Con ocasión de la promoción de
su último libro, "La economía. Una
historia muy personal" (Los libros del lince), el catedrático de
Estructura Económica, Santiago Niño-Becerra, declaró a El Confidencial que “la
economía va a funcionar bien, pero a mucha gente le va a ir bastante mal”. Por
las mismas fechas señaló en El
Economista que “lo que ahora llamamos austeridad será nuestra forma de
vida”. El panorama que plantea no es nada halagüeño. Para este experto, la
ciudadanía mundial está abocada a vivir con menos renta, una mayor fragilidad
laboral y menos prestaciones sociales. Nuestro futuro, como el presente, estará
en manos de las grandes corporaciones, el FMI, el BCE y el Banco Mundial; los
gobiernos electos, como estamos viendo cada día, tendrán cada vez una capacidad
ejecutiva más limitada. Los efectos del neoliberalismo que promueve el
individualismo codicioso y que no concibe la democracia sino desde el mercado
sin control, profundizan cada vez más en la pobreza y la desigualdad. Niño-Becerra
ha recurrido en distintas ocasiones, para graficarlo, a una frase pronunciada
por Ronald Reagan en 1979, durante su campaña como candidato del Partido
Republicano a la presidencia de EEUU. El que sería con Margaret Thatcher el adalid
del nuevo ultra capitalismo mundial, planteó en aquel momento que “la economía
de Estados Unidos no funciona porque los ricos no son suficientemente ricos y
los pobres no son suficientemente pobres”. Estaba hablando con claridad de
abrir brechas sociales. De establecer abismos de desigualdad. Y para
conseguirlo puso en marcha la estrategia de destruir el Estado, auténtico
lastre de la libertad económica para él y los suyos.
En estos últimos treinta años, las medidas encaminadas a crear más ricos y muchos más pobres han dado
resultados extraordinarios. Tras una política a ultranza de diluir lo público y
fomentar los recortes sociales (al fin y al cabo Reagan creía que “muchos de
los vagabundos lo son por propia elección”), actualmente, en EEUU, el país capitalista
por excelencia, el paradigma de las libertades, 50 millones de personas viven
bajo el umbral de la pobreza y casi dos millones de hogares viven en la
miseria, con menos de dos dólares al día por persona. Hoy día, en el país más
poderoso del mundo, el 19,9% de los niños (unos 15 millones) es pobre. Pero la
situación es más grave si consideramos los datos que nos indican que en el caso
de los niños negros el porcentaje alcanza el 38% y en el de los hispanos el
30%. En estos momentos EEUU es uno de los países de la OCDE en los que existe
una mayor desigualdad, solo por detrás de Turquía y Chile, según Bloomberg.
Por Europa, que ha abrazado el
neoliberalismo, la jibarización de lo público y los recortes y ajustes a
ultranza, la situación no es distinta. El “milagro” alemán, sustentado
inicialmente en la condonación de la deuda que contrajo Alemania tras las dos
contiendas mundiales y reforzado en la actualidad imponiendo una ultra
austeridad criminal que les reporta pingües beneficios, ha conseguido crear
asimismo enormes desigualdades sociales. Trece millones de alemanes viven en
riesgo de indigencia. En la cuarta economía mundial y segunda exportadora del
planeta, uno de cada seis ciudadanos está al borde de la pobreza. El trabajo en
precario se ha disparado. Los “minijobs”, que obligan a trabajar por 450 euros,
emplean a casi ocho millones de personas. Millones de sus ciudadanos padecen
situaciones de precariedad laboral, recortes de pensiones y prestaciones
sociales… Según Sebastian Dullien ("Capitalismo decente". Nueva Sociedad), “la
doble reforma de la seguridad social y el mercado laboral ha aumentado la
pobreza y la desigualdad”.
En el resto del Viejo
Continente las diferencias sociales y la miseria se amplían exponencialmente a
medida que aumentan los recortes sociales en sanidad, educación, servicios
sociales, pensiones, seguridad laboral… Según el informe “Pobreza y
desigualdades en aumento”, presentado por Cáritas Europa hace unos días, uno de
cada cuatro europeos (123 millones de personas) son pobres. La exclusión social
ha crecido “de manera alarmante” y predice más racismo, xenofobia,
fundamentalismos, reducción demográfica, violencia, enfermedades mentales… Para
expertos como Stiglitz, Silvia o Fargo, Europa camina hacia los mismos niveles
de desigualdad en las rentas que los Estados Unidos, haciendo con sus políticas
expansivas “más ricos a los ricos”.
Y España es un ejemplo
palpable. Según el informe anual de Intermón Oxfam, se ha convertido en los últimos
años en el segundo país con más desigualdad ya que “el 1% de la población
concentra más riqueza que el 70% más pobre”. Para Cáritas, sólo el 35% de la
gente vive en situación de normalidad, sin estar afectada por carestías
esenciales. Mientras que un 40% se va hundiendo en la precariedad, el 24% sufre
exclusión moderada y el 10,9% está en severa marginalidad. Según la Red Europea
de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, casi doce millones de
ciudadanos (el 27%) se encuentra en situación de exclusión (1,3 millones más
que en 2009). Los expertos de FOESSA alertan de que estamos ante una tendencia
hacia la pobreza creciente y los derechos menguantes. En un estudio encargado
por el Colegio de Trabajadores Sociales de Las Palmas y Redesscan, en Canarias
la población en pobreza severa se ha duplicado desde 2009 (el 8,5% de la
ciudadanía). Y aporta más datos: Un 17% de la población se encuentra en riesgo
de exclusión social; 58.000 hogares no perciben ingresos; uno de cada dos
desempleados no recibe subsidios; la desigualdad ha aumentado en un 12%...
La dolorosa realidad es que en
el conjunto de los países de la OCDE la brecha salarial entre las personas más
ricas y las más pobres se ha disparado al nivel más alto de los últimos 30 años.
Como afirma Paul Krugman, nos intentan ocultar que los ingresos de la quinta
parte de los que menos cobran bajan desde 1979 y nos hacen creer que quienes
forman el 1% de los más ricos, y ganan un 186% más, se lo merecen. Las
dificultades y la fragilidad de una parte importante de la sociedad se sostiene
en el empobrecimiento de su ciudadanía. Para Jeffrey Sachs, la búsqueda
implacable de mayores ingresos está conduciendo a una desigualdad y a una
ansiedad sin precedentes. Nos está amenazando a todos. La sinrazón de las élites
políticas y económicas está poniendo a la democracia en una situación de
precariedad preocupante. Está corroyendo a la sociedad y las libertades. Y al
planeta.
Y para frenar la angustia y el cabreo
de la ciudadanía a algunos solo se les ocurre volver a tomarnos el pelo en el
rimbombante Debate sobre el Estado de la Nación. Para intentar mentir una vez más.
Para anunciar medidas paliativas, electoralistas, a apenas dos meses de los próximos
comicios. La economía va bien. La senda emprendida es la adecuada. Cantos de
sirena que ya cada vez engañan a menos.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)