24 de febrero de 2020

Una cueva en el Barranco de Guayadeque, una de las mayores cavidades funerarias aborigen con mil años de antigüedad

Lunes, 24 de febrero.

Parte de los restos óseos estudiados por el equipo de arqueólogos de
la empresa Tibicena en la cueva funeraria del Barranco de Guayadeque
Redacción
La utilización de una de las mayores cuevas funerarias aborigen de Gran Canaria, localizada en el Barranco de Guayadeque, y a la que el Cabildo de Gran Canaria acudió el pasado verano gracias a una denuncia ciudadana, tiene, según las pruebas de Carbono 14, mil años de antigüedad, en torno a los siglos IX y X, aunque las investigaciones pueden desvelar restos aún más antiguos.
Se trata de uno de los cementerios colectivos con mayor volumen de cadáveres, al menos 72 individuos, aunque como particularidad suma también que hay jóvenes y, al menos, diez recién nacidos, de modo que será la primera vez que se pueda estudiar una cueva de estas características con la tecnología arqueológica actual, según explicó el arqueólogo Xabier Velasco, director del estudio efectuado por la arqueóloga de la empresa Tibicena, Verónica Alberto.
La antigüedad, no obstante, puede ser aún mayor porque se trata de la datación de los primeros tejidos analizados (un hueso y un tejido de junco), pero los análisis continuarán y, además, la zona destaca por haber sido el lugar en el que también se han localizado restos de los siglos IV y V.
El estudio antropológico que realizará ahora el Cabildo de Gran Canaria de los restos humanos recuperados, que permitirá conocer edad, sexo y adieta, así como efectuar un análisis de ADN, arrojará datos pormenorizados de su antigüedad y de cuánto tiempo fue utilizada, además de información muy valiosa relativa a enfermedades padecidas, alimentación y modo de vida, destacó Velasco, que apuntó que la institución insular intervendrá este año en la cueva para garantizar la conservación de los restos.
La intervención arqueológica en un espacio sepulcral de estas características, indicó Verónica Alberto, lo convierte en un lugar "fabuloso y excepcional" que ofrecerá información de gran valor sobre la vida y la muerte de los primeros pobladores de Gran Canaria.
La sensación de los arqueólogos al entrar en la cueva fue la de estar viviendo una experiencia que en la isla no se había podido experimentar desde las exploraciones de finales del siglo XIX y principios del XX, en las que se describían los descubrimientos de importantes yacimientos funerarios.
Ya en estos primeros trabajos de campo, los expertos han podido identificar la presencia de procesos degenerativos (artrosis) que afectaron a las principales articulaciones de las extremidades, así como a diferentes tramos de la columna vertebral, además de fracturas recuperadas y el cráneo de un hombre con huellas de violencia letal compatible con un golpe al que no sobrevivió.
Esta cueva funeraria es una cavidad natural con un espacio externo de 12,5 metros de largo y 3 de ancho que en la actualidad está al descubierto debido a un derrumbe de parte de su techo, aunque se configura como una de las mayores cuevas funerarias de la isla, junto a otras localizadas también en el Barranco de Guayadeque y las de Acusa y Tejeda.
El lugar donde se encuentra la mayor concentración de restos óseos es solo accesible con técnicas de escalada al encontrarse a bastantes metros de altitud y ha sufrido varios procesos naturales de desprendimientos. Además, en uno de los bordes externos se conservan piedras alineadas que podrían ser los restos del muro de cerramiento que delimitaba el espacio sepulcral.
La intervención del Cabildo de Gran Canaria en esta cueva se inició el pasado mes de julio tras una denuncia de la Asociación El Legado, cuyos integrantes advirtieron de la presencia de decenas de restos humanos al localizarla gracias a un dron y, en este sentido, los arqueólogos destacaron la correcta actuación de la asociación.
La exposición directa de los restos a agente ambientales como el sol, la lluvia y los cambios de humedad, además de los excrementos de las aves, compromete seriamente la integridad de muchos de ellos, por lo que los técnicos del Cabildo de Gran Canaria optaron por la recogida de aquellos que tenían un riesgo inminente de desaparición para su depósito en el Museo Canario.
Debido a la configuración actual de la cueva es difícil establecer con certeza cómo se organizaba el espacio mortuorio, ya que toda la superficie está cubierta de restos, lo que indica que un uso de años, y es posible, asimismo, que en su día la función sepulcral estuviera solo restringida a receptáculos que están en el interior, mientras que la parte exterior actuara como un patio o plataforma común para todas las cavidades.
El equipo responsable de los trabajos atribuye el desorden de los huesos a rebuscas efectuadas hace un siglo, con una metodología distinta a la que requieren los espacios de esta naturaleza, incluso con la contratación de enriscadores para extraer los huesos, pues eran valorados por sí mismos y no en su contexto como en la actualidad.