27 de enero de 2022

Opinión: Positivo y negativo

 Jueves, 27 de enero.

Rosa Santa-Daría*

Cuando estamos muy cerca de cumplir el segundo año de pandemia y acusamos la fatiga mental que nos produce esta situación que parece no tener final, es el momento de hacer alguna reflexión.
Hemos escrito la palabra "protocolo" tantas veces que nos produce hastío. La relacionábamos con la diplomacia y el saber estar en actos o ceremonias. Ahora hemos olvidado ese significado y la utilizamos para regular nuestro comportamiento social ante el coronavirus. Distancia social, mascarilla, higiene, test, positivo, negativo, confinamiento, vacuna, son otras de las palabras que repetimos unas cuantas veces al día.
En las aulas, el negativo y positivo han adquirido valores contrarios al acostumbrado. Un test negativo te abre las puertas y el positivo te las cierra. Pero no es solo una cuestión semántica, todo en los centros educativos se ha complicado para peor. La comunidad educativa está cansada del protocolo. El estrés que este mes de enero nos ha traído con la alta incidencia del virus no se traduce solo en las bajas laborales y el confinamiento obligado de muchos estudiantes. No podemos hacer una lectura simple de esta situación. El virus ha llegado para quedarse en el sistema.
La continua vigilancia para evitar el contagio ha quitado tiempo a cuestiones relevantes en educación. Muchas de las tutorías de deben dedicar a este monotema relegando asuntos claves para la convivencia. El profesorado dedica parte de sus partes a comunicarse con las familias y a actualizar espacios virtuales para el alumnado confinado o para reforzar contenidos no adquiridos. Los alumnos absentistas llevan muchos sospechosos confinamientos justificados por sus padres en estos largos meses de pandemia. La limitación de acceso a personas al centro ha impedido el seguimiento presencial con las familias que en algunos casos ha supuesto el desinterés y en otros el acoso continuo con correos que piden responsabilidades al centro eximiendo a sus hijos de las suyas. Los centros educativos franceses fueron convocados a la huelga para protestar por los protocolos de la pandemia. En ese país en el que el profesorado no hace guardias y solo se limita a dar clases en su horario lectivo han dicho ¡basta! ¿Qué tendríamos que hacer nosotros?
La calidad de la educación se ha mermado considerablemente. Al volver a las aulas después del confinamiento, todos pudimos constatar lo que se había perdido en la formación académica y en la adquisición de competencias. Los decretos educativos ayudaron a complicar más los procesos de evaluación redactando limitaciones al currículo que aún no hemos podido alcanzar. Es un hecho que en estos dos cursos los alumnos han aprendido menos. Aquí no hay brecha social, el golpe no lo llevamos todos. Y como si fuésemos un centro de salud de atención primaria, estamos saturados y no podemos atender las enfermedades intelectuales que esta pandemia nos ha traído. Las ratios han bajado por la distancia social, pero ese beneficio se ha quedado en efecto placebo al descubrir la gravedad del problema.
La solución que propone la Administración educativa es igual de engañosa: eliminar los exámenes de septiembre en la ESO es "pan para hoy y hambre para mañana".
*Rosa Santa-Daría es profesora del IES Joaquín Artiles de Agüimes.