La Provincia
El sacerdote católico de 34 años Antonio Vicente González, que nació y murió en Gran Canaria entre 1817 y 1851, podría convertirse en el primer santo grancanario.
El Obispado de Canarias actualmente investiga, con la aprobación del Vaticano, un presunto milagro, ocurrido entre 2005 y 2006, atribuido a este Siervo de Dios que murió en la capital grancanaria el 22 de junio de 1851, infectado de cólera, y a quien se encomendó una familia dela isla , hace sólo cinco años, para salvar la vida a uno de sus miembros, aquejado de un aneurisma de cuarto grado que le mantuvo dos meses en coma.
Para asombro de sus médicos, que le daban por desahuciado, el enfermo finalmente se recuperó, pese a no haber recibido ningún tratamiento debido a lo irreversible de su dolencia, siempre según los documentos que acumula el gobierno diocesano.
La curia considera que hay datos suficientes para creer que se trata de un milagro y actualmente el proceso, que es amplísimo y se puede prolongar durante varios años, se encuentra en su fase diocesana para determinar la veracidad del supuesto milagro, tras haberse completado una primera fase, denominada de fama de santidad, cuya positio o estudio exhaustivo se encuentra en su etapa final de redacción en Roma.
Y es que desde hace unos meses, el siglo XIX y el XXI se dan la mano en la sede dela Diócesis de Canarias, en Las Palmas de Gran Canaria, donde tratan de desentrañar esta supuesta intervención divina a favor de un hombre, que hoy tiene 40 años, a quien las plegarias de su familia al religioso Antonio Vicente González le rescataron, al parecer, de entre los brazos de la muerte.
Juan Artiles, actual Vicario Jurídico dela Diócesis de Canarias y una de las personas que investigan el caso, explica que "al enfermo no se le pudo practicar ninguna intervención, porque su grave estado de salud lo hacía inviable", y, sin embargo, "hace unas semanas", cuenta el religioso, "me pude entrevistar con él y no sólo se encontraba bien, sino que, al contrario que la mayoría de estos pacientes, no presenta ninguna secuela", uno de los requisitos indispensables para poder iniciar un proceso de canonización y beatificación.
Antonio Vicente González, natural de Agüimes y el responsable de que Roma tenga puestos sus ojos en Canarias, desde su ordenación como sacerdote, en 1845 por parte del obispo Romo, fue responsable de la parroquia de Santo Domingo, en Vegueta, pero el destino quiso que su labor religiosa se viera perturbada dramáticamente por dos episodios históricos, de consecuencias nefastas para la población grancanaria de la época: una tremenda hambruna y la posterior epidemia de cólera, que dejó un reguero de muerte enla Isla.
El horror comenzó en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, concretamente en la Vega de San José, en la primavera de 1851, donde una mujer enfermó de forma repentina y murió al día siguiente. Las condiciones insalubres en la cual vivían las clases más pobres, faltos de comida y debilitados, propiciaron la rápida propagación de la plaga y, en las noches siguientes, el miedo se apoderó de parte de la población de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que huyó despavorida.
Quienes optaron por quedarse, como el sacerdote Antonio Vicente González, fueron testigos de cómo el cólera alcanzaba el señorial barrio de Triana y, poco a poco, impregnó de muerte el resto de la ciudad. "Aquello fue terrible", cuenta Juan Artiles. "Las crónicas detallan cómo las calles estaban llenas de cadáveres putrefactos, abandonados allí porque la población estaba huida", asegura.
Para fortuna de algunos, ahí estaba el religioso Antonio Vicente Gómez, "que primero trató de alimentar a los más necesitados y, ya con la plaga de cólera encima, se dedicó a hacer de médico, de padre, de hermano y de sacerdote", explica Artiles. "Él era un buen jinete y en vez de dar la espalda a quienes le necesitaban, se desplazaba con su caballo a visitar a los más enfermos, acompañándoles y proporcionándoles oración y consuelo, ya que muchos habían sido abandonados por sus propias familias, temerosas de contagiarse. De González cuentan sus coetáneos en distintos textos que, con sus propias manos, recogía los cadáveres de la calle y los apilaba en un carro, el carro de la muerte", dice Artiles, "para luego darles sepultura y poder frenar la propagación".
Pero no tuvo suerte. La epidemia alcanzó hasta Tenoya o San Lorenzo, localidad esta última donde, por poner solo un ejemplo, murieron, en julio de ese años, 103 personas a causa del cólera. Miles en todala isla en sólo unos meses.
Uno de ellos fue este Siervo de Dios al que, ahora, se le atribuye un presunto milagro. "Un día que se dirigía a caballo hacia el Hospital de San Martín", relata el Vicario grancanario, "se vino abajo de la montura, cayó, resultó herido y murió a los pocos días, también infectado de cólera". Como suele suceder, su dedicación pasó algo desapercibida, pero el destino quiso que con motivo de la conmemoración del centenario en honor a las víctimas de aquella epidemia, su legado se valorara aún más "y ya ahí se le empieza a venerar en la parroquia de Santo Domingo y hasta en países de Latinoamérica, a donde llegó su legado", aclara Artiles.
160 años después, en pleno siglo XXI, concretamente en 2005, una mujer desesperada que reside en la capital grancanaria y de la que se debe obviar el nombre porque así lo requiere el proceso en el que está inmerso, se encomienda en oración al religioso grancanario para que ayude a su hijo, que sufre un aneurisma severo, a superar la enfermedad, ya que los médicos consideran que una intervención para drenar los vasos cerebrales sólo complicaría las cosas.
"Ella se lo pide en oración a Antonio Vicente González, pero su hijo entra en coma", dice Juan Artiles que contó esta señora. "Incluso", continúa el religioso, "ella me comenta que alguna conocida suya le decía que para qué hacía eso, si Vicente González no hacía milagros".
Al parecer, aquella amistad se equivocó. La recuperación del beneficiario del supuesto milagro ha dejado perplejos hasta a los propios doctores del Hospital Insular de Gran Canaria y del Hospital Doctor Negrín, donde el paciente estuvo ingresado, que casi daban por desahuciado al chico, de poco más de 30 años por aquel entonces.
"Vamos a reunirnos con ellos también, porque su testimonio es muy importante, ya que en los tribunales de Roma habrá otro equipo médico valorando la veracidad de la sanación y sus causas, y es importante conocer todos los datos posibles", explica Artiles, que ya ha tomado testimonio al enfermo sanado y a sus familiares, "porque realmente son ellos los que pueden contar cómo y qué sucedió. Él", recuerda, "estaba en coma".
Sobre el proceso de canonización y beatificación de Antonio Vicente González, Juan Artiles explica que "ya se ha superado la primera fase diocesana, cuyos resultados se enviaron a Roma, donde los estudiala Congregación de la Causa para los Santos".
"Lo primero que se hace en este tipo de acciones de cara a la beatificación", detalla Artiles, "es reunir toda la información posible para determinar si hay base. Si la hay, que en este caso parece que sí, se nombra a un tribunal que debe valorar si el religioso vivió heroicamente las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, y las cardinales, que son prudencia, justicia, fortaleza y templanza", lo que, según cuentan, ha quedado sobradamente demostrado con el religioso grancanario fallecido en 1851.
Por otro lado, pero al mismo tiempo, "otro proceso arranca con el fin de determinar si existe base para creer que la persona en cuestión ha estado implicada en un presunto milagro", algo que los médicos, al parecer, también respaldan. "Si se cumplimentan todos esos factores y el tribunal médico de Roma considera que existe una intervención divina para la curación del enfermo, el Papa debe determinar su beatificación", añade el sacerdote, quien adelanta que "para el caso de canonización se debe tener constancia de algún otro milagro, algo que parece también demostrado en tres o cuatro casos más".
El sacerdote católico de 34 años Antonio Vicente González, que nació y murió en Gran Canaria entre 1817 y 1851, podría convertirse en el primer santo grancanario.
El Obispado de Canarias actualmente investiga, con la aprobación del Vaticano, un presunto milagro, ocurrido entre 2005 y 2006, atribuido a este Siervo de Dios que murió en la capital grancanaria el 22 de junio de 1851, infectado de cólera, y a quien se encomendó una familia de
Para asombro de sus médicos, que le daban por desahuciado, el enfermo finalmente se recuperó, pese a no haber recibido ningún tratamiento debido a lo irreversible de su dolencia, siempre según los documentos que acumula el gobierno diocesano.
La curia considera que hay datos suficientes para creer que se trata de un milagro y actualmente el proceso, que es amplísimo y se puede prolongar durante varios años, se encuentra en su fase diocesana para determinar la veracidad del supuesto milagro, tras haberse completado una primera fase, denominada de fama de santidad, cuya positio o estudio exhaustivo se encuentra en su etapa final de redacción en Roma.
Y es que desde hace unos meses, el siglo XIX y el XXI se dan la mano en la sede de
Juan Artiles, actual Vicario Jurídico de
Antonio Vicente González, natural de Agüimes y el responsable de que Roma tenga puestos sus ojos en Canarias, desde su ordenación como sacerdote, en 1845 por parte del obispo Romo, fue responsable de la parroquia de Santo Domingo, en Vegueta, pero el destino quiso que su labor religiosa se viera perturbada dramáticamente por dos episodios históricos, de consecuencias nefastas para la población grancanaria de la época: una tremenda hambruna y la posterior epidemia de cólera, que dejó un reguero de muerte en
Quienes optaron por quedarse, como el sacerdote Antonio Vicente González, fueron testigos de cómo el cólera alcanzaba el señorial barrio de Triana y, poco a poco, impregnó de muerte el resto de la ciudad. "Aquello fue terrible", cuenta Juan Artiles. "Las crónicas detallan cómo las calles estaban llenas de cadáveres putrefactos, abandonados allí porque la población estaba huida", asegura.
Para fortuna de algunos, ahí estaba el religioso Antonio Vicente Gómez, "que primero trató de alimentar a los más necesitados y, ya con la plaga de cólera encima, se dedicó a hacer de médico, de padre, de hermano y de sacerdote", explica Artiles. "Él era un buen jinete y en vez de dar la espalda a quienes le necesitaban, se desplazaba con su caballo a visitar a los más enfermos, acompañándoles y proporcionándoles oración y consuelo, ya que muchos habían sido abandonados por sus propias familias, temerosas de contagiarse. De González cuentan sus coetáneos en distintos textos que, con sus propias manos, recogía los cadáveres de la calle y los apilaba en un carro, el carro de la muerte", dice Artiles, "para luego darles sepultura y poder frenar la propagación".
Pero no tuvo suerte. La epidemia alcanzó hasta Tenoya o San Lorenzo, localidad esta última donde, por poner solo un ejemplo, murieron, en julio de ese años, 103 personas a causa del cólera. Miles en toda
Uno de ellos fue este Siervo de Dios al que, ahora, se le atribuye un presunto milagro. "Un día que se dirigía a caballo hacia el Hospital de San Martín", relata el Vicario grancanario, "se vino abajo de la montura, cayó, resultó herido y murió a los pocos días, también infectado de cólera". Como suele suceder, su dedicación pasó algo desapercibida, pero el destino quiso que con motivo de la conmemoración del centenario en honor a las víctimas de aquella epidemia, su legado se valorara aún más "y ya ahí se le empieza a venerar en la parroquia de Santo Domingo y hasta en países de Latinoamérica, a donde llegó su legado", aclara Artiles.
160 años después, en pleno siglo XXI, concretamente en 2005, una mujer desesperada que reside en la capital grancanaria y de la que se debe obviar el nombre porque así lo requiere el proceso en el que está inmerso, se encomienda en oración al religioso grancanario para que ayude a su hijo, que sufre un aneurisma severo, a superar la enfermedad, ya que los médicos consideran que una intervención para drenar los vasos cerebrales sólo complicaría las cosas.
"Ella se lo pide en oración a Antonio Vicente González, pero su hijo entra en coma", dice Juan Artiles que contó esta señora. "Incluso", continúa el religioso, "ella me comenta que alguna conocida suya le decía que para qué hacía eso, si Vicente González no hacía milagros".
Al parecer, aquella amistad se equivocó. La recuperación del beneficiario del supuesto milagro ha dejado perplejos hasta a los propios doctores del Hospital Insular de Gran Canaria y del Hospital Doctor Negrín, donde el paciente estuvo ingresado, que casi daban por desahuciado al chico, de poco más de 30 años por aquel entonces.
"Vamos a reunirnos con ellos también, porque su testimonio es muy importante, ya que en los tribunales de Roma habrá otro equipo médico valorando la veracidad de la sanación y sus causas, y es importante conocer todos los datos posibles", explica Artiles, que ya ha tomado testimonio al enfermo sanado y a sus familiares, "porque realmente son ellos los que pueden contar cómo y qué sucedió. Él", recuerda, "estaba en coma".
Sobre el proceso de canonización y beatificación de Antonio Vicente González, Juan Artiles explica que "ya se ha superado la primera fase diocesana, cuyos resultados se enviaron a Roma, donde los estudia
"Lo primero que se hace en este tipo de acciones de cara a la beatificación", detalla Artiles, "es reunir toda la información posible para determinar si hay base. Si la hay, que en este caso parece que sí, se nombra a un tribunal que debe valorar si el religioso vivió heroicamente las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, y las cardinales, que son prudencia, justicia, fortaleza y templanza", lo que, según cuentan, ha quedado sobradamente demostrado con el religioso grancanario fallecido en 1851.
Por otro lado, pero al mismo tiempo, "otro proceso arranca con el fin de determinar si existe base para creer que la persona en cuestión ha estado implicada en un presunto milagro", algo que los médicos, al parecer, también respaldan. "Si se cumplimentan todos esos factores y el tribunal médico de Roma considera que existe una intervención divina para la curación del enfermo, el Papa debe determinar su beatificación", añade el sacerdote, quien adelanta que "para el caso de canonización se debe tener constancia de algún otro milagro, algo que parece también demostrado en tres o cuatro casos más".