29 de marzo de 2021

Opinión: ¿Masoquismo social?

 Lunes, 29 de marzo.

Fernando T. Romero

Desde hace varios lustros, las empresas medias y grandes y los sindicatos (casi todos) funcionan como instituciones paraestatales. Lo mismo puede decirse de las universidades y de los colegios profesionales, con alguna excepción. Por otra parte, la influencia ética y moral de los intelectuales en la sociedad se ha diluido, no existe o ya no importa nada a casi nadie. 
Después de un año de pandemia se ha llegado a cifras y porcentajes negativos similares a los peores momentos de la anterior crisis de 2008, que no dio síntomas de remitir hasta 2015. Igual que ahora, entonces asombró que no se produjera ni un conato de protestas: ni una manifestación ni manifiestos ni huelgas ni nada.
Canarias tiene ya cerca de 300.000 desempleados y unos 85.000 más, adscritos a expedientes de regulación de empleo. Y, además, sufrimos un paro juvenil (menores de 25 años) que alcanza el 70%.
Sin embargo, ahora lo único que moviliza (o ha movilizado) algo en las calles en Canarias ha sido la gestión de la migración de origen africana. Es decir, los pobres contra los más pobres. Mientras tanto, entre nosotros siguen aumentando los parados, las ayudas no llegan a tiempo y la desigualdad se acelera; pero nada de esto induce a la protesta social en esta tierra.
Ante este panorama de inmovilidad, silencio y resignación, es necesario y urgente la construcción (o reconstrucción) de una sociedad civil fuerte, organizada, crítica, creativa y autónoma frente al poder político para fortalecer el sistema democrático y optimizar un crecimiento económico justo, humano y suficiente para todos.
Nuestra debilidad colectiva y nuestro silencio derrotista nos mantiene amordazados como sociedad. Se nos ha impuesto la búsqueda de soluciones individuales ante los problemas colectivos. El individualismo y la insolidaridad ha ganado la batalla a la ayuda mutua y a la solidaridad. Es una lucha de David contra Goliat, pero que, en este sistema, siempre gana Goliat.
Retrocedemos a la ley de la selva. El gran capitalismo se ha impuesto. Por si hubiera alguna duda, ahí tenemos, en el caso de las vacunas anti-Covid-19, a las grandes farmacéuticas imponiendo sus criterios a todos los gobiernos del mundo.
¿Necesitamos todavía que nos sigan dando más palos para reaccionar colectivamente? ¡Cuánto masoquismo!