Jesús Vega*
La pasada semana, unos jóvenes de un instituto me pidieron que
respondiera a una encuesta que hacían para un trabajo de clase. Se
trataba de decir un nombre que sirviera para denominar a la biblioteca
de su centro escolar. Respondí a lo que preguntaban y luego les pedí que
me permitieran también a n mí hacerles una pregunta.
-¿Qué saben ustedes de Tomás Morales?
Y ellos, sin ninguna duda, respondieron casi al unísono:
-Es el nombre de un instituto que había en Las Palmas.
Me sonreí maliciosamente y seguí preguntando qué más sabían de él. Y
lo más que llegaron a decir es que en la capital también hay una calle
con el mismo nombre. No, no sabían que era un poeta muy importante de
Canarias ni nunca nadie les había hablado de "Las rosas de Hércules",
ni siquiera habían escuchado esos magníficos versos:
"Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina"
con sus faroles rojos en la noche calina
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina"
Lo curioso es que a estos jóvenes, buenos estudiantes y con buena
nota en Literatura, según me contaron, nadie les haya hablado nunca del
mejor poeta de nuestra tierra y el más representativo del modernismo
español. Y que sólo hayan escuchado los comentarios de la polémica por
el nombre del instituto. Flaco favor al poeta.
Tengo que decirte, lector, ya que has llegado hasta aquí, que yo hoy,
con el título de esta carta, he querido tenderte una pequeña trampa.
Porque mi objetivo no era sólo escribir del admirado poeta de Moya,
aunque no me pesa en absoluto. Quería referirme a otro Tomás Morales que
muy poco tiene que ver con el anterior. Canarias es tierra de muchos
poetas y de pocos santos. Perdón. De pocos santos canonizados. Porque ha
habido muchos “santos” que, como el poeta Tomás Morales, pasaron para
esta y otras generaciones tan calladamente que parece que no existieron.
Y aunque de nuestra diócesis de Canarias, nuestra Iglesia Diocesana, no
haya ningún santo en los altares, sí que hay varios que están en
proceso de beatificación como Antonio Vicente de Agüimes. Otro de ellos,
qué coincidencia, se llamaba Tomás Morales. Nació en Carrizal
(Ingenio). Era sacerdote dominico y murió mártir en Almería. He tenido
la suerte de poder leer algunas de las cartas enviadas a su hermana
Antoñita María que sigue viviendo en Carrizal. En todas ellas se
refleja la fe, la bondad y la generosidad de un santo. Fue ejemplo de
lo que es vivir la fe en Jesús hasta sus últimas consecuencias. Hasta
dar la vida por Él. El nombre de Tomás Morales me trae siempre a la
memoria recuerdos agradables.
Por eso, cuando quiero disfrutar de la poesía, leo a Tomás Morales, el poeta de Moya.
Y cuando quiero animar a vivir en cristiano, recuerdo a Tomás Morales, el dominico de Carrizal.
No sé qué nombre pondrán a la Biblioteca del Instituto de los chicos
de la encuesta. Tampoco sé si, por fin, se mantendrá el nombre del
poeta en el centro educativo de Las Palmas. Ni tengo idea de si faltará
mucho tiempo para que, en cualquier iglesia, se pueda venerar a Santo
Tomás de Carrizal. En todo caso, me interesa mucho más que se mantenga
viva la obra literaria del poeta de Moya. Y que sirva de testimonio
creyente la vida ejemplar del otro Tomás Morales.
*Jesús Vega es párroco de Cruce de Arinaga y Playa de Arinaga.