un 2% de la población europea; poner coto al lingüicismo, como lo
describe Skutnabb-Kangas, que segrega, discrimina, estigmatiza o excluye a los
individuos o los pueblos en función de la lengua que hablen y romper el
imperialismo lingüístico que no solo se queda en el habla sino que desarrolla
estructuras de poder y dominación a través de un sistema político y económico
que necesita también imponer un idioma como parte importante del control de la
ciencia, la economía, la cultura, la educación… Pero eso no se consigue con el
ejemplo de Ana Botella renunciando a su idioma para chapurrear el inglés. Para
quedar más “cool”.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)