13 de diciembre de 2013

Opinión: "Ley de Seguridad Ciudadana: más ideología..."

Viernes, 13 de diciembre.

Fernando T. Romero*
La larga y costosa huelga de limpieza viaria y de recogida de basura del pasado mes de noviembre en Madrid terminó impidiendo el despido de más de mil trabajadores y evitó una reducción del 40% de sus salarios de un día para otro.
Al centrarse la mencionada reivindicación laboral en la capital del país, su resonancia a nivel nacional e internacional se hizo muy visible. La alcaldesa Ana Botella, con su orgullo herido, víctima de su propia incapacidad, y Esperanza Aguirre, camaleónica y escurridiza líder del PP madrileño, realizaron declaraciones que obtuvieron una inmediata reacción del gobierno. Así, el propio Rajoy planteó la necesidad de una ley de servicios mínimos. Otros hablaron de aprobar una ley de huelga. Finalmente, se ha optado, de momento, por la rápida presentación de un proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana.
Es evidente que este proyecto de ley es una pieza más del plan perfectamente diseñado de modelo de sociedad que el gobierno del Partido Popular se ha propuesto imponer a toda la sociedad. Pero independientemente de ello, lo cierto es que este conflicto laboral ha sido aprovechado como pretexto para su definitiva introducción y posterior aprobación.
El Gobierno, con su presidente al frente, con la excusa de la seguridad ciudadana, prepara un nuevo recorte (“reforma”, según ellos), no en la economía; ahora toca recortar derechos ciudadanos (cínicamente “reformar”). Se trata de un paquete de medidas para coartar la libertad de manifestación de los ciudadanos y reprimir la protesta social. No se podía esperar menos de un gobierno al que le gustan las mayorías silenciosas y los ciudadanos callados y en sus casas.
O como ha escrito el periodista Ignacio Escolar, “el gobierno no busca regular los servicios mínimos, sino restringir el derecho constitucional a la huelga. Los servicios mínimos ya están regulados y existe jurisprudencia. Además, el Tribunal Constitucional, mediante sentencia, ha fijado en qué consisten y cómo se aplican.”
Ley de seguridad ciudadana, ley de servicios mínimos, ley de huelga… Esta última, la huelga, también está regulada por un decreto anterior a la Constitución que fue convalidado en 1981 por el Tribunal Constitucional. Y toda la jurisprudencia posterior ha llenado cualquier vacío al respecto.
No hay necesidad de nuevas regulaciones, pues actualmente en nuestro país existe una normativa exacta sobre cuáles son los servicios esenciales a preservar en caso de huelga. Está establecido a quien corresponde fijar los servicios mínimos, su porcentaje y a qué sanciones dará lugar su incumplimiento, incluidos los despidos. Además, está prevista la figura del arbitraje obligatorio que faculta a la Administración para obligar a reanudar la actividad laboral en caso de que el paro sea gravemente perjudicial para la economía del país.
Toda esa legislación ha venido funcionando con normalidad en los últimos 36 años. En este tiempo, como corresponde a un país democrático, se han sucedido muchas concentraciones y manifestaciones públicas, huelgas sectoriales y también huelgas generales, etc. Por eso, pretender regular ahora sobre lo que ya está regulado (y que ha funcionado razonablemente), sólo busca reducir o limitar el derecho de huelga, un derecho fundamental de los ciudadanos reconocido en la Constitución (artículo 28.2).
Sin embargo, nada nuevo bajo el sol, ya que en tiempos de crisis todos los partidos gobernantes de la democracia (UCD en 1980, PSOE en 1987 y ahora el PP) se han planteado aprobar una ley de huelga.
No obstante, si realmente hiciera falta una ley de huelga, tendría que ir justo en sentido contrario al que, se intuye, irá la que viene. Debería ser una ley que protegiera a quienes más dificultades tienen para ejercer este derecho (sobre todo, tras la reforma laboral), y, sin unos servicios mínimos abusivos que se repiten huelga tras huelga, aunque la justicia “a posteriori” dé la razón a los trabajadores. En definitiva, una ley que garantice nuestro derecho de reunión y manifestación para que no seamos acosados ni golpeados ni identificados arbitrariamente ni sancionados abusivamente, tal como se pretende ahora.
La iniciativa gubernamental empieza por esta ley de seguridad ciudadana, pero no se quedará solo en ella, ya que se trata de un plan de restricciones de las libertades que probablemente continuará con una ley de huelga, de servicios mínimos, etc.
Por ello, tendríamos que preguntarnos si realmente existe en nuestro país un problema de orden público de tal dimensión que la sociedad esté demandando una respuesta del calibre que nos propone este proyecto denominado exactamente “ley para la protección de la seguridad ciudadana”. Uno piensa realmente que no.
Sin embargo, con la aprobación de este proyecto legal, las fuerzas de seguridad decidirán sin ninguna intervención judicial las sanciones a pancartas, a expresiones coreadas y a otros soportes de la libertad de expresión. Esta Ley Fernández fijará multas importantes a quienes en concentraciones o manifestaciones miren a los antidisturbios con cierto desdén, emitan expresiones no laudatorias hacia el Rey, pretendan manifestarse cerca de según qué edificios o se les ocurra expresarse dudando del buen nombre de la madre patria. Menos mal que no nos prohíben expresarnos contra las madres de los demás, excepto, claro está, si nos acordamos de las madres de los antidisturbios, porque, de hacerlo, también seríamos sancionados por ello.
Como dice el escritor Juan José Téllez: "¿Qué hubiera sido del poeta Luis Cernuda cuando llamó a la España de charanga y pandereta 'ardiente y andrajosa'? ¿O de Antonio Machado cuando sentenciaba que 'En España, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa'? ¿O de Cánovas del Castillo, político de la Restauración y modelo para muchos en el PP si volviese a repetir aquello de 'son españoles los que no pueden ser otra cosa'?"
Es solo un ejemplo, pero esos insignes personajes, de encontrarse en una manifestación cada uno con su pancarta, probablemente serían sancionados por los antidisturbios en aplicación de la ley que nos anuncian.
Está claro que con el proyecto de ley, si como es previsible se aprueba, los gobernantes sólo persiguen restricciones arbitrarias e indefensión de los ciudadanos en el libre ejercicio pacífico de los derechos de libertad de expresión, de información, de manifestación y de reunión reconocidos en la Constitución (artículos 20 y 21).
Por tanto, se persigue amordazar a los ciudadanos y maniatar a los trabajadores. Una vez desactivados unos y otros, se apela a la razón y al buen juicio de la mayoría silenciosa. ¡Qué cinismo!
Concluimos con una significativa expresión del periodista mencionado al principio, cuando ha escrito que la nueva ley “pretende poner alambres de cuchillas a los derechos fundamentales de los ciudadanos”.
Pues eso, como sugerimos con el título que encabeza esta reflexión, la nueva Ley de Seguridad Ciudadana: más ideología… reaccionaria, más recortes y, ahora, represión.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.