Lunes, 19 de abril.
Rosa Santa-Daria
Por segunda vez se interrumpe la vacunación para hacer frente a la Covid, con una de sus marcas. Es comprensible que la urgencia por inmunizarnos y controlar la pandemia y el número de dosis administradas lleve a descubrir efectos secundarios desconocidos en los primeros ensayos. Y también es comprensible que se vayan adaptando los protocolos de inoculación.
Sabemos que se han autorizado varias y que se administran a distintos grupos y edades. Pero nada más. La mayor parte de los ciudadanos no tenemos ni idea de tipos, de vectores víricos ni de ARN, pero, como venimos comprobando en todos los ámbitos, todo el mundo cree ser especialista en cualquier ámbito del conocimiento. ¿Recuerdan ustedes alguna marca de las vacunas que se pusieron o que les han puesto a sus hijos? NO. Todos sabemos que existe la vacuna de la gripe y las campañas de vacunación recuerdan que con ella evitamos consecuencias graves. Todos hemos olvidado la incidencia, las camas hospitalarias que ocupaban y los fallecidos, pero no hemos olvidado el nombre de esa vacuna porque nunca lo hemos sabido.
Desde que empezó la pandemia, los medios de comunicación se volcaron en tener informados a los lectores, oyentes y espectadores sobre el número de infectados, fallecidos, camas hospitalarias ocupadas, síntomas, tratamientos, medidas de protección y gestión de la pandemia. Es su obligación y así lo hicieron, unos mejor que otros evidentemente. Pero no hemos sabido digerir tanta información. La ansiedad se ha apoderado de todos y la necesidad de respuestas impide el tiempo necesario para estudiar la situación. La vacuna y las medidas de higiene podrán con la pandemia si los ciudadanos cumplimos con estas y dejamos que los científicos se encarguen de las vacunas.
Los políticos no pueden ni deben caer en las trampas que el ciudadano, con mala o buena intención, les pone. Las redes sociales enredan a todos los que se dejan, pero los gestores solo deben escuchar a los científicos y actuar siguiendo sus recomendaciones. Ese vaivén de cambios solo trae confusión y aumenta el número de personas que se niegan a poner la vacuna porque no confían en quienes las aprueban. Si los cambios son necesarios, aprendamos a comunicarlos con argumentos serios.
Vivimos en la época en la que con vídeos de YouTube la gente repara electrodomésticos, hace trabajos de albañilería y fontanería, aprende matemáticas, cocina como un chef, medita o hace yoga, corta el pelo, cura enfermedades y un sinfín de tareas más. El sabio refranero dice "aprendiz de todo, maestro de nada". Deberíamos "hacérnoslo mirar" porque esto se nos está escapando de las manos.
*Rosa Santa-Daría es profesora del IES Joaquín Artiles de Agüimes.