Antonio Morales*
Quousque tandem abutere,
Catilina, patientia nostra? ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?
¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía juguete de tu furor? ¿Dónde se detendrán
los arrebatos de tu desenfrenado atrevimiento? ¡Qué! ¿No han contenido tu
audacia ni la guardia que vela cada noche en el monte Palatino, ni los que
protegen la ciudad, ni el espanto del pueblo, ni el concurso de todos los
buenos ciudadanos, ni el templo fortificado en que el Senado se reúne hoy, ni
los semblantes augustos e indignados de los senadores? ¿No has comprendido, no
estás viendo que tus planes se han descubierto…?
En el año 63 a.C., Catilina
recurrió a los sobornos, y más tarde a otras sucias tretas, para asegurarse la
victoria como cónsul en las elecciones. Cicerón le hizo frente en el Senado y
le lanzó a la cara la primera Catilinaria (de la que he extraído un párrafo) que hizo que los demás senadores se apartaran de él, dejándolo solo en su escaño.
Más de dos mil años después no
estamos viviendo una situación muy diferente. Las palabras de Cicerón bien podrían
ser una catilinaria a Rajoy. A un presidente asustado, nervioso, callado y
huidizo. Encerrado hasta que escampe, escondido tras una pantalla de plasma.
Consciente de que solo acudiendo a mentiras, trampas y argucias podrá sortear
la situación. Aquejado de una paranoia mesiánica que le lleva a decir que “el
Estado no se somete a chantaje”, como proclamó el absolutista Luis XIV en el
siglo XVII: “L’État c’est moi”. Otra cosa es que los diputados asuman su papel
y lo marginen; que los diputados liberen su conciencia y rechacen a los que han
propiciado y propician la situación que se vive en España.
Y es que España huele a podrido.
La crisis económica es muy grave, pero la institucional es tremendamente
delicada y peligrosa. El Estado navega en un mar de mierda, entregado a unas élites
económicas que administran sus peones con recia sabiduría para controlar la
economía y la política. La corrupción se ha convertido en un tumor que ha
invadido las entrañas del poder: en los últimos años de esta democracia se han
producido más de ochocientos casos que han provocado más de dos mil detenciones
(aunque en estas cifras no estén todos los que son ni sean todos lo que están).
Poco a poco se ha ido instaurando un bipartidismo absolutista, retroalimentado
por ellos mismos, y se ha ido cimentando un modelo de partidos poco democráticos
en su funcionamiento interno, faltos de transparencia y control, compuestos por
aparatos de una voracidad ilimitada y una ambición desmedida que, pudiendo
hacerlo, no han querido legislar para regular su financiación, piedra angular
del fraude y la corrupción. Las sospechas y, desgraciadamente, muchas veces
oscuras certidumbres, se van extendiendo a la Monarquía, la Justicia, los
sindicatos, los medios de comunicación, las instituciones representativas…
Y, como para confirmar la
existencia de una democracia enferma en fase terminal, llevamos semanas, meses
más bien, envueltos en un ciclón de noticias en torno al partido que gobierna
el país por mayoría absoluta. Asistimos atónitos al caso Gürtel, una trama
organizada en el entorno de los gobiernos de Aznar, de Aguirre (Madrid) y de
Camps (Valencia) para financiar al partido y procurar “satisfacciones” a muchos
de sus miembros; a la doble contabilidad de Luis Bárcenas, al que primero
protegieron pagándole abogados, mandándole SMS presidenciales de apoyo y haciéndole
alabanzas y al que ahora denostan como apestado; a un entramado de
sobresueldos; a evasiones fiscales a Suiza por parte de su tesorero y quién
sabe si de alguien más; a una financiación ilegal con el dinero de empresas que
se valían de la situación para conseguir las obras públicas que compensarían
con creces sus dádivas…
La ciudadanía no sale de su
espanto. Perpleja, indignada, engañada, empobrecida, sin futuro y atemorizada,
ve como se le somete a recortes y ajustes interminables y se pregunta con qué
autoridad moral les piden sacrificios cada día los que después se lo llevan
crudo. Y sigue mostrando su rechazo, en casi un 50%, a participar en las
elecciones. Y aumenta cada día la percepción de corrupción generalizada. Y
muestra cada vez más desconfianza y rechazo a la política y a los políticos.
Hace unos días, Rosa Diez intentó
promover una moción de censura. Ahora es Rubalcaba el que ha tomado la
iniciativa. Proponen sustituir a Rajoy por otra persona del PP. Es una
propuesta trampa. Una parodia sin sentido. Nos reconduciría al mismo sitio. No
se trata de ganar una batalla política absurda. Se cambia a Rajoy y después de
nuevo a girar en la noria de los despropósitos y los desapegos ciudadanos.
Pero hay algo más preocupante.
Desde hace un tiempo, Raúl del Pozo se ha convertido en un predictor de lo que
va a suceder. Está bien informado. Sigilosamente va lanzando noticias que, después
se convierten en portadas en los medios de comunicación. El pasado 12 de julio
avanzaba en su columna de El Mundo que le habían dicho que “está en marcha el
Pacto de la Gran Tijera para tapar los tres escándalos mayores: ERE, Bárcenas y
Urdangarín” porque “si cae el Gobierno con un PSOE destrozado se proclamaría la
independencia de Cataluña con el peligro de la caída de la Monarquía”. Sería lo
último que nos pudiera pasar: un pacto para taparlo todo. El aguijonazo
definitivo a una democracia que camina a pasos agigantados hacia la
berlusconización.
No se puede esperar una
regeneración de la democracia desde el PSOE y el PP. Acababan de aprobar una
nueva ley para la financiación de los partidos políticos a principios de 2012
llena de lagunas legales, incapaz de frenar la financiación ilegal y sin medios
para el Tribunal de Cuentas y unas semanas más tarde se desgañitaban, de cara a
la galería, pidiendo más transparencia, el cese de las aportaciones de las
empresas, etc. Es más, a mitad de junio pasado pactaron para que las empresas
pudieran financiar a las fundaciones de los partidos políticos como han venido
haciendo hasta ahora. Caldera dice que “lo que es legal, es legal” y que si su
fundación (IDEAS) recibió un millón de euros cuando gobernaba el PSOE, FAES
recibe cinco o seis veces más…
Se necesita un cambio profundo. Una
catarsis desde la raíz. Los jueces no están imbuidos de un poder divino. Ni son
todos santos, ni pueden ni deben ser la solución a lo que está pasando..., pero
tienen que actuar en estos momentos (por el bien de la democracia) con absoluta
independencia, obviando las interferencias y los “controles” de sus órganos de
control altamente politizados (desde fuera y desde dentro). Dejando de lado sus
posiciones progresistas o conservadoras. Están juzgando a miembros de la
Corona, a los principales partidos políticos, a empresarios y banqueros, y
deben hacerlo bien. Y la ciudadanía también. Es la hora de los movimientos cívicos
y sociales (acaba de salir a la palestra Cuentas Claras desmenuzando las
cuentas del PP) y de los partidos políticos alternativos, que promuevan una
democracia participativa y plural. Es la hora de que no se vote a los corruptos
ni a las listas con corruptos. De que se fuercen, desde la movilización y la
participación, medidas para una profunda transformación de la Democracia. Es
tiempo de parar la podredumbre. O eso, o hacernos cómplices y que todo siga igual.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)