Jesús Vega*
Para algunas personas, el saludo normal de estos días que celebramos la resurrección de Jesús es decir ¡feliz Pascua! Aquí, en Canarias, no es muy frecuente. A Javier, un amigo uruguayo, le sorprendió que, cuando hace unos días felicitaba por la Pascua, algunos le pusieran cara de sorpresa. No lo entendían. Y Domingo me contó que, hasta ayer mismo, nunca nadie le había felicitado la Pascua de resurrección. Incluso Luisa, que había participado en la Vigilia Pascual, se echó a reír cuando, a la salida de la misma, le dije feliz Pascua. Pensaba que era una broma.
La verdad, no me preocupa mucho que nos felicitemos o no la Pascua. Al fin y al cabo, las frases hechas son un formulismo que no siempre nacen del corazón. Lo importante es que estamos celebrando la Pascua de Jesús, su paso de la muerte a la vida. Y que haya muchas que también tengan motivos para celebrar su propia pascua. Porque andaban en la oscuridad de la rabia, o el rencor o la envidia y dieron o están dando el paso a otro estilo de vida más fraterna.
Siempre, durante la Semana Santa, tengo la suerte de poder escuchar testimonios de personas del pueblo que me entusiasman. Algunos admirables. Hay gente que te cuenta que, con un montón de dificultades en el trabajo o en la casa, intentan poner actitudes de bondad. No les resulta fácil. Lo pasan mal. Pero sacan de su corazón lo bueno que hay dentro. A esos siempre los felicito y agradezco y animo en lo que puedo, porque también a mí me animan.
El padre Rudy, el cura guatemalteco que participó con nosotros en la Semana Santa, contó que a su padre y a su hermano lo asesinaron a sangre fría no hace mucho. Y, a pesar de su dolor, nos habló del perdón. Y era sincero. Por eso siento vergüenza por las veces que a uno le cuesta perdonar u olvidar una tontería. Y un joven preso en Juan Grande me contó su decisión de iniciar un proceso para desengancharse de la droga, que fue lo que le llevó a delinquir y a la prisión. Eso es ponerse en camino hacia la Pascua. Y cuando uno escucha estos testimonios, dan ganas de desear que todo el mundo sea feliz, que todo el mundo sea bueno y que queden atrás los egoísmos y maldades.
Por eso, a lo mejor no lo digo, porque tal vez no me comprendan. Pero en estos días, a cada persona que veo, interiormente le deseo una feliz Pascua.
Siempre, durante la Semana Santa, tengo la suerte de poder escuchar testimonios de personas del pueblo que me entusiasman. Algunos admirables. Hay gente que te cuenta que, con un montón de dificultades en el trabajo o en la casa, intentan poner actitudes de bondad. No les resulta fácil. Lo pasan mal. Pero sacan de su corazón lo bueno que hay dentro. A esos siempre los felicito y agradezco y animo en lo que puedo, porque también a mí me animan.
El padre Rudy, el cura guatemalteco que participó con nosotros en la Semana Santa, contó que a su padre y a su hermano lo asesinaron a sangre fría no hace mucho. Y, a pesar de su dolor, nos habló del perdón. Y era sincero. Por eso siento vergüenza por las veces que a uno le cuesta perdonar u olvidar una tontería. Y un joven preso en Juan Grande me contó su decisión de iniciar un proceso para desengancharse de la droga, que fue lo que le llevó a delinquir y a la prisión. Eso es ponerse en camino hacia la Pascua. Y cuando uno escucha estos testimonios, dan ganas de desear que todo el mundo sea feliz, que todo el mundo sea bueno y que queden atrás los egoísmos y maldades.
Por eso, a lo mejor no lo digo, porque tal vez no me comprendan. Pero en estos días, a cada persona que veo, interiormente le deseo una feliz Pascua.
*Jesús Vega es Párroco de San José Obrero del Cruce de Arinaga.