Jesús Vega*
Leo en un periódico que en este año
ha bajado considerablemente el número de timos que se realizan en nuestro país.
Tiene su gracia. A mí me parece lo contrario. Se supone que los timos que han
bajado son los del tipo del “tocomocho” o el de la estampita, porque otros que
yo me sé, seguro que no. Entre estos últimos que pienso que se han multiplicado
están los que todos sufrimos de parte de los bancos, compañías telefónicas, y
políticos con promesas incumplidas.
Yo he sido una víctima fácil de
timadores, supongo que igual que muchos de ustedes. No seré yo, supongo, el
único ingenuo que sale a la calle y encuentra al supuesto amigo que te pide un
dinerillo con la promesa de devolvértelo la próxima semana…, no se sabe de qué
año. O a un desconocido que, con mucho arte, te cuenta una historia increíble
que, sin embargo, uno se cree…y paga por ella. Tengo un buen número de amigos
de este género repartidos por ahí. Pero, como suele decirme un compañero,
“mejor es que alguien te engañe antes de que, por desconfianza, dejes de ayudar
a quien de verdad lo necesita”.
Miguel es un cura que un día recibió
la visita de uno de esos amigos que todos tenemos.
-"D. Miguel, le traigo un saco de
papas del país. Como usted me ha ayudado tantas veces quiero tener un
detallito…"
-"¿Pero por qué te molestaste, Juan?
No hacía falta".
-"Usted se lo merece, D. Miguel. Lo
tengo ahí fuera, en el taxi que me está esperando… Por cierto, ¿No le importa
dejarme nueve euros para pagar el taxi que no tengo suelto?"
Juan se marchó con los 9 euros a
pagar el taxi y a recoger el saco de papas… Y el cura Miguel lleva ya nueve
años esperando que regrese con el regalo…
Que un “amigo” o alguien necesitado
te engañe alguna vez, lo puede uno llevar con cierta alegría. Pero que todos
los meses te estafe la compañía eléctrica, que cada día pretenda alguien
venderte lo que no necesitas para nada o te ofrezcan falsas promesas de empleo
o que haya personas y entidades que se enriquecen a costa de los que más
necesidad tienen, eso no tiene maldita gracia.
Otro timo importante es aparentar lo
que no se es. Predicar aquello en lo que no se cree. Hablar públicamente de
democracia o de fe o de solidaridad o de respeto cuando en la intimidad se
actúa y se defiende justo lo contrario. Por eso no me creo que haya bajado el
número de timos ni de timadores. De todos modos, prefiero que me engañen con un
saco de papas a que me timen vendiéndome unos valores en los que no se cree.
Por eso me han timado tantas veces.
*Jesús Vega es párroco de Cruce de Arinaga y Playa de Arinaga. (www.parroquiasdearinaga.com)