Miércoles, 19 de enero.
Víctor Álamo de la Rosa*
Pensé primero que estaba leyendo un libro de reseñas de libros, pero no. Pensé después que leía un libro de artículos periodísticos, pero tampoco. Pensé enseguida, en plan preocupado por las etiquetas, que, en realidad, leía un libro de ensayos, pero no. Tenía entre las manos el último libro del filólogo Victoriano Santana Sanjurjo, titulado Soltadas (de literatura y…), volumen 1, y empecé a darme cuenta de que era un artefacto bastante más sofisticado de lo que había presumido, yo tan apresurado. Es lo que tiene ser impaciente. Encaré de nuevo la lectura, sin buscar etiquetas, dejándome llevar por la ocurrencia de este libro curioso, y entonces quedé prendado, y me divertí y me dio que pensar y repensar, y me hizo aprender.
Tal vez va siendo hora de hablar de este escritor, de este hombre orquesta, porque toca todos los palos, que es Victoriano Santana Sanjurjo, filólogo y profesor de Secundaria en Gran Canaria, pero alma, también, junto a Jorge Liria, de la editorial Mercurio. Victoriano Santana Sanjurjo es un hombre de letras, de los de antes, quizás por haber leído tanto y tan bien a Cervantes, un hombre para el que escribir, hacer libros, editarlos, suyos y ajenos, es sinónimo de respirar. De estar en el mundo.
Canarias es como es, una tierra poco proclive a ensalzar a sus héroes y prohombres. Al menos hasta que la palmen nadie suelta adjetivos admirativos ni reconocimientos, pero es desde hace unos años que sigo atentamente la trayectoria sorprendente de este filólogo y me recuerda, en muchos sentidos, al trabajo de grandes intelectuales canarios, como Agustín Espinosa, Pérez Minik, María Rosa Alonso, Juan José Delgado, entre otros, gentes que supieron ser muy generosos con la poco agradecida literatura canaria, ese ente difuso que interesa a cuatro pelagatos a pesar de su hermosa y larga tradición. Victoriano Santana Sanjurjo ha hecho cientos de libros, entre los suyos y los que prepara para editorial Mercurio. Pero entre esos libros está el rescate de obras olvidadas, la atención a la edición de volúmenes de historia de la literatura canaria pensados para el profesorado, reseñas a cientos sobre producciones de escritores canarios contemporáneos y su propia obra de creación, además de su blog infinito, porque a todo atiende este hombre trabajador que toca todos los instrumentos. No tiene para él 24 horas el día.
Ahora mismo pienso que es capaz de caminar durante 254.000 años si se propone llegar al sol. Miedo le tengo, porque el autor es capaz de patearse la Vía Láctea en las páginas de un artículo cuyo título juega con las siglas del dichoso Covid, y unas páginas antes se atreve a ponerse en la voz del rey Felipe VI para lanzarnos una felípica no solo graciosa sino inteligente, donde radiografía sin cortarse un pelo los entresijos de estos primeros años veinte del siglo XXI. Mucha tela que cortar. Ahora me entienden cuando les confesé que no había etiqueta viable para este libro raro, porque hay artículos que parecen ensayos y una explosión de ideas y pensamientos que congratulan porque de todo hay en estas 375 páginas: homenajes a profesores y escritores, esencias de Telde, Arucas, Agüimes, política, literatura y metaliteratura, Cervantes y García Márquez, la transición política española o el retrato realista de la difícil profesión del docente en esos centros públicos de enseñanza desperdigados por toda la geografía de Canarias.
Y por fin, en el particular diccionario del autor, se incluye la definición del vocablo que da título al libro, Soltadas, para decirnos que como participio del verbo “soltar” es un sustantivo que es “una reflexión de naturaleza improvisada y descontextualizada que se recoge en una porción de texto escrito en prosa (…)”. Claro que en este diccionario de autor la ironía manda, y nos encontramos con que el papel higiénico son “publicaciones infumables para todos los agentes que participan en su elaboración”.
La reflexión, el ensayo, el artículo que da en el clavo, son muy necesarios en Canarias, donde a menudo el creador se queda en la creación, sin inmiscuirse ni más allá ni más lejos. En Canarias hay tanto que hacer si queremos conocer nuestra idiosincrasia y nuestro lugar en el mundo, que el trabajo intelectual, la pertinente revisión impertinente de nuestra cultura, es tarea urgente, sobre todo si no queremos ser uno más de esos pueblos que no saben leerse y que se condenan a vivir en bucle. Reivindiquemos agradecidos la estela de todos esos grandes intelectuales que nos alumbran con luz de faros.
Cuando leemos a Victoriano Santana Sanjurjo dudamos de su existencia. Si no fuera por alguna foto suya, tendríamos claro que está hecho de literatura y que habita en las páginas de El Quijote, porque, a fin de cuentas, para quienes leemos y escribimos, esas páginas son todas las páginas, todos los nombres, todas las patrias, todos los nortes.
*Víctor Álamo de la Rosa es Licenciado en Filología Hispánica, novelista, poeta y autor de una amplia obra literaria de reconocida trayectoria internacional.