Jesús Vega*
Hoy es día del Domund. Me gustaría saber qué recuerdos y qué sensaciones les trae a ustedes esta celebración. A mí, nombrarme el Domund, el domingo de las misiones, me recuerda enseguida aquellas huchas con rostros de niños indios o africanos que llevaban a las escuelas para solicitarnos unos céntimos o unas pesetas "para los negritos".
Hoy no se nos pide para los negritos, pero se nos invita a tomar conciencia de la realidad social y religiosa que se vive en muchos lugares de África, de Asia o de América. Y lo importante es eso, ser consciente de unas realidades en las que nosotros también podemos influir o estamos influyendo. A veces, poniendo unos euros o animando el trabajo que otros hacen en esos países, o rezando de verdad, de corazón, para que las situaciones de empobrecimiento cambien.
Liliana es una niña de Guatemala que conocí hace unos años cuando, con un grupo solidario de Tamaraceite, estuvimos allá apoyando la labor de unos misioneros. Liliana me escribe de vez en cuando. Sus cartas son llanas, sencillas, sinceras. Me habla de Dios con la naturalidad que se habla de las cosas de cada día. Y me cuenta sus problemas y sus esperanzas y sus alegrías, reforzadas siempre con la referencia a Diosito, como ella llama a nuestro Padre del Cielo. Liliana no me pide nada, ni probablemente sabe lo que significa el Domund, aunque seguro que algo se beneficia de él. Pero ha aprendido a hacer una mezcla interesante. En la misión a la que acude con otras niñas y familiares, ha recibido muchas cosas: ha aprendido a respetar y querer a la gente, a aprendido a rezar y convencerse de que su Padre del Cielo la quiere. También en la misión, algunas veces, le han facilitado los medios para ir a la escuela o para curarse las consecuencias de los mosquitos que le picaron y que, con tanta pena, me contaba en sus cartas. Para ella la Misión es todo eso junto. Y su Diosito es también casi lo mismo: quien la ayuda, quien la cura, quien la anima.
Por eso, al llegar esta celebración del Domund, yo no pienso en aquellas huchas con caras de negritos. Para mí ahora, al acordarme de la misión, las caras son de verdad y no son una hucha. Tienen nombres de niños, de adultos y misioneros: Liliana, Conchita, Luis, Isidoro, Manolín…. Y tomo conciencia de que Dios está ahí, en esa mezcla de trabajo, oración, esfuerzo y ayuda. Invito a celebrar y vivir este domingo una jornada muy especial. Yo, ni la mayoría de ustedes, podemos estar allí donde tanto nos necesitan. Pero están ellos, los que han descubierto la vocación misionera y, en nombre de la Iglesia, de todos nosotros, llevan un hermoso mensaje de fraternidad a Liliana y a otros muchos que, como ella, han descubierto el amor de Dios en el amor de la misión.
Y es que como dice el refrán, "una cosa es predicar y otra dar trigo". Los misioneros han sabido mezclar ambas cosas. Por eso yo sigo creyendo en el Domund y en los misioneros. Porque predican a Dios y también dan trigo, y cultura y esperanza.
*Jesús Vega es párroco de Cruce de Arinaga y Arinaga.
Hoy es día del Domund. Me gustaría saber qué recuerdos y qué sensaciones les trae a ustedes esta celebración. A mí, nombrarme el Domund, el domingo de las misiones, me recuerda enseguida aquellas huchas con rostros de niños indios o africanos que llevaban a las escuelas para solicitarnos unos céntimos o unas pesetas "para los negritos".
Hoy no se nos pide para los negritos, pero se nos invita a tomar conciencia de la realidad social y religiosa que se vive en muchos lugares de África, de Asia o de América. Y lo importante es eso, ser consciente de unas realidades en las que nosotros también podemos influir o estamos influyendo. A veces, poniendo unos euros o animando el trabajo que otros hacen en esos países, o rezando de verdad, de corazón, para que las situaciones de empobrecimiento cambien.
Liliana es una niña de Guatemala que conocí hace unos años cuando, con un grupo solidario de Tamaraceite, estuvimos allá apoyando la labor de unos misioneros. Liliana me escribe de vez en cuando. Sus cartas son llanas, sencillas, sinceras. Me habla de Dios con la naturalidad que se habla de las cosas de cada día. Y me cuenta sus problemas y sus esperanzas y sus alegrías, reforzadas siempre con la referencia a Diosito, como ella llama a nuestro Padre del Cielo. Liliana no me pide nada, ni probablemente sabe lo que significa el Domund, aunque seguro que algo se beneficia de él. Pero ha aprendido a hacer una mezcla interesante. En la misión a la que acude con otras niñas y familiares, ha recibido muchas cosas: ha aprendido a respetar y querer a la gente, a aprendido a rezar y convencerse de que su Padre del Cielo la quiere. También en la misión, algunas veces, le han facilitado los medios para ir a la escuela o para curarse las consecuencias de los mosquitos que le picaron y que, con tanta pena, me contaba en sus cartas. Para ella la Misión es todo eso junto. Y su Diosito es también casi lo mismo: quien la ayuda, quien la cura, quien la anima.
Por eso, al llegar esta celebración del Domund, yo no pienso en aquellas huchas con caras de negritos. Para mí ahora, al acordarme de la misión, las caras son de verdad y no son una hucha. Tienen nombres de niños, de adultos y misioneros: Liliana, Conchita, Luis, Isidoro, Manolín…. Y tomo conciencia de que Dios está ahí, en esa mezcla de trabajo, oración, esfuerzo y ayuda. Invito a celebrar y vivir este domingo una jornada muy especial. Yo, ni la mayoría de ustedes, podemos estar allí donde tanto nos necesitan. Pero están ellos, los que han descubierto la vocación misionera y, en nombre de la Iglesia, de todos nosotros, llevan un hermoso mensaje de fraternidad a Liliana y a otros muchos que, como ella, han descubierto el amor de Dios en el amor de la misión.
Y es que como dice el refrán, "una cosa es predicar y otra dar trigo". Los misioneros han sabido mezclar ambas cosas. Por eso yo sigo creyendo en el Domund y en los misioneros. Porque predican a Dios y también dan trigo, y cultura y esperanza.
*Jesús Vega es párroco de Cruce de Arinaga y Arinaga.