13 de mayo de 2021

Opinión: La ficción del lenguaje frente a la realidad

 Jueves, 13 de mayo.

Fernando T. Romero

Nuestra sociedad utiliza el lenguaje con la pretensión aceptada de que la ficción supere a la realidad. Pero ésta (la realidad) es muy tozuda y no nos queda más remedio que rendirnos a ella. Por eso, cada vez resulta más patético el intento de huir de los problemas mediante el lenguaje, para, de esta manera, evitar lo desagradable: absurda carrera hacia lo imposible.
El primer paso en este autoengaño generalmente asumido consiste en no llamar a las cosas por su nombre, como, si así, pudiéramos transformar la realidad y convertirla en lo que no es. 
En este autoengaño, los eufemismos se convierten en los mejores aliados. Mediante los mismos, se utilizan expresiones o términos dulcificados y con palabras agradables y exquisitas al oído que sustituyen a las auténticas. Esta forma de expresión no es más que un recurso del lenguaje para facilitar la aceptación de conceptos que, expuestos sin disfraz, sonrojarían o resultarían más incómodos en una sociedad tan infantilizada e hipócrita como la nuestra.
Como dice la periodista Myriam Z. Albéniz, estas figuras retóricas cumplen su objetivo y no hay ámbito de la vida o de la sociedad que se le resista. Es así como marginamos de nuestra existencia todo lo escabroso o políticamente incorrecto que desentone con la idea de belleza o perfección comúnmente aceptada.
Por ejemplo, a la vejez se le denomina “tercera edad”. Y ya no existen viejos, sino “personas entradas en años”. Tampoco existen pobres, sino personas “económicamente débiles”. Y para vivir ya no hay chabolas, sino “infraviviendas”.
Los que cometen un delito ya no van a la cárcel, sino que permanecen en “establecimientos penitenciarios”. Y allí, ya no se convive con otros presos, sino con otros “internos”. Y no existen hombres negros, sino “personas de color”.
Además, tampoco existen las guerras, pues ahora se les llama “intervenciones militares”. Y a las víctimas civiles de las guerras se les denomina “daños colaterales”. La tortura se ha eliminado, ahora se llama “método de persuasión”. 
Los alumnos que mortifican a sus profesores y/o compañeros ya no son expulsados de clase, sino “excluidos temporalmente de las aulas”. Los insultos de siempre, ahora son “agresiones verbales”. Tampoco hay ya gasolineras, sino “estaciones de servicio”. Y a los despidos se les llaman “regulaciones de empleo”.
Ya no se va al retrete, sino al “servicio”. El culo se ha transformado en “glúteos”. Y a la basura se le llama ahora “residuos sólidos urbanos”. Ya no existen prostitutas, sino “profesionales del sexo”.  Y a las brutales crisis cíclicas, ahora se le denomina “periodo de crecimiento negativo de la economía”. 
Y, así, un largo etcétera. A pesar de esta gran ficción en el lenguaje, no nos engañemos: la realidad sigue siendo la misma de siempre.