Fernando T. Romero*
Ya estamos otra
vez en precampaña. Independientemente de la tercera ronda de visitas al
rey realizada por los líderes políticos, el propio ministro Montoro, en
un acto claramente electoralista, ha anunciado en las últimas semanas que
devolverá parte de la paga extra a los funcionarios de la administración
central.
Por su parte,
Rajoy, en estos últimos cuatro meses, se ha mantenido fiel a su estilo: se
ha quedado sentado esperando que terminasen las “charlotadas” negociadoras de otros. Y por si fuera poco, esta
estrategia, por increíble que parezca, le ha ido bien, pues en
el PP son conscientes de que se mantienen en
torno al 30% del apoyo electoral y sobradamente por encima del
centenar de diputados. Y todo ello, a pesar del desaguisado infringido a
la ciudadanía en los últimos cuatro años. ¡Cuánta desmemoria!
En cuanto a
Ciudadanos, tras firmar el pacto con el PSOE, no ha parado de buscar el
apoyo del PP. Sin embargo, los pequeños movimientos de Podemos le han
obligado a desvelar su auténtica naturaleza: derecha pura y dura. Por
tanto, ha terminado la comedia del gran centro y la retórica del
social-mestizaje.
Por otra parte,
el desprendido y angelical Rivera, que no quiere sillones sino solo el
bien general de los ciudadanos españoles, ya ha empezado a hablar de
ministerios para Ciudadanos en una hipotética coalición de gobierno. Y que
conste, Rivera no quiere sillas, pues eso es solo cosa de Podemos, pero
eso sí, acapara todas las que puede.
Por cierto, la última
ocurrencia de Rivera ha sido proponer un candidato para la
investidura que no pertenezca a ningún partido político. De esta manera
ha pretendido evitar la convocatoria de nuevas elecciones. ¿Un
presidente sin presentarse a las elecciones? No, por favor. Podrá ser
legal, pero ni es ético ni es democrático.
A lo máximo, y sólo
en caso de emergencia en el país (una guerra, gran desastre natural,
grandes desórdenes sociales, etc.), podría aceptarse un gobierno de
concentración nacional, pero siempre con un presidente elegido entre
los parlamentarios. Nunca tecnócratas ni altos funcionarios externos que
casi siempre serían designados por los grandes poderes económicos en
cuanto éstos perciben tambalearse sus pingües beneficios. ¡Vaya forma
de defender la democracia, Sr. Rivera!
Por otra parte,
la estrategia del PSOE y de sus centrales mediáticas se ha centrado en culpar a
Podemos de la imposibilidad de llegar a un pacto de investidura. Incluso
han ido más allá, personalizando la propia incapacidad de
Pedro Sánchez en el líder morado: “la
culpa de todo la tiene Pablo Iglesias”.
Pero este
ataque indiscriminado cada vez cuela menos. Uno empieza a tener claro que es
precisamente Sánchez, aunque muy limitado por los suyos, quien ha
tenido la sartén por el mango, y no Pablo Iglesias, que ha mostrado desde
el principio su predisposición a formar un gobierno de izquierdas, un verdadero gobierno
de cambio.
Y una última muestra de
ello ha sido el llamado Acuerdo del Prado propuesto in extremis por Compromís y
que se ha desvanecido ante la pretensión, que sabían inasumible, de que Sánchez
presidiera un gobierno conformado con ministros independientes. Cualquier
cosa menos que alguien de Podemos o del resto de la izquierda pueda
ostentar algún ministerio. ¡Vaya predisposición a pactar un gobierno de
cambio!
Es evidente que
Pedro Sánchez ha preferido cerrar deprisa y corriendo un pacto con
Ciudadanos por las fuertes presiones internas de su partido,
aunque sabía que con la formación morada sumaba más escaños. El
PSOE ha seguido insistiendo en que Podemos se incorpore a su
acuerdo con Ciudadanos, cuando sabe perfectamente los intereses que
representa Rivera y que lo que éste ha buscado siempre ha sido el
apoyo del PP.
Uno acaba
pensando que Rivera ha pactado con el PSOE para dividir las fuerzas
progresistas como primer paso hacia la gran coalición. En este sentido, el
líder naranja ha sido plenamente coherente y los socialistas probablemente
se hayan equivocado. ¿O es justamente lo que buscaba el PSOE y entonces lo del
posible pacto con la izquierda sólo habrá sido una cortina de humo en todo este
tiempo?
Sin embargo, no
olvidemos que el efecto mariposa no solo existe en la naturaleza, sino también
en la política: una decisión menor tomada hoy, puede desencadenar un ciclón mañana.
El mero anuncio ante el 26-J de la posibilidad de un pacto Podemos-I.U. ha
dado un vuelco a las previsiones del clima político favorable siempre hasta
ahora al Partido Socialista.
El hecho de que una
coalición Podemos-IU iguale o adelante al PSOE, aunque todavía está
por ver, ha dejado de ser algo imposible. El efecto Pedro Sánchez puede
desinflarse. Lo que hace unas semanas podía ser una esperanza, hoy puede ser
una amenaza. La ansiedad y el nerviosismo empieza a instalarse en Ferraz. Ya
se sabe que el clima en primavera suele ser inestable y seguramente seguirá así hasta
el 26-J. Pedro Sánchez podría llevar al PSOE a ser la tercera fuerza
del Congreso. Recordemos que Susana Díaz lo está esperando desde hace tiempo.
Lógicamente, si
el pacto I.U.-Podemos se consumara, la izquierda tendría que prepararse
para hacer frente a una furibunda campaña de desacreditación y desprestigio de
las poderosas centrales mediáticas del sistema. Les va mucho en ello y no
estarán dispuestas a propiciar, ni mucho menos, a alentar el
temido sorpasso.
Finalmente,
terminamos esta reflexión rechazando de plano la opinión publicada
y extendida de que volver a las urnas el 26-J es un
fracaso. Tampoco debemos escudarnos para su justificación en el
coste económico que supone una nueva campaña electoral. Quienes
se quejan por ese gasto, ¿han hecho lo mismo, por ejemplo, cuando el PP ha
recortado en más de dos mil millones de euros las ayudas a la
dependencia? No seamos hipócritas…
Uno piensa que
los problemas en democracia solo se resuelven con más democracia. Al
final, aunque algunos señalen más a unos que a otros, todos los líderes
políticos son culpables de este fracaso. Si fueran coherentes, ninguno de
ellos repetirían de nuevo y se tendrían que marchar
a sus casas. ¿No se hubiera actuado así en una empresa privada?
Sin embargo y a
pesar de todo, no confundamos sus errores o sus incapacidades
con el fracaso de la democracia. Por eso la ciudadanía debe
acudir a votar el 26-J con más ilusión que nunca. Pero no nos dejemos
manipular: no se trata de los últimos cuatro meses, lo que tenemos que valorar
son los últimos cuatro años de gobierno del PP. Volvamos a hacer memoria y señalemos,
esta vez, con mayor contundencia a los políticos cuál es el camino que
tienen que seguir.
*Fernando
Romero es miembro de la
Mesa de Roque Aguayro.