Fernando T. Romero*
Durante
su fallida investidura Pedro Sánchez se empeñó en demostrar que la aritmética
parlamentaria no daba para un gobierno progresista, y que, por tanto, era
necesario practicar un “mestizaje ideológico” que ensanchara la base de un
futuro gobierno a derecha y a izquierda.
Este
intento por ampliar los apoyos no deja de ser legítimo y hasta comprensible.
Sin embargo, la expresión “mestizaje ideológico” encubría solapadamente una
voluntad de continuar por la senda “austericida” marcada por la U.E de Angela
Merkel.
Pero a algunos
la mencionada expresión le llegó a recordar aquello del “crepúsculo de las
ideologías” y, salvando las distancias, que son muchas y enormes, también le
sonó a nada menos que a un intento de cierta recuperación del antiguo
Movimiento Nacional franquista, en el que, según la doctrina de la época, en su
seno se garantizaba “el ordenado contraste de pareceres”. Sería demasiado, pero
¿“mestizaje ideológico” = “ordenado contraste de pareceres”?
De
todas maneras, es evidente que el programa social pactado con Ciudadanos
constituye una claudicación a la política de ajustes. Como ha expresado Hugo Scornik
en un artículo de prensa: “Pedro Sánchez podrá derrotar a Rajoy, pero no puede
derrotar al lobby que está detrás de Rajoy. Este lobby es el que le ha
impuesto, en su acuerdo con Ciudadanos, el mantenimiento de las políticas
neoliberales vigentes, que son las del propio lobby”.
El
líder del PSOE no tiene las manos libres para conseguir un gran pacto de
izquierdas, pues tiene enfrente a Felipe, a Alfonso, a Rubalcaba, a la baronesa
Susana Díaz y a otros barones regionales. Esta situación de tener que pactar desde el principio con
Albert Rivera, lo ha abocado al desencuentro con la izquierda. Y las
consecuencias de esta decisión las pretende descargar sobre Podemos.
Y uno
se pregunta: ¿Tiene Pablo Iglesias la culpa de su incapacidad propia y
sobrevenida? ¿Por qué Sánchez pretende hacer firmar un cheque en blanco a
Podemos, exigiéndole el apoyo total a su “matrimonio” con Rivera, a la vez que
se guarda todas las cartas? Desde el sentido común, ¿qué partido con un mínimo
de dignidad puede aceptar eso?
¿Cómo
van a suscribir Izquierda Unida, Compromis y Podemos un acuerdo que, según sus
propios firmantes (PSOE y Ciudadanos), podría suscribir también el PP? ¿En qué
lugar quedaría el mensaje de indignación del 15 M? Podemos, organización
emergente, fruto de la indignación ciudadana, ¿ha llegado al Congreso de los
Diputados para, a las primera de cambio, firmar tal componenda?
Sin
embargo, también es verdad que resultaría imperdonable dejar pasar esta
oportunidad de que podamos tener un Gobierno progresista. Los sectores sociales
que han sufrido el peso de la ya larga crisis de los últimos años están
materialmente agotados. Una nueva vuelta de tuerca en las políticas de
austeridad terminarían por asfixiar a un buen número de familias.
Por todo ello, y a pesar de los problemas
y graves dificultades ya expuestas, uno sigue propugnando la necesidad de un gobierno
de marcado carácter social, en el que se concreten no solo las medidas y los
tiempos de ejecución, sino también los recursos económicos para llevarlas a
cabo. De esta manera, se evitaría que la ciudadanía, como ha ocurrido en otras ocasiones,
caiga en la decepción y el desencanto.
Esta
propuesta todavía es posible. Otra cosa es que el PSOE, uno de los actores
necesarios, ignore (o haya ignorado) esta posibilidad y se empeñe en seguir con
un partido al que el propio Sánchez ha calificado “de derechas”.
Por
otra parte, también es cierto el pánico y el terror que genera en el
“establismen” un gobierno con Podemos. Ésta es la mayor dificultad a superar
por el propio Sánchez. De ahí que los corruptos y su entorno, además de toda la
prensa conservadora, incluidos muchos tertulianos mediáticos, insistan
permanentemente en un gobierno PSOE-Ciudadanos, al que más pronto que tarde
acabaría apoyando el PP.
Lo
observamos con frecuencia en televisión. ¿Por qué algunos de esa derecha tan
bien educada, moderada, correcta y gran defensora de la familia tradicional y
de la civilización occidental se echa al monte (monte de la derecha, claro) y
pierde a veces sus estribos y comedida compostura desde que se les menta
Podemos?
¡Qué
pronto olvidan, entonces, su refinamiento y exquisita educación! Inmediatamente
y a la velocidad del rayo, vemos como a algunos se les encienden los ojos y empiezan
a bramar de tal manera que pudiera parecer como si expulsaran espuma por sus
bocas. ¿Tan malo, malísimo es Podemos? Para sus cicateros negocios e intereses
de clase, posiblemente sí.
Mientras
tanto, el PSOE se limita a lanzar tinta de calamar para despistar al enemigo,
repitiendo una y otra vez que “si no hay gobierno (ellos dicen) del cambio, la
culpa es de Podemos que prefiere que siga el PP”. Y lo peor es que este mensaje
al puro “estilo Goebbels” va calando en la ciudadanía.
Pero
seamos serios, pues incluso Coalición Canaria con un solo diputado (en este
caso, diputada) en el Congreso ha exigido una “agenda canaria” al PSOE a cambio
de su apoyo. ¿Cómo pretende conseguir Pedro Sánchez los noventa votos de
Podemos sin siquiera sentarse previamente a negociar con Pablo Iglesias? Ojo,
no se trata solo de dialogar, sino de negociar. ¿Tendrá Sánchez autorización
para ello?
Ya
veremos, pero dada la trayectoria de ambos desde el 20-D, será muy difícil alcanzar
un acuerdo. No obstante, todavía hay esperanzas, si bien apenas falta un mes
para que esta situación se aclare.
A pesar
de todo, la gran coalición PSOE-Ciudadanos-PP sigue siendo la primera opción
que podría cristalizar, pues en estos momentos solo tendrían que resolver la
persona a presidir el Gobierno, porque no existe materia ideológica insalvable
entre los tres partidos, ya que representan, aunque con distintos matices, la
misma manera conservadora de entender la sociedad. Y si no, ahí tenemos para
confirmarlo el Parlamento Europeo, en el que entre un 75% y un 80% de las
ocasiones suelen coincidir votando juntos lo mismo.
Sin
embargo, es Pedro Sánchez quien se la juega, y mucho, porque si no logra su
investidura antes del congreso ordinario de su partido, previsto para junio pero
ya aplazado, muchos no apostarían nada por él. La que le ha tendido la trampa,
lo estará esperando y, entonces, sí, podría pasar a la historia del socialismo
español con el sobrenombre de Pedro el Breve.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro