12 de junio de 2020

Colaboración: Donde duermen las estrellas

Viernes, 12 de junio.

Paqui Domínguez*
En los años 30 del siglo pasado, aquí, en nuestras islas afortunadas, se convivía mayoritariamente con el hambre y la carencia de casi todo: salud, educación, lejanía del continente europeo, en medio del Atlántico.
Muchos de nuestros antepasados tuvieron que abandonar a sus familias, pueblo e isla para, en un arriesgado viaje, solo cierto en la ida, aventurarse a buscar una salida a la inhumana y castigadora pobreza.
Mi bisabuelo y abuelo materno, residentes en Agüimes, tuvieron que viajar a Cuba y, mientras la esperanza e incertidumbre viajaban con ellos, también permanecían en Agüimes, en la casa en la que vivían la madre con sus seis hijos y una hija, esperando siempre noticias.
Mi bisabuelo Vicente y mi abuelo José pudieron llegar a Cuba e instalarse en la provincia de Santa Clara, donde otros agüimenses ya vivían, y trabajaron en un ingenio azucarero de sol a sol cortando caña de azúcar y durmiendo debajo de un carro.
Mi tío abuelo materno, Vicente, emigró a Guinea.
Mis tíos abuelos paternos emigraron a Argentina y se fueron instalando, según iban llegando, en la Ciudad de Mendoza, donde viven los parientes descendientes de los inmigrantes Domínguez.
Del muelle de Arinaga, en los años 50, partían barcos clandestinos, inseguros, sin límites de aforo, en madrugadas no anunciadas, llenos de personas que pagaban y se atrevían a lanzarse al mar para llegar a la tierra de prosperidad: Venezuela.
En los años 50-60 llegaron a la pobre, árida y descampada Comarca del Sureste grancanaria familias procedentes de Lanzarote, Fuerteventura y del centro y norte de Gran Canaria como aparceros que trabajaban en la tierra y almacenes para exportadores y terratenientes. Vivían en cuarterías.
Algunas familias de nuestro municipio emigraron al Sáhara español como trabajadores y colones. Cuando España entrega a Marruecos los territorios ocupados provoca el desplazamiento de los saharauis que no aceptaron a los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia, donde permanecen.
También quienes tuvieron que salir huyendo de la persecución política, los exiliados políticos a México, Puerto Rico, Argentina.
Y hoy en día nuestra juventud formada y cualificada emigra a Europa a trabajar en puestos de servicios; emigrantes con carnet de ciudadanía europea que tienen la posibilidad de legalizar burocráticamente su desarraigo y ser mano de obra barata, la mayoría.
El ser del Sur del Sur, la ubicación geográfica, para algunos con la nostalgia y el sentimiento de mantenernos mentalmente en el recuadro que nos ubicaba en el rincón bajo derecho del mapa de España, superado por la reinvindación de sentirnos tricontinentales, nos reubicamos en el lugar que siempre hemos estado, en medio del Atlántico, en el lugar de apeadero, tránsito y puente entre Europa, América y África.
Si fuéramos capaces de proyectarnos en cualquier pueblo de cualquier país subsahariano, sentirnos en la piel de quienes han sido despojados de sus propios bienes y ahora arriesgan sus vidas y los escasos recursos económicos de toda la aldea, en algunos casos para buscar un mejor porvenir que pueda revertir en le bienestar de su comunidad.
Hace unos años, después de un viaje largo y tenebroso, cuando quedaban unos 20 metros para alcanzar la orilla en la bahía del Risco Verde, en Arinaga, trabucó la patera y fallecieron 10 inmigrantes, sobrevivieron 6.
Tengo presente algunas de las obras de literatura que pone en solfa el tema de la inmigración: "Me llamo Suleimán" o "Donde mueren los ríos", de Antonio Lozano; "La maleta", de Pedro Lezcano; "Barranco abajo", texto original de Yeray Rodríguez; "Naufragio de Valbanera".
Algunos datos numéricos nos ayudan a conocer nuestra realidad, quienes nos visitan desde distintos puntos de origen: "Canarias cerró el año 2019 con 13,1 millones de turistas extranjeros", según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entrando en nuestras islas por puertos y aeropuertos procedentes de la próspera Europa, principalmente.
En el mismo año, 2019, fueron 2.698 inmigrantes los que alcanzaron nuestras costas canarias en 133 pateras.
Al menos un centenar y medio de inmigrantes desaparecieron, fallecieron en el mar tratando de alcanzar las Islas Canarias en el 2019, según los datos de la Organización Internacional para la Inmigración (OIM). A esta cifra se suman otras 348 personas que han muerto en la otra ruta hacia España, la del Mediterráneo occidental, que lleva a otras costas españolas: baleares, peninsulares ceutíes y melillenses.
Hoy, que el planeta vive la dura pandemia que nos azota, comprobamos que nos despojamos de la más acuciante generosidad, temerosos de poder perder el propio bienestar, considero que  generoso es el que comparte lo que tiene y no lo que le sobra.
La caridad es un acto de empatía con quienes nos necesitan, de acompañamiento más universal y humano que espiritual o religioso. La caridad no se puede entender sin la reinvindicación de la dignidad, de igual a igual, y la entrega solidaria a los más débiles y vulnerables.
Las medidas que se tomen no solo deben ser propiciadas por buenas intenciones, sino ejecutadas con eficacia para acogen con respeto, consideración y medios dignos, para superar situaciones de desarraigo, injusticia y dolor. Tenemos que estar todos a una, las medidas, los recursos y la comprensión deben llegar desde el consenso y la cooperación, de la corrección de errores y avanzar para subsanar las circunstancias de crisis multicefálica que azota es este, nuestro planeta.
Los canarios sabemos bastante de migración, de práctica solidaria, tanto con quienes llegan como con los países de origen.
Momentos difíciles, pero superables, colaborar es aceptar y aceptar es acoger y, a la vez, exigir que sea con las máximas garantías de fiabilidad, respeto, dignidad, de salud y seguridad.
Si pudiéramos elegir: acomodados residentes en nuestro país, inmigrante, emigrante. Creo que en la mayoría de los casos no se puede elegir. La necesidad obliga.
Las mismas estrellas que habitan en el cielo nocturno del desierto africano son las que vemos cada noche en nuestro cielo. No solo existe el Norte y el Sur. La estrella más cercana, el sol, sale cada día y viaja desde el Este al Oeste por todo el planeta sin pedir papeles, ni lugar de origen, nos brinda su luz, energía y calidez sin discriminar ni seleccionar.
Las estrellas no duermen, siempre están: solo brillan en la oscuridad, permanecen, nos dan tregua para que nos reconozcamos como seres vivos, sumando vidas y entregados a la supervivencia como especie.
*Paqui Domínguez es exconcejala de Roque Aguayro en el Ayuntamiento de Agüimes y exdiputada regional de Nueva Canarias (NC).