El avión del Presidente de Bolivia, Evo Morales, durante su reciente aterrizaje en Gran Canaria. Al fondo, la Montaña de Agüimes (Foto: LP) |
La Provincia
Una instalación que no deja de
crecer. Pese a que la construcción de la nueva pista está retrasada casi sine
díe, el Aeropuerto de Gran Canaria no ha dejado de crecer.
Con la misma longitud, pero de
menor anchura. La nueva huella sonora del Aeropuerto de Gran Canaria se ha
hecho un lifting en los últimos años. Ahora bien, con esa supuesta operación de
cirugía estética no están para nada de acuerdo los distintos municipios que
sufren con mayor virulencia la expansión del aeródromo y el handicap que
conlleva su incesante tráfico aéreo.
En el Sureste llevan años
reclamando que esas servidumbres acústicas no ignoren una realidad: que los
niveles altos de ruido hacen dura, muy dura, la vida en núcleos situados a
menos de un kilómetro de las cabeceras de sus dos pistas. En Las Majoreras y en
El Burrero, ambos barrios en Ingenio, imaginarse un día sin el trajín de los
reactores es una misión harta imposible. En núcleos ubicados más al sur, en Agüimes, como
Las Rosas, Montaña San Francisco, el Cruce de Arinaga o el Polígono Industrial de Arinaga, las afecciones son también significativas.
Pero AENA y sus gráficas no lo
entiende así. Sus líneas isofónicas esquivan con curiosa maestría las viviendas
donde cerca de 2.700 familias soportan desde hace años, a distintos niveles, el
estruendo que generan los motores de los Boeing 737 y los Airbus 320 durante
las maniobras de aproximación y despegue. Estos dos modelos suponen el 34% del
total de la flota de aviones que en 2011 posaron sus ruedas sobre las pistas
03L y 03R, con 106.233 operaciones. Otro 41,5% de estos movimientos lo
protagonizaron los conocidos ATR-72 con los que Binter opera.
Los alcaldes de Ingenio,
Agüimes y Santa Lucía de Tirajana no entienden de estadísticas tan exhaustivas.
Sus vecinos tampoco. Sólo quieren que Fomento reconozca que las condiciones que
padecen exigen la toma de medidas directas sobre el terreno. La más
contundente, habitualmente la más efectiva, es la que contempla la sustitución
de puertas y ventanas en los domicilios por materiales aislantes. Para que el
Estado financie esa intervención, la casa en cuestión debe estar dentro de la
famosa huella. Y si no se está bajo esa huella, no hay nada que hacer.
Antonio Morales, regidor de
Agüimes, lo tiene claro. "Hacen trampa", sentencia. "Las
servidumbres aeronáuticas, que son las que te impiden construir, las expanden
sin problemas. Pero cuando se trata de poner la huella acústica, la hacen muy
pequeña. Quieren insonorizar el menor número de casas para ahorrarse el mayor
número de euros posibles", detalla. En la villa no se han quedado de
brazos cruzados. Hace años encargaron un estudio, con sonómetros de por medio,
a la propia Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Los datos que
obtuvieron no casaban con los de AENA. Morales es consciente de que la huella
en sí "no limita la construcción y el desarrollo del municipio, pero sí
que la condiciona. Si tienes un terreno por donde pasan los aviones y quieres
construir, te vas a tener que gastar más dinero que si estuvieras en otro
punto. Los materiales aislantes son más caros", razona. Sus peticiones han
conseguido que comiencen a acondicionarse varias viviendas de la urbanización
Oasis y de Vargas, pero no todas. Luego están las afecciones mayores, las que
provocan las otras 11 servidumbres que impone Aviación Civil. Con ellas,
levantar un parque eólico en esta esquina de la isla es una quimera. Y en
Ingenio esto no se puede imaginar ni en el más fantasioso sueño.
Las limitaciones son tales que
el Ayuntamiento de Agüimes, donde no se han cansado de presentar alegaciones,
ha optado por la vía judicial, reclamando el pago de "indemnizaciones de
varios millones de euros", recalca su máxima autoridad política,
"porque cada vez que quieres hacer algo y sale un nuevo documento a
exposición pública es una tortura. Los trámites son interminables".
En Ingenio, el famoso documento, de 54 páginas, anexos y treintena de planos aparte, tampoco es que levante
pasiones. Al menos en él sí que hay algo que le gusta a Juan José Gil, el
alcalde. O dicho de otra manera: falta algo y esa circunstancia es de su
agrado. Se trata de la huella acústica de la tercera pista, la segundo de uso
civil por la que tanto vienen pleiteando en Ojos de Garza. Gil siempre ha
defendido con uñas y dientes que ese campo de vuelos es innecesario. "¿No
viene ahí? Pues me alegra. Me alegra mucho de que ni siquiera en el mapa de
ruidos se contemple. Eso da al traste con las críticas que hace dos años me
lanzaron, cuando me bautizaron como el chico rebelde del Sureste",
acertaba a declarar al periódico La Provincia.
Respaldado por sus socios de
gobierno de Agrupa Sureste, Gil no tuvo reparos en encararse con su partido, el
PP. Hoy, con el debate hibernando por los retrasos que sufren las grandes
inversiones de AENA en los aeropuertos, el conflicto renace. Al alcalde se le
pide su opinión y este lanza un torbellino de ideas. Utilizar más medios
tecnológicos, reorganizar el tránsito de aparatos en pista y, por supuesto, dar
cobijo bajo la mancha a los núcleos más cercanos a la misma. "En eso no
vamos a ceder un punto. Es indignante que El Burrero siga fuera pese al
escándalo que montan los aviones, sobre todo los militares con sus maniobras.
Si allí no hay ruido, que venga Dios y lo diga. Las pruebas de motores son
impresionantes", resalta.
En la villa no han perdido el
tiempo. En 2011, cuando una orden ministerial con actualización de planos
seguía ignorando sus demandas, prepararon una batería de 18 alegaciones a ese "simulacro" de revisión del mapa de ruidos de 2007. Entre otras cosas, los
técnicos municipales reprocharon a AENA que tomase mediciones de decibelios de
manera obsoleta, con técnicas que obviaban fenómenos como la dirección del
viento y la temperatura. Cuestiones que, aunque suenen extrañas para algunas,
influyen en la forma en la que el ruido se propaga.
"A la mayoría de esos
escritos no nos respondieron. Y nos rechazaron otros cuantos por
inviables", rememora. Con todo, lo tiene claro: "A este nuevo
documento también presentaremos alegaciones. Nos gustaría buscar soluciones en
los despachos, pero me temo que al final vamos a acabar en los juzgados. Lo que
no puede ser es que tengamos un colegio, el Barrio Costa, donde cada vez son
más los niños que tienen problemas de pérdida de audición y no se tomen cartas
en el asunto", detalla. Y avisa: "No voy a tolerar que se ponga en
tela de juicio la calidad de vida de los vecinos".
La suya ha sido la localidad en
la que en más viviendas se han actuado: casi 260 desde que en 2006 se fraguase
el primer Plan de Aislamiento Acústico. Ahora bien, aquel boom de marcos y
cristales especiales por doquier pasó a mejor vida. "Desde 2009 sólo han
insonorizado cuatro casas. Se están riendo de este municipio".
Las servidumbres radioeléctricas,
aeronáuticas, de ruido y de la nueva horizontal interna de Gando afectan al 82%
del suelo de Ingenio y el resto, que incluye el barranco de Guayadeque y El
Draguillo, es espacio natural protegido. En más de una ocasión, el primer
teniente de alcalde y concejal de Asuntos Aeroportuarios, Domingo González, ha
señalado que "la mayoría del suelo de Ingenio está intervenido por
Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), con lo que no se puede hacer
nada sin su autorización".
Los grupos de gobierno de Ingenio y Agüimes discrepan de las valoraciones firmadas desde
Madrid. "La huella de ruido debe incluir a 17.000 viviendas de Vecindario,
Cruce de Arinaga y Carrizal", ha denunciado Domingo González con fruición.
Telde y Santa Lucía de Tirajana
lo tienen un poco mejor. En la ciudad de los faycanes lo que quita el sueño a
vecinos y clase política es esa espada de Damocles llamada tercera pista. Lo de
convivir con ruido lo tienen más que asumido. No hay más que ver la postura de
los vecinos de la playa de Ojos de Garza, encantados con que se reconstruyan
sus viviendas apenas 70 metros tierra adentro. Allí, el rugir de los grandes
jumbos será igual de intenso que ahora.
Santa Lucía de Tirajana, con
mucho suelo por desarrollar entre la Autovía GC-1 y Pozo Izquierdo, se lamenta
del duro handicap que supone estar en plena trayectoria de descenso de los
aviones. No tienen muchas casas afectadas, si acaso, y no siempre, el núcleo de
Pozo Izquierdo cuando los F-18 hacen virguerías tras despegar de Gando, pero lo
que sí que soportan es un histórico lastre prácticamente imposible de soltar.
"El
Aeropuerto de Gran Canaria y nosotros estamos condenados a coexistir y a
entendernos", razona Dunia González, Concejala de Urbanismo del
Ayuntamiento de Santa Lucía. "Lo triste es que, desde siempre, la posición del
Gobierno central haya sido superior a la nuestra, deteniendo tanto nuestro Plan
General de Ordenación como el Plan Insular. No comprendo cómo no podemos dar
salida a esos terrenos y cómo se nos impide construir parques eólicos en una
zona de gran potencial. Es un verdadero desgaste", confiesa. Sea como
fuere, retumban de nuevo tambores de guerra. En un bando, las quejas vecinales
y el respaldo unívoco de sus representantes políticos; del otro, una batería de
cálculos estadísticos, de gráficas y de estadillos sacados de una realidad
dibujada a golpe de trazos curvos. Las que perfilan las isófonas que, metro
arriba, metro abajo, delimitan el espacio sobre el que el Fomento está
dispuesto a gastarse los cuartos.