28 de abril de 2016

Opinión: 26J, un fracaso de los políticos, pero un triunfo de la democracia

Jueves, 28 de abril.

Fernando T. Romero*
Ya estamos otra vez en precampaña. Independientemente de la tercera ronda de visitas al rey realizada por los líderes políticos, el propio ministro Montoro, en un acto claramente electoralista, ha anunciado en las últimas semanas que devolverá parte de la paga extra a los funcionarios de la administración central.
Por su parte, Rajoy, en estos últimos cuatro meses, se ha mantenido fiel a su estilo: se ha quedado sentado esperando que terminasen las “charlotadas” negociadoras de otros. Y por si fuera poco, esta estrategia, por increíble que parezca, le ha ido bien, pues en el PP son conscientes de que se mantienen en torno al 30% del apoyo electoral y sobradamente por encima del centenar de diputados. Y todo ello, a pesar del desaguisado infringido a la ciudadanía en los últimos cuatro años. ¡Cuánta desmemoria!
En cuanto a Ciudadanos, tras firmar el pacto con el PSOE, no ha parado de buscar el apoyo del PP. Sin embargo, los pequeños movimientos de Podemos le han obligado a desvelar su auténtica naturaleza: derecha pura y dura. Por tanto, ha terminado la comedia del gran centro y la retórica del social-mestizaje.
Por otra parte, el desprendido y angelical Rivera, que no quiere sillones sino solo el bien general de los ciudadanos españoles, ya ha empezado a hablar de ministerios para Ciudadanos en una hipotética coalición de gobierno. Y que conste, Rivera no quiere sillas, pues eso es solo cosa de Podemos, pero eso sí, acapara todas las que puede. 
Por cierto, la última ocurrencia de Rivera ha sido proponer un candidato para la investidura  que no pertenezca a ningún partido político. De esta manera ha pretendido evitar la convocatoria de nuevas elecciones. ¿Un presidente sin presentarse a las elecciones? No, por favor. Podrá ser legal, pero ni es ético ni es democrático.
A lo máximo, y sólo en caso de emergencia en el país (una guerra, gran desastre natural, grandes desórdenes sociales, etc.), podría aceptarse un gobierno de concentración nacional, pero siempre con un presidente elegido entre los parlamentarios. Nunca tecnócratas ni altos funcionarios externos que casi siempre serían designados por los grandes poderes económicos en cuanto éstos perciben tambalearse sus pingües beneficios. ¡Vaya forma de defender la democracia, Sr. Rivera!
Por otra parte, la estrategia del PSOE y de sus centrales mediáticas se ha centrado en culpar a Podemos de la imposibilidad de llegar a un pacto de investidura. Incluso han ido más allá, personalizando la propia incapacidad de Pedro Sánchez en el líder morado: “la culpa de todo la tiene Pablo Iglesias”.
Pero este ataque indiscriminado cada vez cuela menos. Uno empieza a tener claro que es precisamente Sánchez, aunque muy limitado por los suyos, quien ha tenido la sartén por el mango, y no Pablo Iglesias, que ha mostrado desde el principio su predisposición a formar un gobierno de izquierdas, un verdadero gobierno de cambio.
Y una última muestra de ello ha sido el llamado Acuerdo del Prado propuesto in extremis por Compromís y que se ha desvanecido ante la pretensión, que sabían inasumible, de que Sánchez presidiera un gobierno conformado con ministros independientes. Cualquier cosa menos que alguien de Podemos o del resto de la izquierda pueda ostentar algún ministerio. ¡Vaya predisposición a pactar un gobierno de cambio!
Es evidente que Pedro Sánchez ha preferido cerrar deprisa y corriendo un pacto con Ciudadanos por las fuertes presiones internas de su partido, aunque sabía que con la formación morada sumaba más escaños. El PSOE ha seguido insistiendo en que Podemos se incorpore a su acuerdo con Ciudadanos, cuando sabe perfectamente los intereses que representa Rivera y que lo que éste ha buscado siempre ha sido el apoyo del PP.
Uno acaba pensando que Rivera ha pactado con el PSOE para dividir las fuerzas progresistas como primer paso hacia la gran coalición. En este sentido, el líder naranja ha sido plenamente coherente y los socialistas probablemente se hayan equivocado. ¿O es justamente lo que buscaba el PSOE y entonces lo del posible pacto con la izquierda sólo habrá sido una cortina de humo en todo este tiempo?
Sin embargo, no olvidemos que el efecto mariposa no solo existe en la naturaleza, sino también en la política: una decisión menor tomada hoy, puede desencadenar un ciclón mañana. El mero anuncio ante el 26-J de la posibilidad de un pacto  Podemos-I.U. ha dado un vuelco a las previsiones del clima político favorable siempre hasta ahora al Partido Socialista.
El hecho de que una coalición Podemos-IU iguale o adelante al PSOE, aunque todavía está por ver, ha dejado de ser algo imposible. El efecto Pedro Sánchez puede desinflarse. Lo que hace unas semanas podía ser una esperanza, hoy puede ser una amenaza. La ansiedad y el nerviosismo empieza a instalarse en Ferraz. Ya se sabe que el clima en primavera suele ser inestable y seguramente seguirá así hasta el 26-J.  Pedro Sánchez podría llevar al PSOE a ser la tercera fuerza del Congreso. Recordemos que Susana Díaz lo está esperando desde hace tiempo.
Lógicamente, si el pacto I.U.-Podemos se consumara, la izquierda tendría que prepararse para hacer frente a una furibunda campaña de desacreditación y desprestigio de las poderosas centrales mediáticas del sistema. Les va mucho en ello y no estarán dispuestas a propiciar, ni mucho menos, a alentar el temido sorpasso.
Finalmente, terminamos esta reflexión rechazando de plano la opinión publicada y extendida de que volver a las urnas el 26-J es un fracaso. Tampoco debemos escudarnos para su justificación en el coste económico que supone una nueva campaña electoral. Quienes se quejan por ese gasto, ¿han hecho lo mismo, por ejemplo, cuando el PP ha recortado en más de dos mil millones de euros las ayudas a la dependencia? No seamos hipócritas…
Uno piensa que los problemas en democracia solo se resuelven con más democracia. Al final, aunque algunos señalen más a unos que a otros, todos los líderes políticos son culpables de este fracaso. Si fueran coherentes, ninguno de ellos repetirían de nuevo y se tendrían que marchar a sus casas. ¿No se hubiera actuado así en una empresa privada? 
Sin embargo y a pesar de todo, no confundamos sus errores o sus incapacidades con el fracaso de la democracia. Por eso la ciudadanía debe acudir a votar el 26-J con más ilusión que nunca. Pero no nos dejemos manipular: no se trata de los últimos cuatro meses, lo que tenemos que valorar son los últimos cuatro años de gobierno del PP. Volvamos a hacer memoria y señalemos, esta vez, con mayor contundencia a los políticos cuál es el camino que tienen que seguir.

*Fernando Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.