Imagen de archivo tomada en una farmacia |
El deterioro de la sanidad pública en España
es brutal. El hacinamiento de los hospitales, las largas listas de
espera, la falta de materiales básicos, la precariedad de los
trabajadores y la pérdida de calidad de los servicios avanzan a un ritmo
imparable.
Con la espada de Damocles de la privatización salvaje detrás, se
van deteriorando intencionadamente las prestaciones para después
vendernos que lo público no funciona y no es rentable y que, por lo
tanto, hay que recurrir a concertar servicios con clínicas privadas
primero y privatizar la gestión de los hospitales más tarde. Ese es el
camino que están andando y que no desandarán hasta que los ciudadanos no
lo impidamos.
Mientras, en
esa práctica reaccionaria y ultraconservadora de hacer caer sobre los
más débiles la parte peor del proceso privatizador y desmantelador, se
inventaron un copago (que debería llamarse “repago”) que está haciendo
que muchos pobres y pensionistas rehúyan acudir al médico o desistir de
consumir determinados medicamentos por no poder pagarlos.
Pero para
ahondar en el proceso de fragilidad social ahora nos enteramos que
además habrá que pagar por el uso de los crónicos de las ambulancias,
por utilizar muletas, sillas de ruedas, audífonos, collarines, fajas,
férulas, etc. Igualmente un total de 46 fármacos para enfermedades como
el cáncer, hepatitis o esclerosis (por lo general carísimos) dejarán de
ser gratuitos.
Pagarán todos
por igual, personas con más recursos o con menos, mientras las grandes
fortunas evaden el 72% del total de la evasión fiscal del país y
mientras el Gobierno se resiste a gravar fiscalmente a las rentas más
altas a través del IRPF.
Roque Aguayro
insiste en denunciar, una vez más, estas políticas ultraliberales del PP
que están sometiendo a un acoso y empobrecimiento a las clases sociales
más humildes, al tiempo que se produce una fractura social de
peligrosas consecuencias.