Antonio Morales*
Hace apenas una semana, Le Monde
titulaba a toda plana que se estaban produciendo “malas noticias para la economía
alemana”. Era el inicio de un caudal de informaciones que anunciaban una nueva
recesión económica en Europa. Tanto en Alemania como en Francia la caída de las
exportaciones y de la actividad industrial y la disminución de las inversiones
habían conseguido hacer bajar el PIB en unas décimas, un indicativo de que las
cosas no van bien. A pesar de que el ministro alemán se apresuraba a desmentir
la recesión en Alemania y a apuntar que el decrecimiento de su economía era
debido a una rebaja de las previsiones, los institutos de coyuntura anunciaban
tiempos complicados para la economía más fuerte del viejo continente y no se
escondían para decir que era absolutamente imprescindible que se pusiera en
marcha un plan de inversiones públicas capaz de dinamizar la actividad económica.
Como quien oye llover. Ángela
Merkel, a pesar de todos los avisos y de que los indicadores del paro, la
inflación y el saneamiento de la banca son negativos, se mantiene firme en sus
políticas de ajustes y recortes a mansalva. Al tiempo que el pánico vuelve a
rondar por los escenarios económicos de Europa y del mundo, la canciller
alemana insiste una y otra vez en que el ahorro debe ser el santo y seña de la
economía de la Comunidad. Nada, por tanto, de flexibilizar el déficit, ni de
poner en marcha planes de inversiones, ni de modificar el Pacto de Estabilidad.
El monstruo de la depresión económica,
que atenazó a la Unión Europea en 2008 y 2012, vuelve a mostrar su perfil más
fiero y anuncia una peligrosa tercera recesión. No sirven de nada las llamadas
a un cambio de rumbo de EEUU y de organizaciones internacionales. Algunos
expertos advierten que mientras el paro no deja de aumentar en Europa, en EEUU
ha bajado hasta situarse en los niveles previos a la crisis y que desde 2011
hasta ahora la economía europea ha caído en un 0,4 y, sin embargo, en EEUU ha
crecido un 5,2%. Luis Garicano apunta incluso a una “japonización” de la economía
europea con oscilaciones entre crecimiento cero y años de caídas. El BCE
advierte sobre el riesgo de un estancamiento duradero y de que son necesarias
reformas incentivadoras, pero paradójicamente se constata que el Banco europeo
de Inversiones dio en 2013 menos créditos que en 2009. Pero quien manda, manda
y además no quiere renunciar a que se note quién lleva las riendas de la política
y la economía europeas. Y se muestra insaciable. Al tiempo que Francia e Italia
atraviesan unas situaciones sumamente peligrosas que ponen en riesgo su paz
social y su economía (y la desaparición de las socialdemocracias
tradicionales), Merkel insiste en que el modelo de actuación debe ser el que se
ha desarrollado en Grecia, Portugal y España.
El neoliberalismo europeo, que
lidera Alemania, considera que la cronificación de la precariedad y la pobreza,
la fragilidad laboral, la desindustrialización y los déficit de la formación
son las pautas a seguir. Entiende que la reducción de 85.000 millones de euros
al Estado de bienestar es el camino adecuado. Cree que el que uno de cada
cuatro niños se encuentre en España bajo el umbral de la pobreza es un dato óptimo.
Piensa que el modelo de futuro es el que acaba de exponer la Fundación Foessa y
Cáritas en su “VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2014”,
elaborado por más de 90 expertos de 30 universidades. Según estos
investigadores, el modelo de desarrollo que nos imponen genera desigualdades
salariales, limitadas capacidades redistributivas del sistema de impuestos y un
sistema de prestaciones cada vez más reducido. La población en situación de
integración social es una estricta minoría y la excluida se sitúa en un 25%
(casi 12 millones, 5 de ellos en exclusión severa); los recortes en sanidad,
educación, prestaciones sociales y apoyo a la dependencia son cada vez mayores;
se ha conseguido “expulsar” a una generación del empleo… Incluso el 15% de los
que tiene empleo también viven miserablemente. También en “IGUALES: Acabemos con
la desigualdad extrema. Es hora de cambiar las reglas”, Intermón Oxfam asegura
que debido al fundamentalismo del mercado y la captura de la política por las élites,
en el último año, las 20 personas más ricas de España incrementaron su fortuna
en 15.450 millones y poseen hoy tanto como el 30% de la población (casi catorce
millones). El 1% de los españoles más ricos tiene tanto como el 70% de los
ciudadanos. Igualmente, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea)
advirtió recientemente que España tardará 15 años en recuperar los puestos de
trabajo perdidos durante la crisis.
Y lo ha hecho tan bien el
Gobierno de Rajoy que tiene que culminar la tarea. La OCDE lo felicita, pero pide
que se aumenten los esfuerzos incrementando el IBI, reduciendo cotizaciones
sociales y no subiendo los salarios; el Banco de España insta a que se suba el
IVA y a que se reduzcan las cotizaciones; el FMI clama por más impuestos a los
ciudadanos, más facilidad para bajar los sueldos y subir el IVA y bajar el
impuesto de sociedades; la gran empresa representada en el Consejo para la
Competitividad exige reformas liberalizadoras; el BCE aboga por eliminar las
rigideces en el mercado laboral; el ECOFIN demanda otra reforma laboral y que
se suba el IVA; Bruselas amenaza con un nuevo déficit para España en 2015 y
requiere que se suba el IVA, se bajen las cotizaciones y se apliquen nuevas
reformas… Eso sí, los responsables de la “Troika” y sus funcionarios están
entre los mejores pagados del mundo.
Pero la banca española va
estupendamente. Frente a otras bancas de Italia, Grecia, Bélgica, Francia,
Alemania, Austria o Portugal, entre otras, la española ha superado el test de
estrés del BCE con buena nota y ocupa el décimo puesto en solvencia. Proclaman
con orgullo desde el Gobierno y sus voceros que "¡España va bien!". Se ha
conseguido sanear a la banca mientras el Estado sigue aumentando su deuda y su
déficit dado que, para conseguirlo, ha tenido que pedir prestados más de cien
mil millones de euros. Y, de paso, se aprovechan de sus tarjetas “black”, de
sus dietas y emolumentos millonarios, de sus indemnizaciones vergonzosas. Se
financian gratis sus partidos…Y se deja tirados a los estafados por las
preferentes. Y se sacrifica a la sociedad sometiéndola al paro, la pobreza, la
exclusión y la pérdida de derechos sociales y laborales.
La austeridad que abre enormes brechas
sociales y merma el Estado de derecho y el Estado de bienestar se ha convertido
en un instrumento de control social por parte de las élites políticas y económicas
con la excusa de solucionar la crisis. Se ha utilizado como una herramienta
eficaz para someter a la política y a las instituciones, para vaciar al Estado
y jibarizar lo público. Como dice Antón Costas se la ha usado como un principio
moral bueno en sí mismo, al margen de la economía. Y las consecuencias son cada
vez más dramáticas para la sociedad que se empobrece y pierde derechos y para
la democracia que ve como una parte de la ciudadanía desconfía de la política y
las instituciones o abraza posiciones de extrema derecha racistas, xenófobas,
antidemocráticas y violentas en la mayoría de los países europeos. La
austeridad que sacrifica a la mayoría y la corrupción estructural que corroe
las entrañas del Estado transitan una vía realmente peligrosa de incalculables
consecuencias. Y en España, para las élites instaladas en el sistema, todo lo
que lo cuestione es fruto del populismo. Profundo razonamiento que pretende
despreciar el intenso malestar de la ciudadanía.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)