Antonio Morales*
Durante los últimos meses, no dejamos de escuchar a distintos padres (y madres) de la patria llamándonos a realizar múltiples sacrificios en el plano de los derechos sociales y de la economía para contentar a los mercados. Así, en repetidas ocasiones, José Luis Rodríguez Zapatero nos ha insistido en que "si queremos reducir el déficit y mantener la fortaleza para la recuperación económica, tenemos que hacer sacrificios". "Pido esfuerzos y sacrificios", es otra de sus letanías. También Rubalcaba ha lanzado el mensaje de que "estamos pidiendo un sacrificio a todos los ciudadanos, pero en especial a los pensionistas y funcionarios, ya que tenemos que pagar las pensiones del futuro y el subsidio del desempleo del mañana". En Cataluña, Montilla ha clamado por pedir "sacrificios a los asalariados y coraje a los empresarios" y en Madrid, Esperanza Aguirre ha dicho recientemente que "es el momento que digamos a los españoles que va a haber que hacer sacrificios, que la fiesta se ha terminado, que no somos un país rico". Como podrán observar, todos (y todas) coinciden en pedir a la ciudadanía que se apriete el cinturón, pero sólo a una parte de la ciudadanía ya que por lo que se ve, hay algunos (y algunas) que no se dan por enterados.
Y hago esta afirmación porque, mientras andamos haciendo recortes por todos lados, resulta que hace unos días los medios de comunicación nos vendieron un cuento de hadas sueco, de esos que perpetúan el mensaje de los sueños fantásticos para evitarnos una realidad mediocre. Pero no voy a entrar en el análisis de aquellos fastos y de un presupuesto de casi tres millones de euros que pagan a la mitad el Gobierno de Suecia y el papá de la princesa, sino voy a centrarme en el papel de la Familia Real española en esa boda a pesar de los difíciles momentos que vivimos.
Insisto, cuando todos andamos preocupados con el paro, la pobreza, la disminución de los recursos, los recortes de servicios públicos y de salarios, nos enteramos que la Reina Sofía, las Infantas y los Príncipes de Asturias, se trasladaron a Estocolmo en tres aviones distintos (en un vuelo de Iberia donde son considerados vip y no pagan y en dos Falcon 900 propiedad del Estado en los que, un minuto de vuelo, cuesta la friolera de 83 euros). Lo curioso es que nadie haya puesto el grito en el cielo como lo hacen cuando Zapatero utiliza uno de estos aviones para trasladarse de un lugar a otro dentro del país, a veces abusando, desde luego. Pero ahí no quedó la cosa: durante todos los días de la ceremonia, los medios de comunicación nos restregaron por la cara todo el glamour de nuestros representantes reales. De esta forma nos enteramos que la Reina iba vestida con un traje "espectacular" de Margarita Nuez, que Elena y Cristina lo hacían con unos diseños de Lorenzo Caprile (uno de ellos era el de la torerita que tanto llamó la atención) y Letizia, con un vestido de Felipe Varela en muselina nude bordado con pétalos de geranio y rosas y miniclaveles en tul del mismo color…
Cosas de reyes si, pero que pagamos todos. Sí, pagamos todos esa asignación de casi 9 millones euros que los Presupuestos del Estado asignan cada año a la Casa Real, sin que ningún ciudadano tenga derecho a saber en que se emplean; sin que sepamos a cuánto asciende el sueldo de los hijos del Rey y si se han reducido sus salarios como el de todos los empleados públicos, por ejemplo, aunque nos podemos hacer cargo de lo que cobran a tenor de los trajes de diseño que exhiben o los zapatos que usa la princesa de Asturias de unos tal Magrit o Armand Bassi y que no bajan de los 300 euros por modelo.
Aunque todo esto parece ser el chocolate del loro, porque, entre otras cosas, por su afición a los coches, Juan Carlos de Borbón tiene en estos momentos un parque móvil particular de al menos 71 vehículos que le obligan a tener a sesenta y cinco operarios para atenderlos. Estamos hablando de coches carísimos como un Rolls-Royce Phanton IV, un Audi A8 que le regaló Ferdinad Piech, o un Maybach 57S que le "prestó" Dieter Zetsche, el presidente de Chrysler, el mismo que le regaló un R56 a Felipe, valorado en más de 100.000 euros. También posee motos como la Harley Davidson que le donó el millonario Forbes, entre otras, como nos señalan Daniel Forcada y Federico Quevedo en su libro "El negocio del poder. Así viven los políticos con nuestro dinero".
Lo mismo pasa con el yate Fortuna que le fue regalado por Juan José Hidalgo (Air Europa), Gonzalo Pascual (Spanair), Miguel Fluxá (Viajes iberia-Camper), Gabriel Escarrer(Sol- Meliá) y Carmen Matutes, entre otros, cuyo cuidado cuesta lo que su propio nombre indica y que usa en exclusiva, aunque lo ha cedido a Patrimonio del Estado que es quien lo costea.
Pero claro, no todos los gastos están incluidos en esos 8,9 millones de euros que le asignan los presupuestos y que este año sólo se han congelado. Todos los gastos de seguridad corren aparte, a cuenta de los Presupuestos del Estado, y lo mismo sucede con el mantenimiento y el agua y la luz de todos los palacios que utilizan los reyes y los príncipes, donde entran también algunas autonomías: el complejo de la Zarzuela, en el que se construyó con fondos públicos por 4,2 millones de euros, en 2002, el palacete de Felipe; el complejo de Marivent; los Reales Alcázares de Sevilla; el Palacio de Albéniz, en Barcelona, o el Pazo de Mariñán en A Coruña. Por otra parte, todos los viajes oficiales de la Familia Real son costeados por el Estado, al igual que las cenas de gala, los 135 funcionarios de la Casa Real o el coste de los vehículos oficiales… Para más INRI, el Gobierno acaba de sacar a concurso, por un total de 305.000 euros, el cuidado, la limpieza y alimentación de los 17 caballos de la Casa Real que se utilizan, entre otras cosas, para la recepción de los embajadores.
Como podrán comprobar, no se trata precisamente de austeridad y sacrificio como el que se le pide a la ciudadanía. Me parece absolutamente imprescindible que la más alta representación del Estado transmita, ahora más que nunca, cercanía, confianza y una actuación ejemplar. Se trata, además, de profundizar en la transparencia y en los valores de igualdad. Como dice Gaspar Llamazares, "no es cuestión de ideologías, de republicanos o monárquicos, sino de calidad democrática".
Y como empecé con un cuento de hadas, déjenme terminar con un fragmento de otro de los Hermanos Grimm: "Pobreza y humildad llevan al cielo". El príncipe, sale a la calle y le pregunta a un hombre mayor: "¿Cómo puedo llegar al cielo?", a lo que éste le responde: "con pobreza y humildad. Póngase mi ropa harapienta, deambule por el mundo durante siete años, y llegue a conocer como es la miseria, no tome ningún dinero, pero si llega a sentirse hambriento, pida a corazones compasivos un poco de pan; de esta manera tendrá a su alcance el cielo". Pues eso.
Y hago esta afirmación porque, mientras andamos haciendo recortes por todos lados, resulta que hace unos días los medios de comunicación nos vendieron un cuento de hadas sueco, de esos que perpetúan el mensaje de los sueños fantásticos para evitarnos una realidad mediocre. Pero no voy a entrar en el análisis de aquellos fastos y de un presupuesto de casi tres millones de euros que pagan a la mitad el Gobierno de Suecia y el papá de la princesa, sino voy a centrarme en el papel de la Familia Real española en esa boda a pesar de los difíciles momentos que vivimos.
Insisto, cuando todos andamos preocupados con el paro, la pobreza, la disminución de los recursos, los recortes de servicios públicos y de salarios, nos enteramos que la Reina Sofía, las Infantas y los Príncipes de Asturias, se trasladaron a Estocolmo en tres aviones distintos (en un vuelo de Iberia donde son considerados vip y no pagan y en dos Falcon 900 propiedad del Estado en los que, un minuto de vuelo, cuesta la friolera de 83 euros). Lo curioso es que nadie haya puesto el grito en el cielo como lo hacen cuando Zapatero utiliza uno de estos aviones para trasladarse de un lugar a otro dentro del país, a veces abusando, desde luego. Pero ahí no quedó la cosa: durante todos los días de la ceremonia, los medios de comunicación nos restregaron por la cara todo el glamour de nuestros representantes reales. De esta forma nos enteramos que la Reina iba vestida con un traje "espectacular" de Margarita Nuez, que Elena y Cristina lo hacían con unos diseños de Lorenzo Caprile (uno de ellos era el de la torerita que tanto llamó la atención) y Letizia, con un vestido de Felipe Varela en muselina nude bordado con pétalos de geranio y rosas y miniclaveles en tul del mismo color…
Cosas de reyes si, pero que pagamos todos. Sí, pagamos todos esa asignación de casi 9 millones euros que los Presupuestos del Estado asignan cada año a la Casa Real, sin que ningún ciudadano tenga derecho a saber en que se emplean; sin que sepamos a cuánto asciende el sueldo de los hijos del Rey y si se han reducido sus salarios como el de todos los empleados públicos, por ejemplo, aunque nos podemos hacer cargo de lo que cobran a tenor de los trajes de diseño que exhiben o los zapatos que usa la princesa de Asturias de unos tal Magrit o Armand Bassi y que no bajan de los 300 euros por modelo.
Aunque todo esto parece ser el chocolate del loro, porque, entre otras cosas, por su afición a los coches, Juan Carlos de Borbón tiene en estos momentos un parque móvil particular de al menos 71 vehículos que le obligan a tener a sesenta y cinco operarios para atenderlos. Estamos hablando de coches carísimos como un Rolls-Royce Phanton IV, un Audi A8 que le regaló Ferdinad Piech, o un Maybach 57S que le "prestó" Dieter Zetsche, el presidente de Chrysler, el mismo que le regaló un R56 a Felipe, valorado en más de 100.000 euros. También posee motos como la Harley Davidson que le donó el millonario Forbes, entre otras, como nos señalan Daniel Forcada y Federico Quevedo en su libro "El negocio del poder. Así viven los políticos con nuestro dinero".
Lo mismo pasa con el yate Fortuna que le fue regalado por Juan José Hidalgo (Air Europa), Gonzalo Pascual (Spanair), Miguel Fluxá (Viajes iberia-Camper), Gabriel Escarrer(Sol- Meliá) y Carmen Matutes, entre otros, cuyo cuidado cuesta lo que su propio nombre indica y que usa en exclusiva, aunque lo ha cedido a Patrimonio del Estado que es quien lo costea.
Pero claro, no todos los gastos están incluidos en esos 8,9 millones de euros que le asignan los presupuestos y que este año sólo se han congelado. Todos los gastos de seguridad corren aparte, a cuenta de los Presupuestos del Estado, y lo mismo sucede con el mantenimiento y el agua y la luz de todos los palacios que utilizan los reyes y los príncipes, donde entran también algunas autonomías: el complejo de la Zarzuela, en el que se construyó con fondos públicos por 4,2 millones de euros, en 2002, el palacete de Felipe; el complejo de Marivent; los Reales Alcázares de Sevilla; el Palacio de Albéniz, en Barcelona, o el Pazo de Mariñán en A Coruña. Por otra parte, todos los viajes oficiales de la Familia Real son costeados por el Estado, al igual que las cenas de gala, los 135 funcionarios de la Casa Real o el coste de los vehículos oficiales… Para más INRI, el Gobierno acaba de sacar a concurso, por un total de 305.000 euros, el cuidado, la limpieza y alimentación de los 17 caballos de la Casa Real que se utilizan, entre otras cosas, para la recepción de los embajadores.
Como podrán comprobar, no se trata precisamente de austeridad y sacrificio como el que se le pide a la ciudadanía. Me parece absolutamente imprescindible que la más alta representación del Estado transmita, ahora más que nunca, cercanía, confianza y una actuación ejemplar. Se trata, además, de profundizar en la transparencia y en los valores de igualdad. Como dice Gaspar Llamazares, "no es cuestión de ideologías, de republicanos o monárquicos, sino de calidad democrática".
Y como empecé con un cuento de hadas, déjenme terminar con un fragmento de otro de los Hermanos Grimm: "Pobreza y humildad llevan al cielo". El príncipe, sale a la calle y le pregunta a un hombre mayor: "¿Cómo puedo llegar al cielo?", a lo que éste le responde: "con pobreza y humildad. Póngase mi ropa harapienta, deambule por el mundo durante siete años, y llegue a conocer como es la miseria, no tome ningún dinero, pero si llega a sentirse hambriento, pida a corazones compasivos un poco de pan; de esta manera tendrá a su alcance el cielo". Pues eso.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.