Viernes, 29 de septiembre.
José López (Pepe el de Guayadeque)
El pasado 31 de Agosto dejó de estar entre nosotros el amigo e hijo de la Villa, Don Fernando Roques González, cuando el pasado 1 de Septiembre doblaban las tristes campanas de la parroquia de San Sebastián o de Nuestra Madre Virgen del Rosario, anunciando la ausencia de un ser humano, que ya se nos fue a descansar para siempre, los que por fortuna o por circunstancias de la vida, le conocíamos, sabíamos que era un amante de los animales, en especial, de la reses vacunas.
Naturalmente para los autóctonos de la tierra, fue un hombre, que su gran afición eran los arrastres, las ferias de ganado y las romerías. Los que defendemos nuestras raíces, sabemos perfectamente que no sólo perdimos a un ser humano, habitante de un lugar tan peculiar, que es lo primero y más doloroso, sino que también se nos queda la gran preocupación que ya ha echado el cerrojo una de las pocas cuadras que quedaban en el pueblo, la pasión, el cariño, el amor y la dedicación que este Hermano Nuestro tenia por los animales y es especial, como antes comente, por las reses vacunas de la tierra. No se puede dejar en el olvido y menos pasar por alto, su ausencia, porque yo personalmente, siempre he tenido mis buenos recuerdos del estado de sus animales y su cuadra. Mucha limpieza, mucho atendiento, mucha dedicación y no son elogios que se le suelen dar a las personas cuando eran virtudes que tenía en su vida real.
Como es un deber de todo buen ciudadano, recordar y cuidar a los que han sembrado, tengo por certeza y seguridad, que el amigo fallecido, se mantuvo hasta el último segundo de su vida en compañía de sus animales. Los que solemos salir a caminar o montar en bici por las inmediaciones de su cuadra, echamos muchísimo de menos a su persona como también nos ha dejado bastante soledad la ausencia de sus animales. Ya no mugen las vacas ni los toros, ni se oye el rax rax rax de los guineos, ni cantan las gallinas cuando ponen los huevos. El gallo ni siquiera anuncia el amanecer. Se nos fue Fernando, todo en silencio se ha quedado. Qué triste es a veces la vida cuando necesitamos a alguien que nos dé una mano para subir el peldaño y lo que hacen es trabarnos el pie. ¡Qué pena!
Recuerdo que el pasado año, en la romería ofrenda de Nuestra Patrona del Rosario, el amigo Fernando iba remolcando una carreta con su yunta preferida , desfilando tras la carroza del Barranco de Guayadeque, ese maravilloso lugar tan espectacular, y desgraciadamente este año, no irá desfilando entre la gente, pero sin lugar a dudas, si que va a ir en todas nuestras mentes, claro está, en la mente de quienes le conocimos, porque sabemos que en el entorno de los arrastres por yunta, a un colaborador perdimos. Quien le iba a decir a este hermano nuestro o a alguien de quien le conocíamos, que iba a ser su última romera. Desaforadamente como no somos sabios, no sabemos cuánto tardara en sanarse la cicatriz, seguro que mucho tiempo.
Pero aun así y todo, no podemos parar, tenemos que seguir continuando con la siembra de la semilla de nuestra identidad ,para que no se pierda del todo, porque a pasitos cortos, poco a poco, cada vez menos aficionados, menos yuntas, menos ganaderos, es decir, todo por el suelo. Casi sin darnos cuenta, diciendo adiós a todo lo bueno. No podemos ni siquiera hacer un impulso, tenemos que ir llevando más a la práctica todo aquello que nuestros antepasados y los que también hemos amamantado y realizados dichas y bonitas faenas, que se utilizaron para nuestras nuestra supervivencia. ¡Mucho trabajoso sí, pero muy sano! ¡Qué tiempos aquellos!
Sin lugar a duda, tenemos que seguir manteniendo las tradiciones como lo hacia este hermano, que ya no se encuentra entre nosotros, así que el tiempo que dediquemos al rescate de las mismas, no lo estamos malgastando, en otras cosas que, a veces, ni tiñen, ni dan color. Nada amigo, cosas de la vida tu triste despedida y tu adiós para siempre, todos sabemos como ha ocurrido, de la nuestra, no sabemos nada, solo Dios sabrá cómo será. Pero tu bien sabes, que tanto quien narra, cómo al igual que todos los labradores y ganaderos y aficionados a este mundo de los animales, quienes te conocíamos desde el planeta tierra, donde quieras que tu estés descansando en paz, te deseamos de corazón que tengas un eterno descanso en el reino del cielo.
Mi más sentido, caluroso y afectuoso abrazo a todos sus seres queridos.
Sin antes despedirme, solo pedirte que no te olvides, desde el más allá, de pasarle el rayo de energía positiva a esos dos angelitos que llevan tu sangre, que ya verás que ellos a ti te lo devolverán, así ellos vivirán y crecerán felices con su bienestar y tú en paz descanses.
¡Qué descanses para siempre en paz!