2 de julio de 2021

Opinión: Se acabó

 Viernes, 2 de julio.

Rosa Santa-Daría*

Se termina el curso escolar de la "nueva normalidad". Atrás quedan las fotos con mascarillas, las filas para entrar al centro, el horario escalonado, las zonas de patio marcadas, las manos más limpias del siglo, el estrés de toda la comunidad educativa, los miedos del comienzo y los éxitos del final.
Cuando todavía quedan demasiados trabajadores públicos y privados con la actividad laboral online, cuando para muchas gestiones todavía hay que pedir cita telefónica, cuando en otros países apenas han tenido alumnos en las aulas presenciales, nosotros hemos estado con sus hijos, sobrinos y nietos en el aula cada día lectivo del curso que ahora termina. Así que, cuando nos vuelvan a criticar, recuerden que en los momentos más duros hemos estado aquí trabajando con un protocolo incuestionable, para que ustedes hayan podido seguir con sus obligaciones. Lo mismo que han hecho otros muchos trabajadores, Aquí va mi homenaje a las cajeras y cajeros de supermercado que no cerraron ni en los peores momentos y aún no han sido vacunados, son esenciales para servir, pero no para recibir.
Este curso escolar ha sido duro también en el aprendizaje. El alumnado llegó al aula después de varios meses en casa, con las competencias mermadas y con el contenido interrumpido "gracias" a una ley ridícula. Hemos trabajado todos para recuperar ese desfase y lo hemos conseguido en muchos casos, no en todos. La promoción automática del curso pasado ha creado falsas expectativas en el alumnado y sus familias, hasta el punto de reclamar un examen calificado con un 1. ¿Quién tiene la culpa? Es muy español echarle siempre la culpa al otro. Cierto es que las leyes educativas no ayudan, ni tampoco colaboran las familias que exigen o permiten aprobados que no son tales, pero tampoco lo hace el profesorado que aprueba al alumnado que no ha adquirido las competencias.
Estamos viendo que los alumnos se frustran si no obtienen un 9 o un 10, que ya no quieren carreras universitarias largas, que solo desean el éxito inmediato, que eligen estudios superiores en función del grado de dificultad, que hay tantos titulados que los jóvenes no encuentran trabajo. Vemos que las familias se preocupan más por la calificación que por la adquisición de competencias, que no se plantean si esas notas son reales o no, que se dejan llevar por los bulos y redes sociales. En fin, este sistema educativo y la implicación social deben cambiar y el primer cambio debería suponer una nota de corte muy alta para ser maestro.
Adiós M., que fuiste víctima de la presión académica, social y familiar.
*Rosa Santa-Daría es profesora del IES Joaquín Artiles de Agüimes.