17 de diciembre de 2019

Colaboración: Hoy cumplirías 60 años y me hubiese gustado más haberte felicitado que decirte adiós para siempre

Martes, 17 de diciembre.

José López (Pepe el de Guayadeque)
"El cementerio es sagrado, donde va el grande y el chico. Ahí no se afrenta el rico de tener al pobre al lado".
Adiós para siempre. Adiós. El pasado 29 de noviembre, el Barranco de Guayadeque perdió un familiar, un vecino, un primo, un amigo. Y a esta pérdida le sumamos la tristeza, los recuerdos, el vacío, la soledad de los que ha dejado.
La población de este bello lugar va desapareciendo cada vez más, se parece cada vez más a los lugares donde habitaron nuestros antepasados, cada vez más desierto, cada vez más triste.
Los que conocimos bien al amigo Pepe sabemos de que color era el caballo blanco de Santiago; los que no, se preguntarán si blanco era el color o el nombre del animal.
Si hablamos del amigo fallecido, no lo recordamos como alguien conformista, sino como alguien que cada vez quería más y más. Si lo recordamos desde su niñez, no lo recordamos haciendo las tareas o faenas del campo como cualquier otro. Siempre fue diferente.
Fue una persona que lo tuvo todo, o mejor dicho, siempre se pudo permitir sus gustos. Gustos que no eran presumir de coches nuevos ni de estar vestido con ropas y zapatos de marca. Era de estar siempre con trastos viejos, y si no estaba sucio, parecía que no estaba a gusto. Fuiste alguien que desde que se te ocupaba para algo, si podías, lo hacías. 
Gracias a Dios pasábamos casi siempre por los mismos caminos y nunca tropezamos, y nos saludábamos, y hablábamos.
Tu ausencia ha sido un caso para reflexionar más sobre lo que es la vida y, siguiendo la creencia de nuestros mayores, siempre pensando en un más allá.
Sabes que si necesitas algo de este mundo, con mi persona puedes contar que, sin duda alguna, te voy a ayudar. 
Solo pedirte que, dónde quiera que estés descansando, des fuerza a tu esposa, tu hija y tu familia para que todo siga adelante.
Sabes que si estuviésemos echándonos una conversada cuando me fui a despedir de ti te hubiese dicho "pues bueno, hasta luego, ¡Josefa!", pero tristemente ahora me tengo que despedir diciéndote que descanses en paz, primo.
Adios, para siempre adiós.