23 de diciembre de 2014

Opinión: "Desigualdad"

Martes, 23 de diciembre.

Antonio Morales*
La crisis provocada por el capitalismo fundamentalista está afectando de manera radical a las capas más frágiles de la sociedad. Los más desprotegidos por el sistema primero y las clases medias después han sido los sectores de la población más dañados por las políticas de ajustes y recortes en la economía y en los derechos fundamentales. El hachazo al Estado de bienestar ha ido eliminando los elementos de protección y dejando, por lo tanto, a los pies de los caballos a millones de personas que se han visto envueltas en una espiral de empobrecimiento y desigualdad. John Rawls plantea que “la naturaleza no es justa ni injusta, como tampoco es injusto que las personas nazcan en una determinada posición social. Estos hechos solo son naturales. Lo que puede ser justo o injusto es el modo en que las instituciones actúan respecto de esos hechos”. Y está claro que los países capitalistas, sometidos al neoliberalismo que se ha adueñado de la política y del gobierno de los estados, han hecho dejación de su obligación de proteger a los más débiles propiciando desigualdades sociales y la marginación de segmentos cada vez más amplios de la población. Afirman, incluso, que luchar contra las desigualdades supone un freno importante para el crecimiento económico.
Los datos son escalofriantes. Su enumeración marea. Según Oxfam Intermón, el número de “milmillonarios” se ha duplicado en el mundo en los dos últimos años y las 85 personas más ricas del planeta han incrementado su fortuna en medio millón de dólares por minuto en el último año; en África subsahariana hay 16 milmillonarios conviviendo con 358 millones de personas que viven en extrema pobreza; en Latinoamérica y el Caribe, en los dos últimos años el número de personas que acumulan más de mil millones de dólares aumentó en un 38% y el 7% más rico de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones de CO2 a la atmósfera, mientras el 50% más pobre solo emite el 7%. Si cualquiera de las tres personas más ricas del mundo gastase un millón de dólares al día, tardaría 200 años en acabar con su riqueza y si los multimillonarios aportasen tan solo un 1,5% de su riqueza, se podría recaudar lo suficiente para asegurar que todos los niños de los países más pobres vayan a la escuela y que haya asistencia sanitaria en los 49 países más pobres del mundo.
España no es ajena a esta situación de aumento de la pobreza y las diferencias sociales. Se ha convertido en el segundo país más desigual de la UE, solo por detrás de Letonia, y también es el país desarrollado en el que más ha subido la desigualdad por el paro y el tercero con un mayor índice de pobreza infantil. Entre 2013 y 2014, las 20 mayores fortunas españolas aumentaron su riqueza en 15.400 millones de dólares y poseen hoy tanto como el 30% más pobre de la población; el 1% de los españoles más ricos poseen tanto como el 70% de los ciudadanos (medio millón de personas frente a 32,5 millones); en el último año, los 20 españoles más ricos incrementaron su fortuna en 15.400 millones de dólares (más de 1,7 por hora); 443 personas declararon en el último año un patrimonio neto de 30 millones de euros, superando el registro de multimillonarios el censo previo a la crisis… Frente a esto, los datos de Cáritas apuntan que solo el 34% de la ciudadanía vive con normalidad, sin estar afectada por carestías esenciales, mientras que el 40% se va hundiendo en la precariedad, el 24,6% sufre ya exclusión moderada y el 10,9% está en severa marginalidad.
Y en Canarias la situación es aún peor. Aquí la desigualdad es mayor que en España y solo el 26,3% de la población escapa de la exclusión; cuatro de cada diez cabezas de familia son pobres pese a que tienen un empleo; casi un 22% de los hogares no pueden acceder a los tratamientos médicos; 212.000 hogares (el 28,5% de la población) están en situación de exclusión social; 52 familias son botadas a la calle cada mes por desahucios hipotecarios; mientras las cinco personas más ricas de las islas podrían gastarse al día más de un millón de euros, hay 142.000 canarios sin ningún tipo de ingresos…
Como dice Winnie Byanyima, la Directora Ejecutiva de Oxfam, “la experiencia nos ha demostrado que la pobreza y la desigualdad no son inevitables o accidentales, sino el resultado deliberado de decisiones políticas. Es preciso y urgente cambiar las reglas y los sistemas que han permitido esta explosión de desigualdad. Se necesitan acciones urgentes para equilibrar la balanza, poniendo en marcha políticas que redistribuyan los recursos y el poder que actualmente se concentra en una minoría, y una mayor apertura democrática que de voz a los más vulnerables”.
Pero la crisis ya no existe para Mariano Rajoy: “ya es historia y se nota en los salarios”. Con un tufo electoralista que tira para atrás acaba de aprobar una raquítica ayuda para los más desprotegidos, vendida con alharacas con la anuencia de los sindicatos y la patronal, y una ley que expulsa en caliente a las personas que huyen para salvar sus vidas, aunque más de cuatro mil de ellas se hayan quedado sepultadas en el mar. Es su manera de maquillar la desigualdad, en lugar de diseñar políticas decididas que persigan la evasión fiscal, que conciban un nuevo modelo económico a través de la investigación, el desarrollo industrial y tecnológico y el fomento de la educación, que corrija la pérdida de derechos sociales y laborales, que genere inversiones en infraestructuras para dinamizar la economía… Es su manera de justificar una desigualdad que destruye la cohesión social y los valores fundamentales en los que se sustenta la democracia. Es su manera de dar la razón a los que, como dice Paul Krugman, niegan la desigualdad y la concentración de la riqueza como niegan el cambio climático.
Incluso la OCDE ha hecho público un informe en estos días en el que llama a reducir la desigualdad para poder crecer más. Es lo mismo que apunta Thomas Piketty en “El Capital en el siglo XXI”, editado por fin en España en el FCE. Si las rentas del capital crecen a mayor velocidad que los ingresos y el crecimiento económico, se produce un desajuste estructural que lleva a un sector importante de la población a la pobreza más absoluta. Las élites económicas se hacen con un poder político, económico y sociocultural extraordinario y sustituyen a los gobiernos en la toma de decisiones por lo que se hace imprescindible, propone, un impuesto global y progresivo sobre el patrimonio a nivel mundial que corrija esta situación de dominio mediante la redistribución de las riquezas, la corrección de las desigualdades y la democratización de las instituciones y la sociedad.
Como afirma Antón Costas, las diferencias en la distribución de la renta se han situado al mismo nivel que en el periodo de entreguerras del siglo XX por lo que se hace necesario también un contrato social como el acordado tras la Segunda Guerra Mundial, para reconducir el Estado de bienestar y alcanzar mayores cotas de justicia social. La cuestión es saber hasta cuando millones de personas resistirán estar sometidos a una profunda desigualdad sin rebelarse. Sostener la situación arbitrariamente para favorecer a unos pocos sacrificando a la mayoría puede provocar unos efectos impredecibles. Porque la mayoría silenciosa puede dejar de asumir la “cansada indignación, resignación ardiente” que canta el nobel sueco de literatura Tomás Tranströmer.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)