22 de marzo de 2023

Colaboración: Superioridad moral sin mácula

 Miércoles, 22 de marzo.

Victoriano Santana*

Hagamos un poco de memoria, es pertinente. Cadena SER, programa Hoy por Hoy, 12 de julio de 2021, intervención del escritor Carlos Bardem:
«Hay una cosa que a mí me ha hecho gracia siempre: la extrema derecha o la derecha extrema, o el extremo centro constitucionalista este que tenemos —estas cosas tan raras— siempre usan como descalificativo este tema de la superioridad moral de la izquierda… Vale, sí, efectivamente, yo soy superior moralmente a cualquier fascista, y a cualquier nazi, y a cualquier homófobo, y a cualquier racista, y a cualquier machista; y si no lo fuera me preocuparía mucho. Nosotros, como individuos y como sociedades, tenemos que ser superiores moralmente a los que solo construyen discursos de odio y justifican agresiones a homosexuales, maltrato y crímenes de mujeres, racismo, exclusión de los inmigrantes… Claro, si tú no eres superior moralmente a esa basura, ¿qué eres? Basura. Si tú te sientas —y aquí sería bonito tener un largo debate, me encantaría, sobre el papel que están teniendo los medios en blanquear a todo este tipo de gentuza—, si tú te sientas en una mesa con un fascista, le pones un micrófono, le permites legitimar un discurso de odio y no le desmientes, estás alentando a que un montón de chalados luego salgan a la calle a cazar homosexuales, a que un chalado en su casa maltrate a su mujer, a que haya agresiones racistas… Entonces… ¿Yo qué tengo contra los nazis? Todo. ¿Y contra los seudonazis? Todo. ¿Y contra los diez que se sientan a la mesa con un fascista sin desmontar sus mentiras y, por tanto, son fascistas? Todo. Y hay que tenerlo si quieres ser una buena persona, si tienes la pretensión de ser alguien útil en tu sociedad y de generar algo que sea positivo».
Estoy completamente de acuerdo con lo reproducido. Hago hincapié en la última oración. La parafraseo: si quieres ser una buena persona, si tienes pretensión de ser alguien útil en tu sociedad y de generar algo que sea positivo, has de tener una moral que esté muy por encima de la basura. Por tanto: el aprovecharse de ayudas públicas destinadas a ciudadanos con dificultades para sobrevivir —debido a sus circunstancias económicas— porque el legislador de turno ha sido un incompetente o un prevaricador a la hora de fijar los criterios de acceso a estos beneficios cuando, por tus ingresos, no las necesitas será legal, pero no legítimo. Y si es ilegítimo, es inmoral; lo que, siguiendo las pautas de Bardem, te convierte de algún modo en basura y, en consecuencia, te anula como agente capaz de hacer cosas buenas por la sociedad.
Es duro, lo sé. Me imagino a un opositor que, tras muchos meses de estudio de cara a un procedimiento selectivo, queda excluido por no haber llegado a tiempo a una prueba debido a un atasco de tráfico; y a un deportista que se ha preparado a conciencia durante un largo periodo para una competición y que un inesperado percance de salud se lo termina impidiendo. Puedo hacerme idea de la sensación de derrota, del dolor inmenso que provoca la frustración, incluso de la ira que remueve la percepción de injusticia y la convicción de que un haz de mala fortuna no tiene por qué echar por tierra el buen trabajo hecho hasta el momento del percance. Lo puedo entender, pero…
A mi juicio, no cabe superioridad moral alguna cuando se portan cruces que ofenden a la empatía y a la caridad; y que menoscaban el sentimiento de humanidad que ha de florecer en los corazones y en el entendimiento de quienes se han propuesto servir a su comunidad como representantes políticos. Si los del este son permisivos con las infamias en forma de dineros públicos mal orientados, que no lo sean los del oeste; si los del bando de allá aplauden la grosería de los aprovechados —dueños de suficiente tiempo para huronear gracias a su vida cómoda—, que no lo hagan los del flanco de acá; si los diestros elevan monumentos a la hediondez de estos linces de las subvenciones, que los zurdos abran puertas y ventanas para que el aire limpio elimine la fetidez que desprenden los que han de ser reprobados, aunque domeñe la lástima y la impotencia conduzca a concluir que no son comparables los casos, y que donde hay águilas no hay buitres. Lo puedo entender, pero no compartir: las inclinaciones rapaces ensucian la honorabilidad, y donde no hay honor no es admisible que haya representación porque es imposible la ejemplaridad.
Bien que lo siento por Mónica García, de Más Madrid, pero en esto, a mi juicio, no hay debate exculpatorio posible. Ya se convocará otro procedimiento selectivo, ya habrá otra competición deportiva.
*Victoriano Santana es Doctor en Filología Española, profesor de Secundaria, escritor y editor.