2 de julio de 2022

Opinión: Titulitis

 Sábado, 2 de julio.                                                                                                              

Rosa Santa-Daría*

Viernes, 24 de junio, primer día de vacaciones de los alumnos de Secundaria y Bachillerato. Es el momento de empezar a cerrar este curso escolar con la vista puesta en el siguiente. Actas, memorias, informes. También en la biblioteca, en estos días, ordenamos los fondos bibliográficos y seleccionamos los que dejamos en lugar privilegiado y los que ocuparán las estanterías del almacén de los libros dormidos. Este espacio es testigo de la evolución de la enseñanza en el aula. Aquí duermen muchos de los ejemplares que leían y aprendían las generaciones pasadas, libros de Historia, Filosofía, Literatura, Lengua, Arte..., que es posible que ni en las universidades se estudie ya.
Acabamos de cerrar un proceso de evaluación, el primero sin exámenes de septiembre para la ESO (en Canarias, porque en otras comunidades autónomas buscaron unas solución intermedia y los hicieron la semana pasada). Todos los ciudadanos sabrán seguramente que la promoción y titulación no la han decidido el número de materias aprobadas, como sucedía hasta el curso pasado. Hemos necesitado una pandemia para justificar la devaluación de la enseñanza.
En este país se ha confundido la enseñanza obligatoria con la obligatoriedad de regalar títulos. El problema es que el título de Secundaria no lleva calificación y ese documento iguala al alumnado trabajador con el gandul, a quienes aprendieron, que son muchos, con quienes solo ocuparon un pupitre, que son demasiados. Sabemos que repetir curso es caro en la enseñanza pública, pero ¿saben ustedes lo que supone en un grupo tener a un número importante de alumnos que no han entendido que sin hacer nada también se promociona o titula? ¿Creen de verdad que atender a la diversidad es transmitir que todo vale?
Engañando no vamos a figurar nunca en el listado de países mejor preparados. Estamos muy por debajo de los países de nuestro entorno, así lo dice el informe de la OCDE que mide el rendimiento académico de los alumnos. Seremos un país con muchos títulos, pero con poco personal cualificado. Imaginemos una sociedad del futuro en la que no podamos hacer una obra en casa porque no hay carpinteros, fontaneros, albañiles cualificados. que no podamos arreglar el ascensor porque los pocos que lo hacen bien tienen tanto trabajo que a nuestro edificio no pueden ir. Que no podamos ir al médico porque son pocos y ten dan hora para dentro de un año. Que no podamos coger transporte público porque no hay mecánicos que arreglen los fallos. Que no podamos alejarnos en un hotel o ir a un restaurante porque no hay personal que nos atienda. ¿Seguimos? ¿Les suena? NO es futuro, es el presente.  A los trabajadores cualificados se los disputan las empresas dentro y fuera de nuestro país. Y lo peor es que tanta mediocridad tapa a los buenos estudiantes que no tienen la oportunidad de demostrar lo que aprendieron y las competencias adquiridas para aplicar sus conocimientos.
El mundo está cambiando y la educación debe adaptarse, es obvio. Pero los cambios no pueden empezar por el tejado y poner antes el objetivo en la cantidad que en la calidad. Una enseñanza de calidad solo tiene que depender de la preparación de los docentes para dar a los jóvenes estrategias y actitudes para que cada día puedan aprender. Una vez que aprenden, les damos el título, no antes.
¡Felices vacaciones!
*Rosa Santa-Daría es profesora del IES Joaquín Artiles de Agüimes.