29 de octubre de 2017

Diario de un cura: El despertador

Domingo, 29 de octubre.

Jesús Vega*
Tengo un despertador que es una maravilla. Cada mañana, a la hora que pactamos la noche anterior, me despierta tan dulcemente que, aunque me sorprenda con el sueño más profundo, me anima a levantarme con una sonrisa. No es un despertador enfadado, ni gritón. Que los hay. Con una música angelical me va diciendo, poquito a poco, que hay que ir levantándose; que hay que rezar; que hay muchas cosas por hacer...
Esta mañana, aunque anoche me acostara algo más tarde de lo normal, parece que se esmeró en no molestarme. Primero tocó muy suave, muy suave; después hizo una pausa y volvió a sonar, algo más fuerte, pero sin estridencia, con la misma música sosegadora. Da gusto despertar así. El despertador me enseña cada día cómo debo comportarme con los demás.
Cada día a uno tienen que despertarle de muchas cosas. Porque uno puede estar desganado o triste. O equivocado en muchas cosas. O puede uno estar teniendo actitudes erróneas o injustas y necesita que alguien le despierte. Mejor hacerlo como lo hace mi despertador. Con serenidad. Con comprensión.
Ayer estuve en la fiesta de Vecindario, en dos momentos diferentes. Por la mañana, en la misa. Y por la tarde, en un acto musical celebrado en la plaza. En este último, era tan fuerte el volumen de los altavoces y la fuerza de quien cantaba, que molestaba a los oídos. Fausto, un amigo, me dijo: "Me marcho porque, ni puedo entender lo que se canta, ni me permite hablar con el de al lado". Y nos marchamos.
Por la mañana, en cambio, el ambiente era de suavidad, de diálogos, de escucha, de saludos afectuosos. El precidador, Alejandro, habló de personas que se portan como ángeles porque son comprensivos y dialogantes. Y el Coro de San Rafael interpretó bellamente canciones que transmitían paz y ganas de ser bueno. Cantaron el himno a San Rafael. Y lo hicieron tan bien, que a mí me recordó a mi despertador.
*Jesús Vega es Párroco de San José Obrero de Cruce de Arinaga.