Viernes, 6 de noviembre.
José López (Pepe el de Guayadeque)
El pasado día 26 de septiembre se nos fue la persona más anciana que habitaba en el lugar. D. Bartolomé López Cazorla nació en el Barranco de Guayadeque el 20 de abril dd 1925, hijo de D. Juan López López y Dª. Sebastiana Cazorla López.
Creció y desarrolló su vida en este bello lugar, contrayendo matrimonio con Dª. Gabriela Cazorla Santana el 5 de diciembre de 1951 en la Parroquia de la Candelaria de Ingenio, con quien tuvo solo un hijo, D. José Antonio López Cazorla, nacido el 25 de agosto de 1952 y que, desgraciadamente, falleció solo dos meses más tarde, el 7 de octubre de 1952.
Tío Bartolo, hasta el año 1972, era un humilde barranquero como todos los del lugar. ¿Y no un troglodita, como hoy quieren llamar quienes se la dan de todo, que saben de todo y, realmente, no se enteran de nada? Pero siempre, el amigo Bartolo, era alguien diferente activo, muy entendido y dispuesto para estar al frente de todo.
Por el año 1958 se comenzó a construir la Ermita de Guayadeque en un terreno propiedad de sus padres, un solar que donaron a la Diócesis con la decisión de construir la ermita en Cueva Bermeja, ya que un buen día, cuando se celebraba una misa predicada por el Párroco D. Ángel Suárez, precisamente en la casa cueva de la persona de la que estamos hablando, se dio la idea de la ermita al haber muchos feligreses en la ceremonia.
La obra la dirigió el propio Bartolo, ya que tenía una gran vena arquitectónica para trabajar dentro y fuera de la roca, aunque está claro que la obra fue construida entre todos los vecinos del lugar, siendo inaugurada en 1979 por el Vicario D. Juan Artiles, y bautizándose la niña Isabel María López Cazorla.
Bartolito se fue siendo el centro de atención del barrio por su forma de ser y por sus actuaciones en la primavera del 65, cuando andaba buscando restos de nuestros antepasados por los yacimientos arqueológicos del lugar un saqueador expoliador y su cofradía.
Nuestro personaje tuvo la suerte de encontrar el cadáver de una mujer aborigen en un lugar conocido como el Andén del Retal y se lo llevó el saqueador a un museo de Santa Lucía.
Pero Tío Bartolo también se hizo popular con la lucha a favor del agua y el medio ambiente, ya que desde el año 1970, fecha en la que se abrió la galería en el barranco, no paró de luchar contra los caciques hasta que pudo. Allá por 1972, un buen día, apareció el canadiense D. James Ronal Grat con unos burros cargados de madera buscando un lugar donde hacer un comedor para montar el negocio del Burro Safari. ¡Quién le diría a Bartolito que a partir de ese día cambiaría su vida! Enseguida se puso manos a la obra para buscar el lugar idóneo que intentaba localizar Ronal Grat y, como no, buscó también la maquinaria para empezar a construir su restaurante en la roca. Bendita decisión para él y, mucho mejor, para quienes le rodeaban.
Llega el asfalto, llega el turismo, llegan los negocios en el barranco. Todo cambia, unas cosas para mejor y otras no tanto. Los establecimientos van bien. Bartolo va a más. ¿Quién no recuerda a Bartolito en su apogeo cuando saludaba a alguien en su restaurante con su dicho picarezco: "El que vino al Guayadeque y no bebió vino, ¿a qué coño vino?".
Pero nunca se rindió y siempre luchó por sus ideales, por el agua, por el medio ambiente... Éramos de la misma sangre, coincidíamos en muchas cosas. Fuimos los peores enemigos de los caciques de los acuíferos y, en esa lucha, nos entendíamos muy bien.
Fuiste el primero de tus hermanos en nacer y el último en estar entre nosotros. Reconozco todas las cosas buenas que hiciste, perro no dejo de reconocer también algunas cosas que no debiste hacer y dejaste de hacer algunas otras que tenías que haber hecho.
Te equivocaste también como todo ser humano. Nadie es perfecto. Pero nada, los errores de los demás los dejo para que los narre otro.
Solo me queda decirte que donde quiera que estés saques de nuevo esa vena arquitectónica que tenías para iluminar a nuestra luchadora hermana, Rafaela López, y a los suyos, para que sigan manteniendo vivas tu ilusión, la del negocio que yo también, mientras esté por este mundo, apoyaré en todo lo que pueda.
Adiós, tío Bartolo, adiós luchador, adiós hombre valiente. Si necesitas algo, ya sabes que nunca te voy a olvidar. ¡Descansa en paz para siempre!