No siempre resulta sencillo
enfrentarse a las grandes palabras. Al menos, no para mi. Tal vez sea por eso,
porque son grandes, porque trascienden nuestra pequeñez, porque contienen el
mundo, porque no podemos abarcarlas, porque, a veces, nos desnudan el alma.
Puede sin embargo que todo sea más
prosaico. Puede que sólo exista un miedo atávico a la libertad, a la
incertidumbre de no saber que vamos a encontrarnos tras ellas, al temor de que
nos puedan comprometer demasiado, o a que acaben descubriendo nuestras
miserias.
Pensar. Existir. Amor. Vivir.
Morir. Fe. Ateísmo. Dios. ...
Palabras enormes. Palabras
hermosas. No es posible permanecer indiferente ante la contemplación de tanta
sabiduría acumulada. Cientos, miles de años tras la búsqueda del conocimiento,
estudiando el universo y tratando de entender al hombre, asombrándonos del
poder de la naturaleza y tratando de explicar nuestra humillante fragilidad.
Libertad. Fraternidad. Justicia.
Igualdad. Guerra. Paz. ...
Son palabras nuestras. Las
creamos nosotros. Pertenecen a nuestro patrimonio universal. Nos explican. Nos
definen. Nos afirman. Las necesitamos para existir.
Cada una de ellas encierra un
tratado. Generaciones de hombres y mujeres cargados de sabiduría las
costruyeron para nosotros. Para facilitar nuestra comunicación y nuestro
entendimiento. Para hacer más sencilla la búsqueda de nuestro propio yo.
Pensar. Existir. Amor. Vivir.
Morir. Fe. Ateísmo. Dios. Libertad. Fraternidad. Justicia. Igualdad. Guerra.
Paz. ...
Son palabras simples, rotundas,
hondas. Me descalzaría ante ellas en señal de respeto.
Un niño de cuatro años será capaz
de manejar un teléfono móvil de última generación o una tableta digital, con la
misma facilidad con la que aprende a caminar o balbucea sus primeras palabras.
Pero habrá perdido su capacidad de asombro. Ni siquiera se hará preguntas. Se
conectará con ciudades distantes a miles de kilómetros y verá lo que está
pasando en ellas. Y le verán a él. Oirá y le escucharán. Hará clic en su
ordenador y podrá visitar las Pirámides de Egipto o escalará hasta el Machu
Picchu, visitará el Louvre en París o se sentará en un banco de la Biblioteca Nacional.
Y pasará el tiempo y seguirá sin asombrarse. Y no preguntará, ni entenderá, ni
agradecerá.
Pensar. Existir. Libertad. Amor.
Vivir. Morir. Fe. Ateísmo. Dios. ...
Melancolía. Susurro. Fragilidad.
Sosiego. Serenidad. Quebranto. Embeleso. ...
El milagro de las palabras. El
milagro del lenguaje. Hablar. Escribir. Comunicarse. ...
Nunca hubo un descubrimiento
mayor. Nunca el hombre avanzó tanto. Nunca ha estado tan cerca de la sabiduría.
Y aquí estamos, ciegos, mudos, pequeños, sin capacidad para el asombro, sin
atrevernos a cuestionarnos nada, sin entender nada, pequeños, solitarios,
autistas. Y la felicidad escapándosenos por entre los intersticios de la mente.
Mariposa. Alféizar. Ambrosía.
Remanso. Amanecer. Crepúsculo. Sonrisas. Lágrimas. Luz. Firmamento. Revolución.
Pensar. Soñar. Pensar. Hablar. Vivir. Vivir. Vivir.
Pensar. Soñar. Pensar. Hablar. Vivir. Vivir. Vivir.