17 de septiembre de 2025

Opinión: Un barco oceanográfico con base en Canarias no es un capricho sino un derecho

 Miércoles, 17 de septiembre. 

Aridane González*

Que haya un barco oceanográfico en Canarias, la única región ultraperiférica de España, la región con más espacio marino del país y la más alejada, no es un capricho o una oportunidad de la comunidad científica, sino un derecho y una cuestión de visión estratégica.
Por mucho que en Madrid –léase el Estado– no lo vean, o que otras personas con la mirada puesta hacia Madrid tampoco lo tengan claro, en Canarias se presentan oportunidades únicas y un barco oceanográfico es la infraestructura base para poder conocerlas y formar a las personas que se van a dedicar a desarrollar la ciencia, la educación y la Economía Azul, uno de esos pocos pilares económicos que están llamados a diversificar la economía canaria.
Es estratégico, hasta tal punto que Portugal y Francia ya han tomado la delantera. Los dos países tienen en sus regiones ultraperiféricas un barco con base estable para la investigación, formación y desarrollo. Canarias, pudiendo ser una referencia para otras islas, seguirá a la cola, porque solo somos Europa y España cuando interesa.
Canarias no solo es la única región ultraperiférica de España y la que cuenta con más espacio marino del país, sino también la más vulnerable al cambio climático, por sus impactos y su dependencia exterior. A pesar de estar rodeada de mar, nunca existió un barco oceanográfico estable con base en Canarias, desde que se hundiera el Taliarte, porque no ha sido una apuesta ni del Estado ni de Canarias. A pesar de tener al océano como principal fuente de soluciones y la sal corriendo por nuestras venas, estudiar el océano nunca fue una prioridad más allá de cuestiones puntuales. Vivimos del mar, pero de espaldas a él.
A pesar de ello, los investigadores e investigadoras de esta región han sido la punta de lanza de numerosos y excelentes proyectos, artículos y descubrimientos relacionados con el mar, convirtiendo a la islas en uno de los puntos estratégicos de la investigación marina del país y un enlace con la comunidad internacional. Se puede decir que la oceanografía de Canarias ha sido una de las ramas científicas más punteras de la región. Sin embargo, no ha habido un barco oceanográfico estable para realizar esos estudios.
No cabe duda de que Canarias puede ser un laboratorio natural para numerosos asuntos de alto impacto y muchos de ellos están relacionados con el mar. Por eso, no es un capricho que deba haber un barco oceanográfico con base en Canarias. Es una enorme oportunidad, que dejamos pasar día tras día.
Hace más de 40 años, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria apostó por tener la primera licenciatura –ahora grado– en Ciencias del Mar. Ha sido el lugar de formación de grandes oceanógrafos que hoy están en Canarias y en otros lugares de España y del mundo.
A pesar de que hay talento y demanda de tiempo de barco, universidades públicas comprometidas y una red académica consolidada, a día de hoy, no hay ningún convenio estructural que garantice la formación del personal investigador del futuro. Es cierto que hay quienes pueden participar en campañas por invitación de sus tutores o directores, pero no existe ningún convenio entre instituciones que permitan al estudiantado que viene a Canarias a formarse, poder participar en campañas formativas. Esta cuestión estructural no puede estar sujeta a invitaciones sino a acuerdos formales. De lo contrario, se pone en grave riesgo su formación y el futuro de algunas titulaciones singulares en Canarias. En consecuencia, no hay una formación en igualdad de condiciones. Hablamos de futuro, pero no contamos con las infraestructuras mínimas para ello. Es importante democratizar la formación universitaria de todo el alumnado. Las políticas públicas y los derechos formativos no pueden depender de personas, sino de instituciones que velen por el interés general.
En Canarias existen redes de observación que son una referencia internacional. Algunas las lideran universidades públicas, la Plataforma Oceánográfica de Canarias (Plocan) o las OPIs del Estado, pero todas tienen el mismo problema: no hay un barco oceanográfico estable en Canarias, lo que pone en riesgo las observaciones de series temporales –que no sean lideradas por instituciones del Estado– para poder entender cómo cambia el océano y sus ecosistemas, ya que aquí no hay garantías estables de días de barco, salvo contadas excepciones, a pesar que haya acuerdos ministeriales como el caso de la red ICOS-ERIC. Me permito indicar aquí que más del 90% de la investigación que se hace en Canarias, la hacen las universidades públicas. Pero no es un barco para nuestras universidades lo que reivindicamos, sino un barco para todas las instituciones que investiguen en Canarias, vengan de donde vengan, porque el uso de una infraestructura genera economía y conocimiento.
Canarias se posiciona como la punta de lanza de la eólica offshore. Cuestiones normativas aparte, hay una alta demanda de empresas para la producción de este tipo de energías renovables en las islas. Sin embargo, no ha habido un barco oceanográfico disponible que haya dedicado tiempo a estudiar el estado de los ecosistemas de esas zonas de interés. ¿Cómo sabremos los impactos futuros, para encontrar soluciones sin un barco oceanográfico, la infraestructura más básica de todas?
Canarias es pionera en más de un sentido y la base de un buque es una visión estratégica. Si España aspira a cumplir el reto europeo de proteger el 30% de sus aguas como reservas marinas, Canarias es el escenario idóneo para que ese objetivo puede ser real. Eso debería bastar para justificar una infraestructura como un barco oceanográfico con base en Canarias. A pesar de que el Ministerio envíe a nuestro archipiélago sus buques algunos días al año bajo encargos directos a sus OPIs (principalmente el IEO-CSIC), esto no es suficiente para conocer la evolución temporal de zonas estratégicas.
El Estado ha tenido guiños con Canarias. Ha matriculado varios barcos aquí, pero solo tienen de Canarias eso, la matrícula. Los envían, entre otras ocasiones, cuando hay alguna catástrofe, pero obviamente tardan días en llegar. Si el barco tuviera base en las islas, estaría siempre más cerca de la ciudadanía de Canarias.
Si tuviéramos un barco oceanográfico con base real en nuestra comunidad autónoma, múltiples actores como las universidades, centros de investigación, institutos tecnológicos, programas de formación profesional, tendrían acceso directo a campañas costeras y oceánicas, sin depender de una agenda central. Se multiplicarían las horas de muestreo, los grupos de trabajo disponibles, los proyectos simultáneos. Se aprovecharía mejor cada euro público y cada plaza de grado, máster universitario o formación profesional y se reforzaría la internacionalización y el atractivo de Canarias como entorno de investigación. Un barco oceanográfico se puede entender como un conjunto de aulas flotantes, formación real y oportunidad para la comunidad científica y técnica de todo el mundo.
Un barco oceanográfico con base en Canarias es un avance más del autogobierno de la comunidad autónoma, tener la capacidad de decidir qué es estratégico para los intereses de Canarias en materia de investigación y formación, dar igualdad de oportunidades a las instituciones de investigación, generar nuevos proyectos competitivos, abrir la puerta formativa equitativa y tener la herramienta básica para ser un laboratorio natural marino. Se trata, en definitiva, de dedicar muchos recursos para atraer talento y generar transferencia y ser un refugio para creadores de empresas basadas en el conocimiento. Pero, cómo se hace esto en el océano sin acceso a una embarcación para poder garantizar el testeo, seguimiento y mejoras de las tecnologías desarrolladas.
Por eso, tener un barco oceanográfico con base permanente en Canarias debe ser una cuestión de Gobierno y no sólo de una de sus áreas. La consejera Migdalia Machín ha alertado de que Canarias no tiene garantizadas horas en barcos públicos y depende de espacios privados para la formación universitaria o para investigaciones estratégicas, ha cogido el testigo para intentar avanzar, pero debe tener el respaldo unánime del Gobierno de Canarias, el Parlamento autonómico y los cabildos. Ya el de Gran Canaria ha mostrado su interés activo.
Es momento de actuar. Que sea una cuestión central de Gobierno, no un guiño político. No podemos perder más tiempo. Han pasado 40 años de desigualdad investigadora y formativa, hemos dejado pasar la oportunidad de generar Economía Azul real, a través del conocimiento. Ahora espero que no tengamos que esperar otras cuatro décadas para que Canarias tenga la infraestructura mínima para estudiar el océano.
Los isleños somos océano y nos lo merecemos.
*Aridane González es profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y  Presidente del Comité de Personas Expertas para el Estudio del Cambio Climático en Canarias y el Fomento de Economía Circular y Azul