José Luis Morales es un prolífico periodista y conocido escritor canario que, desde hace varias décadas, está afincado en Madrid. Nacido en Agüimes, ha sido autor de algunos libros, entre los que destaca el varias veces editado "Sima de Jinámar".
Fue reconocido, sobre todo en los años 80, por sus valientes y arriesgados artículos de investigación en la revista Interviú.
Pero además de esa trayectoria personal, José Luis Morales fue también un activo antifranquista, muy comprometido con el movimiento clandestino de los 60 y 70.
Residiendo ya en Madrid, tuvo la desgracia de caer en manos del celebérrimo torturador de la Brigada Político Social franquista, José Antonio González Pacheco, alias Billy el niño. Las secuelas de aquel dramático encuentro todavía las arrastra sobre su cuerpo. Años después, su actividad profesional como periodista lo hizo coincidir en una entrevista con su torturador.
José Luis Morales cuenta en este artículo la naturaleza estremecedora de aquella reunión.
La valiente decisión de la
jueza federal argentina María Servini de Cubría, en una actuación judicial
reciente, imputando con un incontestable, contundente e intachable Auto
Judicial a cuatro antiguos integrantes de los asesinos, crueles, sanguinarios y
terribles servicios secretos franquistas (donde destaca la Brigada Político-Social
o BPS), hizo que un inesperado entusiasmo resurgiera en la mayoría de las
personas de bien, que habían depositado sus últimas “esperanzas de justicia” en
los tribunales argentinos (Justicia Argentina), “devolviendo las mínimas
esperanzas cuando habían perdido toda esperanza”, cual escribió don Higinio
Melián certeramente. La noticia del Auto de esta juez federal bonaerense ‘corrió’
como la pólvora, ya dirigiéndose a todos los puntos cardinales, suponiendo
asimismo un rojo estallido de elevada animación colectiva y una inyección de
emotivo júbilo que, como exigencia de la naturaleza, haría palpitar a las más
templadas personas conocidas, y a las que sin saber nada de ellas, han
resistido hasta hoy en su curtido antifascismo, manteniendo siempre su
sensibilidad a flor de piel, tanto en la exaltación de sus afectos comuneros
como en la defensa de los auténticos principios democráticos.
El Auto de la magistrada
argentina lleva aparejada la orden de “busca y captura” contra los imputados,
mandamiento remitido a todas las instancias judiciales del Mundo, a través de
Interpol, cuya misión es combatir la delincuencia internacional, coordinar la
investigación sobre el paradero y, en su caso, detener a los criminales,
dictadores, estafadores y asesinos profesionales (que ‘trabajan con tarifas’
por cada encargo), como a los secuestradores de mujeres a las que obligarán,
con “muerte, hacha y machete” (Jorge Amado), a ejercer la prostitución
ininterrumpida desde su criminal estructura mafiosa. Interpol también tiene la
misión, canalizando parte de la Justicia Universal, de investigar, perseguir y,
en su caso, prende a estructurados grupos asesinos que se dedican a raptar a niñas
y a menores para “venderlos o traficar con sus órganos”; y por supuesto, a
perseguir y capturar a torturadores y asesinos de dictaduras militares, sobre
todo, cual refleja el caso del Auto antes mencionado, rubricado por la
magistrada María Servini de Cubría el pasado 19 de septiembre.
La jueza bonaerense ha reseñado en este
documento judicial vinculante, que “Los delitos (especificados en su Auto)
constituyen crímenes de lesa humanidad por lo que, en uno u otro caso, la acción
y la pena son imprescriptibles y sus responsables están sujetos a persecución”,
reitera María Servini de Cubría, dirigiéndose a esos cuatro acusados, actores
criminales respectivos, incluidos en esta Diligencia judicial. La magistrada
federal imputa procesalmente en este destacado e histórico documento al
exguardia civil Jesús Muñecas Aguilar; al exescolta del dictador golpista, y de
la Casa Real, Celso Galván Abascal; al excomisario José Ignacio Giralte González;
así como al exinspector José Antonio González Pacheco, más conocido como Billy
el Niño, por sus crueles atropellos sanguinarios, barbaridades que saturan su
currículo de cobardes ‘heroicidades’ criminales, y que hoy pretenden ignorar,
atribuyendo tales desmanes, incontables, a “esa fértil imaginación de sus
imaginarios enemigos”.
El
sentimiento de alborozo, el regocijo entusiasta y las nítidas manifestaciones
abiertas, de felicidad incontenida sin exclusiones, y no sólo en nuestro país,
ni se hicieron esperar un solo segundo, al conocerse el Auto judicial al que
estamos refiriéndonos. Mensajes, correos electrónicos, llamadas telefónicas y
medios y formas desacostumbrados, servían para hacer extensivo a ‘medio mundo’
este Auto judicial vinculante, redactado y suscrito por la jueza María Servini
de Cubría. De manera que, en poco tiempo, la Diligencia que imputa a cuatro
esbirros franquistas, adquiere categoría de ineludible noticia infinitamente
valorada.
De los cuatro imputados que formaban parte de
los servicios secretos de la dictadura franquista (comisarios, inspectores,
agentes, militares y falangistas sobre todo), destaca por su propia voluntad
enfermiza, el que fue inspector de la Brigada Político-Social (BPS), José
Antonio González Pacheco, quien presumía en su enloquecimiento que él era el más
conocido, y al que más miedo tenían (“Soy yo, yo soy Billy el Niño”, decía
invariablemente a quien torturaba sin tregua), en su alucinante paroxismo, como
una exacerbación de su altanero matonismo criminal.
Aunque González Pacheco, Billy el Niño, ha sido
el torturador franquista del que más han oído hablar los antifascistas españoles,
y aún siguen oyendo, la lista de sanguinarios “interrogadores” de la dictadura era
tan numerosa que, pese a las agendas de promociones de la policía, resulta
tarea ‘casi imposible’ el poder cuantificarlos. La mayoría de los ‘colegas’ de
Billy el Niño, quiso evitar que pudieran identificarlos públicamente. Lo
contrario del histriónico, provocador, sádico y altanero Billy el Niño, quien
no perdía nunca la ocasión de que lo ‘reconocieran’, sobre todo jóvenes que
estudiaban en facultades de la Universidad de Madrid. Para que así fuera, él
mismo dirigiría muchas veces los comandos policiales en sus redadas y
allanamientos nocturnos, apoyados por grupos falangistas como ‘fuerzas de
choque’. Aunque en su actividad policial para disolver asambleas de facultad o
distrito, Billy el Niño sólo actuaría de ‘gran jefe’, vigilando cómo
aterrorizaban sus “legiones fascistas” a quienes correspondiera aquella
jornada; él no se movía nunca en aquellas circunstancias, ni ordenaba nada en público,
aún menos delante de sus bestiales subordinados. El “propósito” de sus hazañas,
además de aterrorizar, todos los de la BPS debían enfocarlo a destrozar y a
destruir moralmente, no sólo a quienes detenían y torturaban, sino al
vecindario correspondiente, y al entorno en los que calculaban, o sabían, que
realizaban sus actividades militantes antifascistas contra el franquismo y sus
secuaces, y muchas veces ‘infiltrados’, en los sectores obreros sobre todo. La “especialidad”
del macabro Billy el Niño, tanto siendo ‘estudiante’ en la Escuela Nacional de
Policía, o de inspector y comisario, como sus fijaciones con plena dedicación,
estaban en el Movimiento Estudiantil universitario, aunque sus rejos llegaban
además a institutos de Enseñanza Media y Escuelas de Magisterio.
A González Pacheco, Billy el Niño, donde
le ‘encantaba’ lucirse era en la primera planta y el sótano de la DGS, la
Dirección General de Seguridad y terrible sede de la Brigada Político-Social
(BPS). Buena parte de sus siniestros capítulos, aún escasos, van siendo dados a
conocer de nuevo (sería más acertado decir que nos están refrescando la
memoria), a través de los valientes testimonios, estremecedores, de bastantes
personas que padecieron en sus carnes la crueldad de los verdugos de la BPS
cuyas brutales heroicidades de sangre y crímenes glosaba la dictadura. Los
testimonios de las víctimas, que ahora vamos conociendo, ponen los “pelos de
punta”, y aunque los repitan una y mil veces, debíamos seguir denunciando e
impulsando esas denuncias y todas sus atrocidades, cual han hecho muchas y
muchos damnificados en sus valientes testimonios. Los tremendos pasajes ya
descritos y oficializados, que reflejan alegatos judiciales abiertos, con los
de Isabel Pérez Alegre, Paco Tovar, Teresina Rial, Paco Lobatón, Miguel Ángel Gómez,
José María Galante, Mariana Barbacid, Juan Hidalgo, José Luiz Uriz, Luis Suárez,
Jesús Rodríguez, Pedro Santisteban, Enrique Aguilar, Virginia, Álvaro Rodríguez,
Manolo Corpas (y familia), y Luis Roncero, Jesús Pelegrín y David Herrera Rodríguez,
o Manuel León o Pilar Morales Isidro; sin olvidar a mi gente de Agüimes,
Carrizal, Ingenio o Vecindario (cuantas quedan en el tintero) y tantas otras
personas, dignifican y siguen dignificado nuestras vidas, aunque sean mínimas
aproximaciones a la barbarie de las torturas que, incluso a las propias víctimas,
alguna vez, les resulta ‘casi imposible’ describir, ni tan siquiera al iniciar
las explicaciones de sus necesaria acercamientos recordatorios, que sirven para
recopilar esos horribles instantes del canibalismo fascista, aunque hayan
pretendido que el miedo a la sangre y la muerte dominase nuestros cerebros. En este apartado nadie debe olvidarse de los once
condenados a muerte, en esperpentos que querían hacer pasar por 'Consejos de
Guerra', de los que cinco fueron asesinados por pelotones de fusilamiento el 27
de Septiembre de 1975, una fecha inolvidable para todos los antifascistas del
mundo. En la nómina de los condenados a muerte, están José Antonio Garmendia,
Manuel Cañaveras, María Jesús Dasca, Concha Tristán, Vladimiro Fernández Tovar
y Manolo Blanco Chivite, cuyas condenas son conmutadas por 'cadena perpetua';
mientras que a Ramón García Sanz, Ángel Otaegui, José Luis Sánchez-Bravo
Sollas, Juan Paredes Manot ‘Txiki’ y Humberto Baena Alonso son asesinados
ritualmente por pelotones de fusilamiento en Hoyo de Manzanares, unas
instalaciones militares de Madrid.
La lectura de estos espeluznantes relatos
descritos por luchadores antifascistas que fueron salvajemente torturados después
de su detención, están siendo puntualmente remitidos al tribunal argentino,
apuntalando así los fundamentos jurídicos (políticos e ideológicos) de la Causa
sumarial abierta en el proceso judicial que diligencia la jueza bonaerense María
Servini de Cubría. Unos testimonios tremendos, realizados sin menoscabo alguno,
y con ejemplar coraje, bravura y entereza democrática que, además, son
divulgados con relativa puntualidad, sujetos siempre a imprevisibles avatares
insoslayables, emboscados en la naturaleza, con más o menos dedicación, aunque
con total disposición y voluntad acerada, dependiendo de inesperadas e
imponderables situaciones personales que desarbolan nuestra existencia. En este
punto, rindo homenaje al compañero Luis Puicercús Vázquez, quien sufriera
recientemente un carnívoro ictus con pretensión de ‘terminar’ con él. El ictus
perdió esta batalla y, ahora mismo, Putxi es uno de los puntales dedicados de
lleno a “La Comuna”, donde está siempre que le necesitan.
Pues bien,
los relatos de las torturas a los que estaba refiriéndome justo antes de esta
inflexión, como tantos otros centralizados en “La Comuna” (la Asociación de
Represaliados y Represaliadas del Franquismo) engrosan con la máxima, rigurosa
y personal precisión bastantes episodios inéditos de crímenes, persecuciones,
violaciones, atropellos, ruindades y vilezas perpetrados, hasta hoy impunemente,
por muchos lacayos del franquismo. Aún son muchos millares los casos inéditos
de tortura, crímenes y desapariciones; como incontables son las cunetas
desconocidas, donde seguirán enterrados de mala manera ni se sabe cuántos
antifascistas que fueron asesinados durante la Guerra Civil y en la
interminable postguerra. Es ése uno de los afanes de “La Comuna”, en donde han
de caber las enseñanzas puntuales, los documentos esclarecedores, las denuncias
precisas contra verdugos y torturadores, y los compromisos personales que
acaben con toda la impunidad de cuantos se beneficiaron ayer, y ahora aseguran
que “ha sido demócratas de toda la vida”. Pero La Comuna y la Memoria Histórica
también van desenmascarando tales patrañas, empeñándose además en que nadie
quede en el olvido, y que ningún crimen permanezca sepultado. Debo recomendar
aquí la lectura del extraordinario, minucioso, claro y extenso trabajo de
investigación periodística, “La sombra de Franco en la Transición”, publicado
en Península, escrito por Alfredo Grimaldos Feito; el mejor libro sobre las
falacias de la Transición. ¿Para qué más palabras?
En la nómina de tanta barbarie, torturas y crímenes
tienen capítulo especial las escuadras falangistas y, en especial, señalando
esos diez últimos años del franquismo, aún viviendo el dictador, sus más
prominentes sicarios ‘militando’ en la Brigada Político-Social (la BPS), donde
el sanguinario Billy el Niño era de sus más ‘relevantes prendas’. No en vano
llegó al ‘puesto que tengo allí’, bajo el padrinazgo de Rodolfo Martín Villa,
hasta el punto de que a propuesta suya (de Rodolfo Martín Villa cual ministro
del Gobierno con Adolfo Suárez), en 1977, Billy el Niño era ‘condecorado’ con
la medalla de plata al Mérito Policial.
Al morir el dictador, no la
dictadura, Billy el Niño, que llegó a la Policía con Roberto Conesa, acabó
temporalmente de comisario tras solicitar la excedencia, siempre avalado por
Rodolfo Martín Villa. Después de 1982, tras el ¿fallido? golpe de Estado el
23-F de 1981, Martín Villa propone que Billy el Niño fuese designado “Jefe de
Seguridad” de la empresa francesa Talbot Renault en toda la Península Ibérica.
Multinacional que está, además, dentro del consorcio Peugeot Citroën a través
de “acciones intercambiables” en sus ‘inescrutables estructuras de ingeniería
financiera’ gestionadas por los mismos tiburones banqueros que dirigían sus
sociedades durante la propia dictadura, para lograr “evitar pagos millonarios a
la Hacienda Pública”. Aunque de estos detalles y muchos más, ‘hablaremos en
otras entregas’. Como queremos desenmascarar cada una de las mentiras de Billy
el Niño, hablaremos de sus ‘cambios de nombre y lugares’ de nacimiento, con
datos puntuales de Villablino y Villaseca, localidades leonesas donde saben quién
es y donde conocen casi todas sus sanguinarias y criminales tropelías. Pero
ahora queremos señalar otros perfiles ‘distintos’ de José Antonio o Juan
Antonio González Pacheco o si quieren Billy el Niño. Sin preámbulos para este
punto, aseguro aquí, con toda rotundidad, que en Billy el Niño ‘no hay síndrome
de Jano’, semidiós mitológico romano ‘sólo’ con dos caras. Sus ‘personajes’ son
incontables y ‘dependen’ de las ocasiones y los lugares donde actúe.
Muchos de
sus perfiles son conocidos. Aunque para mí, el que más lo distingue es ‘poseer’
una de las más rastreras referencias de la cobardía. Él mismo presumía
abiertamente de la siniestra teatralidad en sus gestos, pues así es cómo ‘acobardo
al enemigo’, como él llamaba a los presos políticos; añadamos la chulería que unía
a su violenta crueldad, ‘facturada con esmero’, para aproximarnos a la
sanguinaria barbaridad inigualable con que Billy el Niño se empleaba en
interminables sesiones torturadoras. Así podremos calificar su trayectoria
criminal durante la dictadura, en la que alardeaba siempre de ‘cuánto gozo me
dan lo que les hago”. Presumía de los malos tratos y de las heridas que causaba
a quienes torturaba en sus terribles sesiones asesinas’. No me cabe duda alguna
de esas horribles escenas, patrocinadas por la cobardía de González Pacheco,
como ya lo han testimoniado algunas de sus infinitas víctimas en otras
comparecencias legales, que ya hoy son valiosos documentos que han sido
incorporados a la Causa Penal abierta en un juzgado de la República Argentina.
Pero ahora trataré de
demostrar que este perverso histrión de ‘tres el cuarto’, ha sido y es un
cobarde, que sólo podemos comparar con la serpiente invisible de Carla Rae
Radames. No voy a irme por las ramas para retratar sin contemplaciones ni
miramientos a este sujeto criminal, paradigma de la barbarie que determinaban
las asesinas actuaciones de la BPS (Brigada Político-Social), Policía Política
del fascismo, marcando a sangre y fuego a todas las generaciones de
antifranquistas españoles, mujeres y hombres, en esos últimos tiempos del
franquismo, viviendo aún el golpista general, quienes combatían sin
vacilaciones a la dictadura; con miedo legítimo sí, pero con un enorme valor y
sin ninguna cobardía.
Han pasado años desde
entonces, sumando el fiasco de la falsa Transición, que supuso otra derrota más
para los demócratas y antifascistas españoles, como hoy, sí hoy mismo, podemos
verificar cada jornada. Porque aquella Amnistía convenida de 1977, también
benefició a criminales y torturadores (mejor dicho, beneficiaría sobre todo a
los más conspicuos franquistas); que de sus infundados temores iniciales, tras
la muerte del dictador, y ya ‘temiendo ser otro pasto’ de ‘sus propias comisarías’,
procedimientos judiciales incluidos o cárceles; y aun peor, ‘viéndose obligados’
a devolver riquezas y dineros que habrían robado a ‘manos llenas’, sin pudores
de ningún tipo y aprovechando la impunidad que les dio el franquismo, retomaban
de nuevo su envalentonamiento y, de hoy para mañana, volverían por sus fueros,
haciendo y deshaciendo, ahora protegidos por los ‘democráticos’ gobiernos de
turno, ya fuera de izquierdas (sic), PSOE; o centro-derecha (sic), cual se
hacen llamar los franquistas del PP; antes en UCD; y medio, Alianza Popular.
Señalo, todo el mundo ya lo
sabe, que meses después del golpe de Estado de 1981, quizás en el año 1982, con
el PSOE ya gobernando y Felipe González presidiéndolo, este partido del
Gobierno y su ministro del Interior, José Barrionuevo (cuya biografía enlaza
con la de los más impresentables prebostes de la dictadura), diseñan el ‘Plan
Singular’ para conectar a las ‘democratizadas’ (dijo Barrionuevo) instituciones
fascistas, con la sociedad española, con sus organizaciones, sus partidos políticos
y sus sindicatos, al fin de facturar ‘un lavado de cara creíble’, que dé ‘otra
imagen’ de la Policía y de la Guardia Civil, “proyectadas como propias,
despojadas ya de cualquier connotación que las relacione con las barbaridades
de la dictadura franquista”.