1 de mayo de 2015

Opinión: "¿Qué educación queremos?"

Viernes, 1 de mayo.

Elena Vega
En estos días en los que la violencia en los menores ha estado presente en los medios por el desgraciado suceso acaecido en un instituto de Barcelona, en el que un menor mató a un docente, nos ha tocado vivir en casa una situación bastante dura y desagradable con otro niño de la misma edad, 13 años.
Mi hijo Néstor padece de epilepsia refractaria; como consecuencia de su enfermedad ha sido intervenido dos veces del lóbulo temporal izquierdo y sufre deterioro cognitivo. En una visita a un centro de educación Secundaria ordinario, saludó a un niño de trece años con una palmada en la espalda que éste interpretó como una agresión y que tuvo como respuesta una paliza que llevó a mi niño al hospital con las siguientes lesiones: golpes en la cara, frente, zona malar, cuello, bulto edematoso en la cabeza por golpearlo con puñetazos y contra una puerta y erosión en el torax. La fatalidad hizo que el golpe en la cabeza coincidiese con la zona operada, con lo cual fuimos derivados inmediatamente al Materno para vigilar su estado neurológico. Todo quedó ahí. Su evolución ha sido favorable y ahora hemos recuperado la normalidad.
Pero yo soy madre, soy docente y soy ciudadana. Y estoy enormemente preocupada. Realicé una denuncia y he recibido la respuesta de la Fiscalía de Menores de Las Palmas: “Por tenerlo así reseñado en el margen superior pongo en su conocimiento que respecto a la denuncia formulada por Vd. por hechos presuntamente cometidos por el menor XXX (salvaguardando la intimidad del mismo, omito su nombre) ha recaído una resolución de archivo por no haber cumplido dicho menor la edad de 14 años y disponerlo así el art. 3 de la Ley Orgánica Reguladora de la Responsabilidad Penal de los menores 5/2000”. Ahí queda el hecho.
Debemos reflexionar seriamente. Como decía Paulo Freire: “Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo”. Pensemos qué estamos haciendo mal; qué pasa en las familias, en las escuelas, en el gobierno, en los medios de comunicación con la educación… Niños que pasan horas solos porque sus padres trabajan, escuelas en las que los gobiernos cada vez invierten menos, con docentes desbordados por las ratio por aula, sufriendo recortes que afectan a uno de los pilares básicos de nuestra sociedad; gobiernos que no facilitan la conciliación familiar y laboral…
Por otro lado, las medidas que se toman cuando los menores llegan a extremos como los mencionados anteriormente. ¡Con menos de trece años no tienen responsabilidad legal! ¿Y la vida robada a una persona? ¿Y las lesiones físicas y síquicas originadas a un niño? Creo firmemente en la reeducación, en la intervención social en las familias, en poner todos los mecanismos posibles para que estos chavales puedan ser incluidos en la sociedad sin que sean un peligro para el resto. Pero hacen falta medios, inversión, cooperación, voluntariedad.
Después de un traumatismo craneal a un niño inocente absolutamente, no puede llegar una carta a casa en la que se me invite a continuar peleando por la vía civil. No queremos dinero, ni compensaciones de ningún tipo. No somos nosotros los que lo necesitamos; lo que necesitamos es que el fiscal nos siente y nos diga que ese menor está siendo tratado por sicólogos, que se está haciendo un seguimiento de por qué tanta agresividad en tan corta edad, de que se están dando los medios a la familia para solucionar este problema.
Repito, porque no somos nosotros los que necesitamos ser compensados. La recompensa es que como ciudadanos sepamos que se están abordando estos casos con vías de intervención que no pasen por una penalización económica que no enseña nada al niño, con una expulsión escolar que le alegra porque pasa “días en casa jugando a la play”.
Vuelvo a citar a Freire: “Los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo”. Es hora de mediar. Porque estos chavales son nuestro futuro. Atentos.