Lunes, 4 de octubre.
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Anabel Calderín Castro se dedicaba hasta hace dos años en exclusiva a su profesión, trabajadora social, aunque ahora compagina su faceta con La Jaira de Ana, una granja escuela en Agüimes centrada en el ocio educativo que pone en valor el sector primario y la identidad de su tierra.
Su historia es la novena protagonista de #yopueblo, una iniciativa de Endesa que recorre la España vacía para encontrarse con aquellas personas que han sabido apreciar el entorno rural con una energía especial, la de hacer ver que los pueblos son también tierra de oportunidades.
La aventura de La Jaira de Ana discurre en paralelo a la familia de Anabel Calderín, que cuando era aún una niña, su hermano pequeño comenzó a tener intolerancia a la proteína de vaca y su padre, que "siempre ha sido de familia de pastores", apostó por darle leche de cabra.
A partir de ese momento mejoró y comenzaron a tener más cabras para su producción casera, si bien, asegura la joven, "mi madre, que tiene muchas dotes de innovación, estudió Administración de Empresas, mientras que mi padre siempre ha sido autónomo", por lo que decidieron hacer de la necesidad una oportunidad y crear un proyecto empresarial de "una ganadería que permitiera recibir al turista para beber la leche que ellos mismos producían".
Tras más de diez años de burocracia, a sus padres ya no le quedaban fuerzas para sacar la ganadería adelante y es "cuando entro yo en juego", señala Anabel Calderín, que recuerda que se encontraba por aquel entonces en un momento de reflexión "sobre lo que podía aportar al sistema con mi visión como trabajadora social y empiezo a pensar como podía ayudarles".
Gracias a ese trabajo de introspección, Anabel Calderín terminó volviendo a sus raíces, a su tierra, a Agüimes y al sector primario, ese que siempre había sido protagonista de su vida. "De pequeña me crié en este entorno, para mí era como un mundo con el que de alguna manera había conectado mi infancia, pero que a lo largo del camino lo había dejado de lado", afirma.
A partir de entonces decide hacerse con las riendas del negocio familiar y "comencé a hacer cursos de emprendimiento" para buscar esa visión empresarial, explica, porque "tenía claro que quería gestionar un proyecto desde una parte profesional" que, además, fuera "en coherencia" con su formación y los valores que parten de su profesión.
Y así nació La Jaira de Ana, "situado en un espacio rural, agroganadero, que pretende llegar a la población, tanto la residente como la visitante, para concienciar y visibilizar los productos locales y de dónde provienen".
Para la joven, lo más importante es inculcar esa misma reconexión que ella tuvo con sus raíces y que siempre ha estado presente en su vida, a todos los visitantes de la granja. "Que le den valor al ámbito ganadero, al ámbito de la ganadería, que sean conscientes de que los productos salen de un animal, de una tierra y que, además, apoyemos al sector local, el sector de kilómetro cero y consumamos esos productos proque, al final, eso es sostenibilidad", dice con pasión mientras se escuchan a las cabras reclamar su atención.
Sin embargo, Anabel Calderín cambio el gesto cuando rememora sus comienzos, hace ya tres años. "Fueron bastante duros", pero con el tiempo todo comenzó a encaminarse y por fin pudieron abrir sus puertas el 3 de marzo de 2020 recibiendo a cuatro colegios, hasta que el Estado de Alarma impuesto por la crisis sanitaria les obligó a cerrar y a empezar de nuevo.
"La pandemia nos permitió reinventarnos y durante el periodo de confinamiento, afirma, nunca dije que la vida es injusta para nosotros, que llevábamos mucho tiempo intentando preparar el proyecto, sino que dije vamos a hacer vídeos", por lo que contactó con un compañero del mundo ganadero y siguió dando a conocer La Jaira de Ana, incluso en una pandemia global.
Su mayor recompensa es ser un ejemplo de mujer emprendedora y rural y, lo que más le llena de orgullo, según cuenta, es que con su figura "la gente tome conciencia de que las personas jóvenes pueden tener sus propios proyectos y que existen todavía personas que quieren generar cosas nuevas en entornos rurales y que quieren salvar, por así decirlo, el ecosistema, porque al final tenemos que salvar nuestro sector primario".
No rendirse le ha dado a Anabel Calderín sus frutos, que vigila incansablemente por el rabillo del ojo que todo esté en perfecto orden y controlado mientras cuenta su historia.
"Me imaginaba mi vida como trabajadora social en una institución penitenciaria o en una institución pública, pero no aquí", admite, pero enseguida confiesa que "el descubrimiento ha sido lo mejor que me ha pasado y estoy agradecida por ello".
La suya es una historia de arriesgar y tirarse al vacío, actitud que, como no podía ser de otra manera, ha quedado reflejada en el nombre de su proyecto. "Me considero una persona muy inquieta, a la que le gusta mucho innovar... Hay una expresión aquí, en Gran Canaria, que es 'estás como una jaira', que quiere decir que estás como una cabra. Así que le pusimos La Jaira de Ana", cuenta entre risas.
Loca o no, Anabel Calderín ha encontrado lo que estaba buscando en su tierra: "La Jaira de Ana es... es el sentido de mi vida, el camino de mi vida. El camino en el que todo lo que se hace se hace con amor, con un sentido y un objetivo".