El Papa, como se sabe, es un personaje tremendamente popular. Todo el mundo lo nombra y lo cita, aunque a veces se le apliquen cosas que él no ha dicho. Está claro que cae bien. Cuando pregunto a los niños si saben cómo se llama el Obispo de Canarias o el cura de su parroquia, algunos dudan mucho o no lo saben. Pero si pregunto por el nombre del Papa, los niños, todos, pronuncian su nombre antes de acabar la pregunta.
Con ocasión del reciente Día Internacional de los Derechos de los Niños y Niñas el cura de una parroquia visitó un colegio de Primaria. Cuando llegó, muchos le reconocieron y le saludaron con la espontaneidad y alegría que muestran los niños. Gustavo, de unos 8 años, hijo de padres no católicos, se acercó con asombro al cura y le dijo: "Tú eres el Papa, ¿verdad?" Y el profesor, tratando de no defraudar al niño le dijo que bueno, que no es el papa, pero en cierto modo lo representa. Y todos quedaron satisfechos con la sabia respuesta del maestro.
Los niños saben del Papa. Y el Papa también sabe de los niños. Y de sus derechos. En una ocasión, tirando de la oreja a algunos párrocos, dijo que “a los niños que lloran, nunca hay que echarlos de la iglesia. Es la mejor predicación”. Hombre, mejor que la de algunos curas, seguro que sí. Y hace unos meses, en el rezo del ángelus, afirmó que “una sociedad sin niños es triste y gris”. Y concluyó recordando que “los niños dan vida, alegría y esperanza”. Lo cual es una gran verdad, aunque también a veces den dolores de cabeza.
Hace unos días, el Papa expresó su confianza en que “la comunidad internacional vigile atentamente las condiciones de vida de los niños, en particular allí donde están expuestos a ser reclutados por grupos armados. Y que ayude a las familias a garantizar a todos los niños y niñas el derecho a la escolarización y la educación”.
Francisco ha sido muy claro al denunciar los abusos de todo tipo a los que algunos niños han sido sometidos. Y no se ha mordido la lengua para censurar las conductas inmorales de los mayores, aunque fueran hombres de Iglesia. Hemos contemplado muchísimos gestos del Papa Francisco que transmiten su respeto y cariño a los más pequeños. Recuerdo uno muy singular. El Papa Francisco se acercó a abrazar a un niño durante su visita a la iglesia luterana en Roma, hace sólo unos días. Y durante una homilía a hijos de inmigrantes, hizo referencia al “sueño” de Luther King afirmando que él también “sueña que muchos niños tengan igualdad de oportunidades y puedan crecer con alegría”. Excelente deseo que aplaudo con entusiasmo.
P.D.: Dedicado a los niños del Colegio Beñesmén de Cruce de Arinaga que están ilusionados porque el domingo 29 van a cantar en la iglesia, dirigidos y animados por los profesores Alejandro y Domingo. Seguro que, si estuviera por aquí el Papa Francisco, se sentiría muy satisfecho y les dedicaría una sonrisa cariñosa. Y, a falta del papa, el párroco del lugar “que en cierto modo lo representa”, sonreirá también de oreja a oreja. Por los derechos de los niños y niñas de todo el mundo.
*Jesús Vega es Párroco de San José Obrero del Cruce de Arinaga y Vicario de las parroquias de Ingenio.