11 de mayo de 2015

Colaboración: "Pero era mentira"

Lunes, 11 de mayo.

Antonio Cerpa*
Estaba preocupado. No sabía qué ocurría, pero cada vez se me hacía más difícil concentrarme en la lectura de los libros. Me costaba seguirlos y concluirlos. Será un problema de años, pensaba. De los muchos años. ¿O quién sabe?, tal vez la culpa la tengan las redes sociales y mi excesiva presencia en ellas. Y me sentía triste. Había soñado con una jubilación repleta de libros, de sueños, de aventuras, de mundos fantásticos, de conocimientos nuevos..., y de repente me encontraba aceptando una realidad inevitable que pasaba por admitir la más triste de mis derrotas: "Ya nunca podría leer como antes."
Pero era mentira. Afortunadamente, ni mi cerebro había dejado de funcionar, ni las redes sociales eran culpables de mis lagunas de concentración y mi pérdida de pasión por los libros. La explicación era mucho más prosaica: Había tenido la mala suerte de tropezarme durante un período largo de tiempo con una lista de publicaciones que venían avaladas por algún premio nóbel, por algún académico de la lengua, por algún escrit@r subido a los altares prematuramente. Eran novelas escritas con prisas, novelas tramposas, novelas sin imaginación, sin pasión, sin amor. Novelas fallidas. Y me culpé.
Pero tuve suerte. De repente cayó en mis manos un libro hermoso, extremadamente sencillo, rezumando verdad por todos los costados, un libro en el que el protagonista es la historia contada y el respeto por la palabra y la literatura. 
Y como por ensalmo, la supuesta falsa de concentración desapareció y la voracidad y el amor por la lectura buscó todos los tiempos. Y recuperé la alegría, y la esperanza, y los sueños.
"Un largo sueño en Tánger", el libro de Antonio Lozano, tuvo la culpa. Lo leí sin poder dejar de leerlo. Disfrutando, emocionándome, reconciliándome. Cuando hube acabado, no pude reprimir el deseo de recomendarlo a mi mujer, y a mis hijos, y a mis amigos. Como hice siempre cuando descubría una obra extraordinaria. Inmediatamente después cogí otro libro, y otro, y otro. Cinco en diez días. No importaba que no fueran tan buenos. Ya sabía que la culpa no estaba en los años, en los muchos años, ni en las redes, ni en los compromisos sociales... Los libros, los buenos libros, continuarán estando ahí fuera. Seguiré buscando aventuras, y conocimiento, y placer.
Queridísimo Antonio, gracias por tu regalo.