12 de diciembre de 2021

El drama de los migrantes que desaparecen en el Atlántico vía España

 Domingo, 12 de diciembre.

El joven Mamadou volvió a subir en el Puerto de Arinaga a la patera en la que viajó a Gran Canaria
Agence France-Presse (AFP)

Tras numerosos días sin lograr obtener noticias de su esposa y su hija de 6 años, embarcadas hacia Canarias, Hamido, un marfileño residente en Francia, viajó a las islas solo para descubrir que su esposa había fallecido y su niña estaba traumatizada.
Es una pesadilla recurrente que viven personas que buscan información sobre sus familiares, migrantes indocumentados, que desaparecen intentando llegar en precarias embarcaciones al archipiélago desafiando una peligrosa ruta de traicioneras corrientes marinas y adversas condiciones meteorolígicas.
Este año, la cifra de muertos y desaparecidos en la ruta atlántica ha escalado a 937, cuando en 2019 se situó en 202, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para quien 2021 "ha sido el año más mortífero en la ruta migratoria hacia España" desde 1997.
Las tragedias han aumentado en paralelo al número de llegadas de inmigrantes a Canarias desde África, a veces recorriendo hasta 1.500 kilómetros, por el mayor control impuesto en la ruta mediterránea, habiendo alcanzado las costas de las islas casi 20.000 personas.
La ONG Caminando Fronteras, que recopila información de las pateras y cayucos que parten hacia Canarias, eleva el número de fallecidos y desaparecidos a 2.087 solo en el primer semestre del año, una cifra que casi iguala a los 2.170 de todo 2020.
Desde la citada organización, Helena Maleno señala que Hamido "se puso en contacto con nosotras, estaba muy desesperado porque nadie le daba información", y asegura que "está siendo un año horroroso y las personas migrantes saben que salir al mar supone que puedes morir, que las probabilidades con 50-50, vivir o morir".
Un joven que dice llamarse Mamadou, de solo 17 años cuando salió de Mauritania en agosto de 2020 con otros 58 migrantes, cuenta que al tercer día de la travesía, sin agua y sin comida, sus compañeros de viaje comenzaron a morir y solo once sobrevivieron.
"Hay mucha gente que muere en el mar, no llegan", dice con el vivo recuerdo de las dos semanas que pasó en el mar mientras visita el "cementerio de pateras" del Puerto de Arinaga, y añade que una familia sabe "que su hijo ha ido a España, pero este no llama".
Por su parte, el Secretario de la Federación de Asociaciones Africanas en Canarias (FAAC), Teodoro Bondyale, afirma de pie, junto al lugar donde fue enterrado un bebé el pasado mes de abril en Las Palmas de Gran Canaria, que "esas personas no deberían morir", y estima que "si las migraciones pudiesen ser normales, con un visado, con un pasaporte, la gente podría viajar, pero los condenamos a que lo hagan a través de rutas migratorias peligrosas, traficados por personas sin escrúpulos".