27 de enero de 2013

De Catalina Park a Ribambo: el carnaval literario de Orlando Hernández

Domingo, 27 de enero.

Orlando Hernández
Creativa Canaria
De Catalina Park a Ribambo. Nunca antes una cometa alcanzó mayor altura para sobrevolar el espacio literario insular con tanto ímpetu de visibilidad. Y es que la reivindicación del escritor Orlando Hernández (Agüimes, 1936-1997) merece toda la atención de nuestro público. 
Pocas veces en la historia de la literatura canaria un novelista de su talla ha pasado de puntillas con la mayoría de su obra sin reeditar aún y con una fuerza simbólica inusitada para quienes visitan su casa-museo en el casco histórico de Agüimes.
Una sola parada en los reconocimientos que tuvo en vida valen como testimonio: Premio de Periodismo Luis Benítez Inglott (1966), Premio Nacional de Teatro Pérez Galdós (1968) y cronista oficial e hijo predilecto de Agüimes.
Aunque no son los premios el detonante para su necesario reconocimiento en la estela de la creación literaria de las islas: la maestría de su producción teatral, la profundización en el universo del costumbrismo isleño, el registro lírico de su poesía de acervo popular y, sobre todo lo demás, la inmensa calidad de su narrativa como pantalla reflectante de la realidad humana de estas islas, nos llevan a una fascinación por su sombra en el tiempo. Desde hace muchos años, los vecinos de Agüimes protagonizan la escenificación del auto navideño y de Semana Santa que Orlando Hernández legó a la posteridad. También la dispersa tinta periodística de su puño y letra riega las hemerotecas en los diarios de la época como el Eco de Canarias o la emisora Radio Atlántico, donde dinamizó su programación durante años.
Quienes le conocieron en persona hablan de Orlando Hernández como un hombre de vocación polifacética, talentoso y con aura de malditismo por su homosexualidad. Apegado a la vida bohemia capitalina, aparece a nuestros ojos como un conocedor experimentado del mundo carnavalero. Su centro gravitacional estaba entre los artistas del Parque Santa Catalina y, por él, contamos con una de las más brillantes semblanzas biográficas de una personalidad popular como fue Lolita Pluma, la eterna protagonista de los flashes fotográficos de turistas y transeúntes del Puerto de La Luz que recalaban en la ciudad asombradas por su presencia surrealista.
Su obra maestra fue el libro "Catalina Park", editada por Plaza & Janes en junio de 1975, con prólogo distinguido de Jesús María de Arozamena. Allí pululaban sus personajes de carne y hueso, extraviados de las barriadas por el atractivo turismo emergente, la playa como reducto paradisiaco de marineros errantes y las discotecas amenizando la era del "happy hour".
El ritmo narrativo es descomunal, trepidante, del mejor pulso imaginativo y referencial sobre el meollo histórico de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria que despertaba a la modernidad. Pero la sorpresa de la novelística de Orlando Hernández todavía está por destaparse en su obra "Máscaras y tierra", publicada por la misma editorial años después.
Ribambo es la quinaesencia universal del autor agüimense, nada que envidiar al "Macondo" de Gabriel García Márquez, o al "YoKnapatawpha" de Faulkner. Un lugar paradigmático donde se fragua la sinfonía literaria de un Orlando Hernández póstumo que se preserva ajeno a la crítica académica y oficial. Así empieza este libro monumental: "No son máscaras metálicas, sino fantasmones por dentro y por fuera, hechos de una carne como de calabaza, inapetente hasta para los carnívoros más desvergonzados. Aquél era un día como otro, y la plaza ensangrentada del pensamiento se había cubierto de pancartas como ésta: 'Si los pueblos supieran qué clase de hombrecillos los gobiernan, habría una revolución a cada instante'".