Fernando T. Romero*
Pretendemos compartir
algunas reflexiones sobre la crisis generalizada que padecemos, que no es sólo
financiera, como pretenden hacernos creer quienes nos gobiernan. Se trata de
una crisis social muy profunda. Se nos insiste y repite continuamente: “no hay
alternativas”. Así justifican sus acciones contra los ciudadanos.
Nos están haciendo pagar la factura de una crisis causada por la codicia de otros con el argumento de que
la culpa es nuestra. Y lo están haciendo conduciéndonos al pasado. Es decir,
volviendo realmente hacia atrás. Su objetivo final: recuperar una sociedad sin
derechos sociales ni laborales y con ideologías débilmente democráticas o
indiferentes hacia lo político, pues las prioridades de los ciudadanos tienen
que centrarse, lógicamente, en los enormes problemas económicos y de
subsistencia cotidianos.
Por ello, denunciamos la
forma edulcorada en que se nos presenta casi siempre los mensajes y las tristes
y lamentables decisiones del gobierno que, reiteradamente, perjudican siempre a
los mismos. Pero que, curiosamente, los beneficiados, aunque otros, son también
siempre los mismos.
De un tiempo a esta parte,
el lenguaje que se utiliza desde el Gobierno del Partido Popular constituye
todo un ejemplo de manipulación retórica. Y en cuanto a su contenido, dicho
lenguaje da por hecho que el conjunto de la ciudadanía es ignorante y estúpida.
Así, por ejemplo,
observamos que la reforma eléctrica de nuestro ínclito Ministro de Industria
significa subida de la luz; la reforma laboral, bajada de los salarios y
aumento del desempleo; las reformas educativa y judicial, subidas de tasas
entre otras cosas; la reforma sanitaria, copago de medicamentos; la reforma de
las pensiones, disminución de las mismas, etc.
Según la RAE, el término “reforma”
en una de sus acepciones significa “aquello que se propone, proyecta o ejecuta
como innovación o mejora en algo”. Por su parte, el término “recorte” o
recortar significa “disminuir o hacer más pequeño algo material o inmaterial”.
Sin que uno sea especialista en la materia, estaremos de acuerdo en que “innovar
o mejorar en algo” es todo lo contrario que “disminuir a hacer más pequeño algo”.
¿Por qué teniendo contenidos prácticamente antónimos, desde el poder se nos
pretende presentar ambas palabras (reformas y recortes) como sinónimas?
¿Por qué este gobierno
manipula el lenguaje y no llama a sus “reformas” lo que verdaderamente son:
RECORTES? ¿Por qué en vez de tratar de engañarnos con su “política de reformas
o reformista” no reconocen claramente su empecinada “política de recortes” que
no cesa? No es casualidad. Está claro que nos engañan o pretenden engañarnos a
conciencia, es decir, premeditadamente.
Por otra parte, es evidente
que mintieron a la ciudadanía nada más llegar al poder (como nunca lo ha hecho
ningún partido), iniciando un programa de gobierno totalmente contrario al
prometido a los electores (comportamiento que inhabilita éticamente al PP para
gobernar, aunque no legalmente).
El propio Sr. Rajoy lo ha
reconocido: “No he cumplido el programa electoral, pero he cumplido con mi
deber”. Suena bien, pero es otra mentira más. Sr. Presidente, su deber es
cumplir el programa electoral y no otra cosa. Y usted lo sabe…
Este gobierno, sus
ministros y altos cargos, con el apoyo reiterado e inestimable de sus numerosas
terminales mediáticas, ha conseguido que la manipulación y la mentira se haya
instalado y normalizado en la ciudadanía. Ocurre, según ha escrito Juan José
Millás, como con el Síndrome de Diógenes: “el enfermo deja de percibir con el
tiempo el olor de las basuras acumuladas”.
Los principios y valores éticos,
propios de la vida pública democrática, están siendo enterrados progresivamente
en fosas muy profundas para que no dejen rastro. Mientras tanto, se hacen
visibles, cada vez más, expresiones, argumentos y símbolos nazi-fascistas que
son permitidos, tolerados o “comprendidos” por quienes tienen la obligación
legal de perseguirlos.
Y por si fueran pocos los
desmanes contra la ciudadanía provocados por los sucesivos recortes en todos
los ámbitos de la sociedad, recientemente ha reaparecido el FMI con una nueva recomendación
al gobierno para salir de la crisis: una bajada generalizada de salarios del
10%. Dada su trayectoria, no duden de que este gobierno, siempre sumiso y
dispuesto a obedecer a los poderosos (Troika: Comisión Europea, BCE y FMI), de
una manera u otra, buscará la fórmula para justificar la aplicación de la
mencionada bajada de salarios a los trabajadores. De todas maneras, ya se verá…
Y todo ello, a pesar de que
en los últimos cinco años, entre la rebaja de ingresos y la subida generalizada
de impuestos, los trabajadores han perdido más de un 20% de su poder
adquisitivo. Sin contar, además, los millones de personas desempleadas
producidas desde entonces.
¿Puede entender alguien que
la prosperidad de un país exija la ruina de sus trabajadores? Pues eso es lo
que nos proponen. ¡Y el gobierno, qué débil con los fuertes! Sin embargo, se
manifiesta muy fuerte y despiadado con los débiles. Pero es que, por si fuera
poco, ha sido precisamente esa masa de débiles (los ciudadanos) los que le han
dado el poder. ¡Qué paradoja!
¡Ah! Y tenemos suerte: el
FMI todavía no ha recomendado al gobierno restablecer la esclavitud, porque si
no…
Sin embargo, no todo es
pesimismo. Algunas personas e instituciones, conscientes y comprometidas con la
dura realidad actual, nos invitan a que mantengamos una actitud crítica, firme
y de compromiso, siempre atenta y dispuesta a mejorar esta sociedad tan triste
y depauperada. Es el caso, por ejemplo, de Pablo Herránz, Director de Cáritas
de Las Palmas (por lo que nada sospechoso de radicalismo), quien ha
manifestado: “Si el sistema está corrupto habrá que ser antisistema”.
O veamos, también, lo que
nos dice Josep Fontana, ilustre historiador y profesor emérito de la
Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). En unas declaraciones recientes ha
manifestado que la función del historiador debe consistir en ayudar a la gente
a pensar y razonar con datos, alejándose no sólo de tópicos y de prejuicios
sino también de grandes esquemas y modelos interpretativos.
A sus 82 años, cree que ni
la socialdemocracia ni los sindicatos pueden hacer frente a este sistema
corrupto y depredador. Y continúa: “Lo que veo más estimulante son los
movimientos de base a partir de los problemas concretos (desahucios, estafados
por las preferentes, amenazados por despidos colectivos, etc.). El franquismo
cayó, en parte, por miedo a esos movimientos. El problema es darle forma política
a la protesta. Mientras no se dé, el poder no hará concesiones”.
Como podemos deducir, todavía
nos queda la esperanza.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.